La contaminación del aire en España cayó notablemente el año pasado debido, sobre todo, a las restricciones de movilidad y actividad impuestas para combatir la pandemia de COVID-19. Los niveles registrados en las 800 estaciones de medición han sido los más bajos en una década, según el análisis de datos oficiales que ha realizado Ecologistas en Acción.
“El factor esencial para explicar la mejoría de la calidad del aire durante 2020 es la reducción general de la movilidad y la actividad económica derivada de los dos estados de alarma declarados para combatir la COVID-19”, analiza la organización. También apuntan al cese de actividad de centrales eléctricas térmicas. Los registros del año pasado muestran una “reducción notable” en las concentaciones de díoxido de nitrógeno (NO2), ozono troposférico (O3) y dióxido de azufre (SO2). “Es más matizado para las micropartículas”, que se han revelado como un tóxico muy dañino para la salud humana, añade la revisión.
Este análisis es la confirmación de la tendencia que se pudo observar durante todo 2020: menos automóviles (junto a menos actividades económicas) hace que el aire esté más limpio. La caída debida a la disminución del tráfico con vehículos diésel y gasolina y las actividades industriales ha hecho que, por ejemplo, las áreas metropolitanas de Barcelona, sur de Madrid, Murcia y Bilbao no hayan superado los límite legales de NO2. De hecho, la ciudad de Madrid es la única aglomeración urbana de España que excedió el umbral obligatorio. Así, la población expuesta a concentraciones por encima de lo establecido por la normativa para la protección de la salud se redujo a la mitad: de más de 6 millones a un poco más de tres –los habitantes de la capital de España–.
Respecto al ozono troposférico –que se produce cuando la radiación del sol incide sobre compuestos previamente emitidos como el propio NO2–, al haber menos productos precursores en la atmósfera se ha experimentado una bajada importante de episodios de superación de los límites establecidos por la ley: descendieron un 55% respecto del promedio entre 2012-2019. Con todo, 4,2 millones de personas estuvieron el año pasado expuestas a niveles excesivamente altos de este potente oxidante con comprobados efectos lesivos sobre el aparato respiratorio. Las zonas con peores registros, que se ubican en áreas rurales, esuvieron repartidas entre la Comunidad de Madrid, Cáceres, el sur de Castilla y León, el interior de Catalunya y la Comunitat Valenciana, la aglomeración de Córdoba y, al norte de ésta, la zona industrial de Puente Nuevo.
Este gas también perjudica a la vegetación. En este caso, la superficie afectada por un exceso legal de O3 llegó a los 210.000 km2 (el 41% del territorio español). Aunque es mucha superficie, sigue la tendencia de 2020 y supone 43.000 km2 menos que en 2019. Los peores datos están, sobre todo, en el centro y sur de la península ibérica.
Para las partículas más finas, las PM 2,5, el análisis de Ecologistas en Acción refleja que no se produjeron superaciones de los límites legales. La organización calcula que 17,8 millones de personas respiraron aire con una concentración de PM 2,5 por encima de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (que es un nivel más estricto, pero no obligataorio). Es una fuerte caída de 8,8 millones de personas con respecto al año anterior. Con todo, el trabajo advierte de que “la medición y evaluación de partículas PM2,5 resulta claramente insuficiente en la mayor parte de las redes de medición autonómicas. Todavía son pocas las estaciones que miden este contaminante”. Apuntan a que pueda estar quedando oculto una buena porción del problema.