La cuarta ola tiene despistados a los epidemiólogos y expertos en Salud Pública. Parecía estancada o incluso en descenso, pero este jueves ha vuelto a subir ligeramente hasta los 233 casos por 100.000 habitantes. “La evolución es buena. Tenemos que estar satisfechos por haber sido capaces de responder al incremento que se venía viendo desde hace semanas, pero no se puede bajar la guardia”, advirtió Fernando Simón a comienzos de la semana. Acompañando a esta reflexión del director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, dio por hecho que “pese a la gran diferencia entre comunidades”, España había iniciado “un periodo de estabilización”.
Es cierto que la última arremetida no está siendo tan extrema como las anteriores, ya que la incidencia nacional ha aumentado 100 puntos en un mes y en este mismo periodo llegó casi a triplicarse al comienzo de la tercera ola. Aunque parece que aún no ha llegado a su pico, la cuarta presenta una cresta menos empinada que podría afianzarla en forma de “olita”, como la definió Simón. No obstante, todavía hay indicadores que inquietan a Sanidad, como el de ocupación en UCI –con una media del 23% y ocho regiones en riesgo máximo– y la incidencia en muchos municipios. Todo ello hace que esta “meseta alta” sea un fenómeno inusual al que los expertos encuentran varios elementos definitorios.
Brecha entre comunidades: de los 40 de Valencia a los 514 de Euskadi
La incidencia acumulada nacional es de 233 casos por 100.000 habitantes, “riesgo alto” según el semáforo de indicadores, pero hay comunidades que están por encima: Andalucía, Aragón, Catalunya, Madrid, Navarra, Euskadi y La Rioja están en “muy alto”, igual que las ciudades de Ceuta y Melilla, todas por encima de los 250. Este escenario desigual preocupa a los expertos, pues la gravedad de la situación a veces se disimula detrás de medias aritméticas. “Algunas han contribuido a la baja, pero sería bueno que las comunidades que la suben fueran solidarias con ellas y desescalen más lento o tomen medidas adicionales”, opina Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (SESPAS) y exdirector General de Salud Pública del Gobierno.
“Parece que estamos bien, porque la incidencia no sube en muchos sitios o lo hace de forma muy lenta, pero hay comunidades cerca de los 500 casos, que en otros momentos sería un síntoma de alarma total”, dice Quique Bassat, epidemiólogo e investigador del Instituto de Salud Global de Barcelona. El experto se refiere a Euskadi, que este jueves ha notificado una incidencia de 514, a Melilla, con 451, o Navarra, con 416. “Casi ninguna comunidad ha seguido a rajatabla el semáforo de Sanidad y hemos sufrido un efecto rebote”, piensa Javier Segura, vicepresidente de AMaSaP, la Asociación Madrileña de Salud Pública.
Por otro lado, Bassat cree que esta brecha es la prueba de que “el confinamiento perimetral por regiones funciona porque consigue aislar una autonomía de la vecina, que tiene mayor transmisión”. El epidemiólogo catalán cree que, al no representar una subida generalizada, hay riesgo de menospreciar las grandes incidencias: “Nos genera tranquilidad y no estamos haciendo gran cosa para ayudar a que baje del todo”, reconoce.
Alta ocupación en UCI desde el inicio
Otra de las razones de que esta ola se perciba como menos imponente tiene que ver con los datos de presión asistencial. Por primera vez, la ocupación hospitalaria en planta no acompaña al nivel de saturación en UCI, “alto” en 14 autonomías y de las cuales ocho están en riesgo “extremo”. “En cada ola partimos de una saturación mayor, y en esta, además, se ha juntado con el invierno, por lo que los hospitales se han visto al límite también por otros virus respiratorios”, explica Javier Álvarez, analista de datos y asesor de la Consejería de Salud asturiana.
La ocupación nacional de las UCI estaba en un 19% cuando la nueva ola empezó a formarse y ahora mismo alcanza el 23%. “Es cierto que cada vez empezamos las olas desde un nivel en intensivos mayor”, comparte Segura desde Madrid, donde este porcentaje asciende al 45%, el más alto de España. Bassat cree que la discordancia entre el indicador hospitalario y el de las UCI se debe al cambio de perfil del ingresado, como han advertido algunos intensivistas. “Son pacientes más complejos, porque aguantan más, son más fuertes, pero presentan una infección muy grave y requieren estancias más largas”, recuerda el epidemiólogo. Además, las UCI, al igual que los datos de mortalidad, son las últimas en dar información sobre una ola, por lo que los profesionales temen que todavía sigan recogiendo las consecuencias del aumento de casos.
El efecto de la vacunación
Otro de los fenómenos inéditos en la pandemia es que por fin se ha empezado a notar el efecto de la vacunación en una ola. Casi el 100% de los mayores de 80 años ha recibido la mitad de la pauta y el 72% las dos. Además, con la llegada de Janssen, se espera que la horquilla olvidada entre los 70 y 79 años experimente un acelerón, después de haber superado ya los de 60-69 en menos de una semana. Aunque no hay duda de que el aumento de la velocidad en la inmunización de los vulnerables ha tenido su impacto, los expertos piden leerlo con cautela.
“Las comunidades que están mejor en cuanto a incidencia, también tienen la población más susceptible porque sus niveles de seroprevalencia son bajos”, advierte Ildefonso Hernández, de SESPAS. “Yo siempre digo que dos terceras partes de España siguen siendo infectables”, comparte Quique Bassat. “La vacuna juega su rol, pero lamentablemente aún queda mucha gente susceptible, a la vista de las UCI”, añade. Por su parte, Javier Segura pide acordarse de la “desigualdad social”. “Hay un cierto decalaje clasista, porque ahora te vacunas solo si tienes cierta edad o cierta profesión”, dice en referencia a los profesionales esenciales que se han quedado fuera del calendario de vacunación por el momento. “Tenemos que volver a acordarnos de los cajeros de los supermercados o del personal de limpieza”, reclama.
Restricciones y respeto ciudadano
Aunque, a diferencia de sus vecinos europeos, España no endureció las restricciones de puertas para adentro en Semana Santa, el aumento de casos ha sido menor que en otros periodos de gran movilidad, como el verano, el puente de diciembre o las navidades. “Hay que agradecer a la población el papel que ha tenido en la contención”, pide Hernández. “Ha sido un éxito en muchos sitios”, diferencia. El epidemiólogo de SESPAS habla de Galicia, Murcia, la Comunitat Valenciana o Baleares, que han logrado mantener su transmisión o hasta reducirla. También es la primera vez que las medidas más estrictas se han mantenido sin horizontes, como el toque de queda o el cierre perimetral. “No se puede decir que la cosa va bien sin tomar medidas de desescalada”, reconoce el experto, para lo que pide a las comunidades con mayor incidencia “que sean generosas y no desescalen de forma rápida sin que los datos se lo permitan”.
Bassat reconoce que “la gente se ha movido menos en Semana Santa que en Navidad”, pero no cree que “la gente respete más ahora las normas que antes”. “Creo que se lo han puesto más difícil limitando el movimiento, pero también están más cansados”, piensa. De hecho, Javier Álvarez ha percibido que, dentro de Asturias, la movilidad se asemeja a la de hace algunos meses. “Se tiene la sensación de que a nivel regional es muy estricta, pero lo es a nivel local”, recuerda. De hecho, esta comunidad ha decretado un nivel extra de riesgo, el 4+, en el caso de que los indicadores de Sanidad queden por debajo. “Creo que en general se ha sido más cuidadoso a la vista del desastre anterior de salvar la Navidad”, apuesta Javier Segura, de AMaSaP.
Menor impacto de la variante británica
Por último, aunque se pensaba que la variante británica podría poner en peligro el control de esta nueva ola, los expertos le achacan más un efecto en la subida de la tercera que ahora, siendo predominante a nivel nacional por primera vez. “La ocupación del nicho ecológico por este linaje ha terminado siendo una buena noticia, porque contra ella las vacunas tienen mayor efectividad”, recuerda Segura. “Se ha impuesto debido a que es más transmisible, pero responde como nosotros queremos frente a la inmunización”, explica Fernando González Candelas, catedrático de Genética de la Universidad de Valencia e investigador de la fundación FISABIO.
Aunque aún no se ha demostrado que sea más virulenta y cause cuadros más graves, sí que parece que es más contagiosa. “Reconozco que no está teniendo el impacto terrible que vaticinábamos en esta cuarta ola”, asume Bassat. Para Ildefonso Hernández, la razón de que no se esté notando tanto su impacto es el “efecto cosecha”. “Es decir, por desgracia, la primera ola se llevó por delante a mucha gente susceptible y puede que ahora haya casos asintomáticos o leves que no están siendo detectados”, considera. En cualquier caso, ninguno de los expertos consultados se atreve a cantar victoria hasta que los datos no den una tregua real a esta “meseta alta” con pequeños picos inestables.