“Te amaremos y protegeremos siempre Laia Pedroche Muñoz”. Con este mensaje en las redes sociales anunciaban la presentadora Cristina Pedroche y el cocinero Dabid Muñoz el nacimiento de su hija hace algo más de diez días, pero también dejaban claro que el primer apellido que le han puesto ha sido el de su madre. Una fórmula que en España sigue siendo minoritaria y que eligen una ínfima parte de las parejas heterosexuales que tienen hijos o hijas, según los datos facilitados por el Ministerio de Justicia a elDiario.es.
El apellido del padre primero y el de la madre después sigue siendo la principal decisión a pesar de que actualmente los progenitores deben elegir en el momento de inscribir al bebé en el Registro Civil cuál poner delante. De los 2.006.859 nacimientos registrados por Justicia desde 2017 (el Instituto Nacional de Estadística registra una cifra ligeramente superior), solo 13.647 llevan el apellido de la mujer en primer lugar. No llega ni al 1% del total.
Hasta el año 2000 la norma obligaba a poner el apellido paterno primero. Solo era posible no hacerlo por sentencia judicial o recurso a través del Registro Civil, que tenía que estar justificado por causa de interés, explica el profesor de Derecho Civil de la Universitat de Barcelona (UB) Carlos Villagrasa. Aquel año se cambió la ley y se permitió hacerlo por libre voluntad, pero el paterno seguía teniendo preferencia y cambiarlo requería de más conficiones. No fue hasta enero de 2017 cuando se acabó con esta discriminación. Aquel año, según los datos de Justicia se inscribieron 2.669 niños con el apellido de la madre en primer lugar de un total de 380.026 nacimientos, en los que se incluyen también los de parejas homosexuales o monoparentales pero no afectan a este análisis.
Las cifras aportadas por el ministerio se han mantenido más o menos estables desde entonces: en 2020 fueron 2.041 anteposiciones de 330.710 nacimientos, en 2021 2.423 de 314.207 y el año pasado 2.511 de 272.301 inscripciones. Hay que tener en cuenta, explica el Ministerio de Justicia, que en estos dos últimos años faltan nacimientos al total (8.333 en 2021 y 48.310 en 2022) de los que no sabemos en cuántos se ha puesto primero el apellido de la mujer debido a que son inscripciones en el sistema DICIREG, una plataforma informática que “se encuentra en proceso de implantación” y que no registra la información sobre anteposiciones de apellido.
Aún así los datos desde 2017 atestiguan lo excepcional de la decisión. “Yo creo que hay poca información, a pesar de que la ley y toda la normativa reglamentaria del Registro Civil ha ido en la dirección de la igualdad, falta mucha pedagogía e información en cuanto a la posibilidad. Nadie les pregunta así que se sigue imponiendo la tendencia de la tradición”, cree el profesor Villagrasa.
“Sigue despertando sorpresa”
El experto explica la evolución legislativa de esta cuestión: siempre fue obligatorio el apellido del hombre primero hasta el año 2000. Poner el de la madre se convirtió entonces en una posibilidad, pero hacerlo implicaba una declaración de ambos progenitores porque se seguía dando por hecho la preeminencia del apellido masculino, plasmada en la ley: “El primer apellido de un español es el primero del padre y el segundo apellido es el primero de la madre”. La norma cambió en 2017 y ahora el Registro Civil no da por hecho ningún orden, sino que se decide. Si no hay acuerdo entre los progenitores, lo estipula el encargado de la oficina “en base al interés superior del menor”.
A día de hoy sigue explicando que Amenedo es su madre y no su padre porque todo el mundo lo da por hecho al revés
Zinnia Quirós y Cristian Rodríguez decidieron poner el apellido de ella en primer lugar a su primer hijo, Ciro, en 2015. El motivo era “la práctica política feminista” vinculada a desafiar la norma que prepondera al hombre por encima de la mujer, sostiene Zinnia. Sus siguientes dos hijos, Ava y Huma, que la pareja tuvo en 2018 y 2022 respectivamente, repiten el orden. “Es algo que sigue despertando sorpresa. Y de hecho mucha gente da por hecho que yo me apellido Rodríguez. Cuando digo que no, hay gente que se queda con el pie cambiado”, afirma.
De las primeras parejas en acogerse al cambio inaugurado en el año 2000 fueron Pilar Amenedo y Ángel Álvarez Moro, que en 2001 pusieron el orden Amenedo Álvarez a su hija Mar. “Habíamos escuchado la noticia cuando se aprobó y desde el primer instante lo tuvimos claro. Yo bromeaba de pequeña con mi madre y le decía que quería ser madre soltera para que no se perdiera el apellido y mi chico también quería primero Amenedo porque si no a la pequeña le iba a pasar lo mismo que a él en la escuela, que le llamaban Ángel Moro, obviando el Álvarez”, explica la mujer.
Al Registro Civil tuvieron que acudir los dos a inscribir a la niña porque la norma así lo exigía y el encargado de la oficina les advirtió de que “no era un capricho” poner primero el apellido materno y que “todos los hijos que tuviéramos los llevarían así”, cuenta Pilar, que recuerda cómo solían responder cuando lo comentaban las madres de otros compañeros de colegio que tenían “apellidos chulos” detrás de otros más comunes como Álvarez. “Que no tenían ni idea de que podían invertir el orden y que los padres no hubieran querido”. A día de hoy, su hija, con 21 años, “sigue explicando que Amenedo es su madre y no su padre porque todo el mundo lo da por hecho al revés y ella lo explica orgullosa”.
Hay desinformación y otra parte de mujeres que seguramente no lo hagan para evitar posibles conflictos en la pareja
La autoridad del páter familias
La socióloga de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Beatriz Ranea cree que las cifras “tienen mucho que ver con la inercia cultural y social” que sigue pesando, en la que “la figura del padre sigue siendo fundamental para el propio sistema patriarcal y para los propios hombres”. No es esta probablemente la reflexión que literalmente hagan la inmensa mayoría de las parejas a la hora de decidir los apellidos de su descendencia, pero “de forma consciente o inconsciente” sigue emergiendo “la autoridad del páter familias”, que es “la piedra angular del sistema”, opina Ranea, quien también piensa que para los propios hombres es importante “reafirmar su derecho paterno” de esta forma.
La experta apunta a que mucha gente no le da importancia y acaba imponiéndose la tradición porque “que el apellido paterno sea el primero está absolutamente normalizado”. “También hay desinformación y otra parte de mujeres que seguramente lo hagan para evitar conflictos. Consideran que quizá pueda anticipar o generar un conflicto en la pareja y que si se desvían de la norma se pueda pensar que quieren dejar fuera el apellido paterno”, añade Villagrasa.
La realidad es que el que ha quedado siempre en segundo lugar es el apellido materno. De ahí que la importancia del cambio sea “simbólica”, para Ranea. “Al final es dotar de importancia a las mujeres frente a que el hombre ocupe siempre el primer plano y reconocer prácticas que han sido devaluadas porque al final el ideal de madre en individual, abnegada y sacrificada, se exalta mucho, pero las madres en plural son muy discriminadas en muchos ámbitos. En el trabajo, en la falta de corresponsabilidad, en la falta de reconocimiento a nivel social del trabajo de cuidados...”, afirma la experta.