El pabellón 13 del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) es una antigua iglesia que a lo largo del tiempo ha tenido distintos usos. En los años 30 del siglo pasado servía de refugio para los enfermos con patologías respiratorias, que acudían a coger aire puro a lo que, por aquel entonces, era la zona más al norte y más limpia de Madrid, antes de que se levantasen los grandes rascacielos de la capital en la zona de Plaza de Castilla.
La historia del edificio que alberga ahora la Escuela Nacional de Medicina del Trabajo la cuenta la científica titular del ISCIII, Cristina Linares (Madrid, 1977). Ella ocupa uno de sus despachos de forma temporal, mientras se realizan las obras de reforma de la Escuela Nacional de Sanidad, donde es codirectora de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano. El anuncio de la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, de que se prohibirán algunos trabajos al aire libre durante las alertas rojas o naranjas por calor de la AEMET y la activación este martes del Plan Nacional contra el Calor del Ministerio de Sanidad –que a partir de ahora podrá 'estirarse' desde el 1 de mayo hasta octubre– hace pertinente el escenario de esta entrevista.
¿Cómo valora la medida de obligar a determinadas empresas a establecer tareas prohibidas en picos de calor?
Dentro del contexto de cambio climático en el que nos encontramos, es una medida de adaptación bastante necesaria, pero habría que hilar más fino, guiar a las empresas en el tipo de medidas que se deben tomar y establecer pautas o protocolos por sector de ocupación. No es lo mismo alguien que trabaje en construcción, que un agricultor, que gente que esté asfaltando, un rider o el caso de los barrenderos. Eso es lo que todavía no está desarrollado.
Las empresas van a tener que valorar si, por ejemplo, se puede trabajar a 37 grados al aire libre, ¿qué criterios utilizaría usted?
Habría que valorar características personales de los trabajadores, su edad, su condición médica de base, si tiene enfermedades circulatorias, cardiacas o nefríticas, por ejemplo. Si toma algún tipo de ansiolítico o de medicamentos que puedan afectar a su capacidad de termorregulación, a que sude menos o a que no sienta la misma sed que otra persona que no toma ese fármaco. Y, por supuesto, el tipo de esfuerzo físico: si es intenso, durante muy poco tiempo, o si es un trabajo que le permite refugiarse o ir haciendo paradas concretas.
El texto solo habla de actividades al aire libre y ya existe una regulación en trabajo ligero y sedentario en espacios cerrados pero no, por ejemplo, en una nave industrial, ¿cree que se ha perdido la oportunidad de legislar en trabajos arduos?
Siempre que se inicia algo hay que intentar ser lo más completo posible. Si es necesario, que yo creo que lo es, se debe aprovechar o ampliar ese tipo de regulación. Si estás realizando un trabajo a altas temperaturas dentro de una nave industrial, sofocado y con falta de ventilación y fuera, además, también hay unas altas temperaturas, todo esta afectando a tu regulación interna.
¿Qué diferencia una alerta de ola de calor de la AEMET y una desde el punto de vista de la salud?
La diferencia es el umbral al que se produce. La alerta que da la Agencia Estatal de Meteorología se realiza desde el punto de vista meteorológico, cuando se supera el percentil 95 de una serie de temperaturas máximas diarias. Ese percentil no es igual en toda las zonas, ni tiene por qué coincidir con el umbral al que empiezan a aparecer los efectos en la salud.
En Madrid sabemos que el cinturón sur es mucho más vulnerable a los efectos del calor que la parte norte. Y no es por el envejecimiento, son las condiciones de vida. Lo que te mata es ser pobre, con el calor y con todo
¿Ese umbral es más alto o más bajo?
En algunas zonas es más alto y en otras es más bajo, porque no solo depende de la temperatura máxima que se alcance, que sería el umbral que marca la AEMET. En salud influyen muchos más factores: personales, poblacionales, de servicios sanitarios, la localización geográfica, si estás dentro de una misma ciudad en una zona más o menos adaptada al calor, el grupo de población... Los umbrales que da el Ministerio de Sanidad no tienen porqué coincidir con ese percentil 95.
¿Con el criterio de la AEMET, habrá provincias donde la medida se esté quedando corta en cuanto al umbral de salud y en otras donde se pase?
Eso es. Se queda corta en el sentido de que eso genera un efecto contradictorio, como el cuento de Pedro y el lobo. Si estás dando alertas que la población asimila como normales, al final, como el primer día no te ha pasado nada, dejas de tomar precauciones que igual estabas tomando. Yo soy partidaria de que se utilicen los umbrales destinados para los efectos en salud y que se expliquen las diferencias a la población. O que se unifiquen alertas, que es lo que llevamos pidiendo mucho tiempo, sobre todo para no confundir. Todos sentimos el calor y sabemos que hace calor, pero los mecanismos que se tienen que articular de cara a los grupos susceptibles deberían ponerse en común.
Usted ha estudiado cómo las condiciones socioeconómicas influyen en la mortalidad por calor. ¿De qué forma lo hacen?
Hemos detectado mayor vulnerabilidad al calor en las zonas más pobres. Hay factores dentro de las grandes ciudades que son determinantes a la hora de que te afecten más las altas temperaturas, como la pobreza energética, que condiciona la salud de una persona. Si no descansas porque en tu casa se alcanzan altas temperaturas y no tienes una fachada bien aislada, aire acondicionado o unas buenas ventanas; o si en tu entorno no hay zonas verdes, que rebajan los grados, o zonas de refresco.
¿Tendría sentido establecer niveles de alerta por zonas según renta?
(Duda) Sentido médico, sí. Otra cosa es que eso genere un problema de desigualdad y de segregación de la población. En un estudio que tenemos por distritos vemos que los más pobres tienen más riesgo de muerte y de enfermedad con el mismo umbral de temperatura, pero hay que ver cómo articulas eso para no decirles a los de un barrio que se van a morir antes que los de La Moraleja porque tienen peores casas, ganan menos dinero y tienen menos servicios médicos. En Madrid sabemos que el cinturón sur es mucho más vulnerable a los efectos del calor que la parte norte. Y no es por el envejecimiento, son las condiciones de vida. Lo que te mata es ser pobre, con el calor y con todo.
La medida anunciada por el Gobierno va enfocada a los trabajos más precarios.
Sí. Al final, son los trabajos más duros y con sueldos más bajos. No es lo mismo estar en un despacho con aire acondicionado que podando un jardín al aire libre. La exposición no es la misma. Eso tiene que ver con el nivel socioeconómico y educativo y la medida, viendo el perfil de Yolanda Díaz, creo que va encaminada a no precarizar aún más la situación de las personas más empobrecidas que, en el fondo, son las que más sufren.
¿La normativa es útil para concienciar a la población sobre los efectos del calor en un país en que el asumimos que hace calor?
Ese es un sambenito que tenemos. Siempre hemos vendido como algo bueno que haga calor y buen tiempo, pero ya se está convirtiendo en un peligro para el sector turístico. Va a llegar un momento en el que no se va a poder estar en las terrazas y los propios turistas no querrán exponerse a esas altas temperaturas.
Ya hemos dado al interruptor del cambio climático, que va a seguir avanzando pero no es lo mismo darse un golpe con el coche a 60 que a 120 kilómetros por hora, así que tenemos que disminuir la velocidad
En el contexto de cambio climático y a la velocidad a la que se están sucediendo estos eventos extremos, es algo negativo desde todos los puntos de vista. Para el sector económico es un riesgo importante. Lo que nos queda es adaptarnos, tener nuestros planes de prevención y saber cómo gestionar esos riesgos.
Durante mucho tiempo se ha hablado de mitigar, pero ahora el discurso se centra en la adaptación. ¿Se ha dado por perdida aquella batalla?
Adaptarse no es rendirse. Ya hemos dado al interruptor del cambio climático, que tiene tal inercia que va a seguir avanzando aunque dejásemos de emitir, lo cual es imposible con nuestro modelo de desarrollo y consumo basado en los combustibles fósiles. Pero no es lo mismo darse un golpe con el coche a 60 que a 120 kilómetros por hora, así que tenemos que disminuir la velocidad. Eso se consigue con mitigación, reduciendo las emisiones, pero sin ponernos metas irreales, como no sobrepasar el grado y medio, que vamos a superar 50 años antes de lo que habíamos previsto. Y desde el punto de vista de la salud, tendremos que adaptarnos con planes de prevención y de gestión del riesgo, para monitorizar esos cambios y saber cómo reaccionar.
El calor tiene vinculaciones con otros fenómenos que estamos sufriendo, como las sequías o los incendios. ¿Cómo afectan a la salud?
El cambio climático tiene muchos efectos sinérgicos. Hay contaminantes como el ozono que es muy dependiente de las horas de luz y de la estabilización atmosférica y tiene muchísima importancia en todas las enfermedades respiratorias y en los procesos alérgicos. En el caso de los incendios, aparte del desastre medioambiental, ese penacho que genera la combustión de biomasa puede alcanzar zonas mucho más alejadas. Tampoco se está monitorizando. O las inundaciones del levante mediterráneo, de las que tenemos ejemplos todos los años, ¿cómo afectan a la salud mental de las persona que se quedan sin casa o sin trabajo o que no pueden acercarse al hospital porque ha habido una crecida y la carretera está intransitable? Cuando ocurrió Filomena, muchas personas dependientes se quedaron sin atención simplemente porque su cuidador no podía acceder a su casa.
Nos han consultado varios partidos de izquierdas para incluir en sus propuestas electorales acciones o herramientas contra el cambio climático. Les pasamos todo el bagaje, pero mi sensación es que se quedan en propuestas
La sequía, por ejemplo, tiene efectos importantes en la salud mental de las personas, de esos ganaderos que empiezan a ver pérdidas importantes porque no pueden regar. Todo eso afecta a tu forma de vida. Además, cuando falta agua, la que utilizas para regar es de peor calidad, lo que influye en la seguridad y la higiene de los alimentos. Y cuando hay menos agua disponible para el consumo, esta se contamina más fácilmente y empiezan a aparecer picos de enfermedades gastrointestinales. A lo mejor en el contexto español todavía no es un problema, pero en otros países ya lo está siendo.
¿Las administraciones están preparadas?
Hay muchos planes y poca acción. Todo el mundo quiere tener una estrategia frente al cambio climático o la contaminación porque, coloquialmente, está de moda. Hacen un diagnóstico de la situación y un ‘habría que hacer…’, pero se queda ahí. Yo tengo unos cuantos. Hemos colaborado en el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático como el Estratégico de Salud y Medioambiente, pero no han pasado de ser ‘plan’.
Llevamos 50 años con patios de colegio iguales a los de una cárcel: una valla y asfalto. Ahora vas a mandar a los niños a casa a las 12 de la mañana por el calor. ¿Quién va a estar en casa? ¿Mandamos al abuelo a buscarles para que le dé un golpe de calor?
¿Le ha dado tiempo a ojear algún programa electoral para las municipales y autonómicas?
Nos han consultado varios partidos, de izquierdas, para incluir dentro de sus propuestas electorales acciones o herramientas que nos ayuden a luchar contra el cambio climático. Les pasamos todo el bagaje, pero mi sensación es que se quedan en propuestas.
Muchos colegios no están acondicionados, ¿también supone un riesgo para la salud de los niños y las niñas?
Hasta ahora los niños no eran considerados especialmente vulnerables ante las olas de calor, porque regulan muy bien su temperatura, pero a lo mejor les está afectando el ozono que respiran más que el propio calor, sobre todo a los asmáticos o los que tiene alergias. Tendremos que ver qué está pasando, pero con estudios científicos serios.
Aparte, ¿en qué colegio hay aire acondicionado? En los públicos, que yo sepa, en ninguno. Llevamos 50 años con patios que son iguales que los de una cárcel, con una valla y asfalto, y nadie se ha preocupado de poner cobertura vegetal. Ahora no me digas que vas a mandar a los niños a casa a las 12 de la mañana porque se van a alcanzar temperaturas extremas. ¿Quién va a estar en casa para cuidar de esos niños si los padres estamos trabajando? ¿Vamos a mandar al abuelo a buscarle en plena ola de calor para que le dé a él el golpe en el trayecto?
Los expertos llevan años alertando de que nos enfrentaremos cada vez a más y más largas olas de calor pero ¿ha cambiado la definición de ola de calor? ¿Es lo mismo una ola de calor hoy que una ola de calor hace 10, 15 o 20 años?
Para la AEMET, sí, porque se basa en datos meteorológicos. Desde el punto de vista de la salud, no, porque la población evoluciona y cambia. No solo a nivel de adaptación fisiológica, sino poblacional. Ha cambiado la estructura demográfica, el acondicionamiento, la forma de combatir el calor, los planes de prevención… Las olas de calor van a ser más frecuentes y más intensas, pero nosotros tenemos que prepararnos adecuadamente para que el impacto en salud no sea tan grande.
Quizá no es la mejor forma de plantearlo, pero en esa carrera entre adaptación y aumento de las temperaturas, ¿vamos ganando?
Tenemos estudios en los que vemos cómo evoluciona ese impacto de calor en las diferentes provincias y hemos visto las que se han ido adaptando y las que no. Si consideramos España sumando todos esos riesgos de todas las provincias, nos estamos adaptando, pero la epidemiología es muy complicada. Tú puedes pensar que vives en una provincia que está genial y que no vas a tener ningún problema, pero a lo mejor a nivel individual fumas o tienes una dieta horrenda o una enfermedad de base y te da un ictus. No podemos bajar la guardia ni a nivel individual ni a nivel poblacional.
¿Cómo prevé este verano?
Creo que tenemos que estar preparados para un verano cálido, a lo mejor no tanto como el anterior, pero los veranos van a ser cálidos y cada vez más intensos. Las predicciones para los próximos años son muy duras. Nosotros, que llevamos un montón de años alertando de esto, nos sorprendemos de que esas predicciones se alcancen antes incluso de lo que estaba pronosticado. Desde el punto de vista de la salud, no nos quedan muchas opciones.