Los datos desmontan el mantra de los hosteleros: la prohibición de fumar no perjudica a los bares

El nuevo plan contra el tabaco del Ministerio de Sanidad ha resucitado el viejo mantra de los hosteleros de que la prohibición de fumar es perjudicial para los bares. Ha pasado cada vez que las instituciones han dado pasos para acotar el consumo de cigarrillos. Ocurrió en 2005, con la primera ley aprobada en España; continuó con mucha fuerza en 2010, cuando se prohibió fumar en interiores; y ha vuelto ahora. En 2024, el gran caballo de batalla –no solo para los dueños de los bares sino también para algunas comunidades autónomas– es incorporar las terrazas de los establecimientos como espacios libres de humo, algo que ni siquiera está concretado en el plan pero sí ha confirmado la ministra Mónica García en varias ocasiones.

La patronal nacional, Hostelería de España, sostiene que “no hay problemas de convivencia” entre fumadores y no fumadores por causa del tabaco y que la medida “complica la situación”, supondrá “para los profesionales una función de control que no les corresponde” y provocará “situaciones de confrontación con los clientes”. Sin embargo, los datos desmontan las previsiones catastróficas que el sector ha hecho en cada una de las ocasiones que se ha querido avanzar en la protección de la salud.

La Federación Española de Hostelería auguró en 2010, en plena crisis económica, que la ley contra el tabaco llevaría al sector a una caída del 10% de sus ventas y a la pérdida de 140.000 empleos. La norma entró en vigor el 2 de enero de 2011. Si se compara cómo evolucionó la facturación de la hostelería y la restauración en aquel año con lo que vendieron todas las empresas –a través de las ventas declaradas en el IVA– se confirma que la nueva legislación no cambió la curva general. Es más, lo que facturó este sector subió más que el dato general en una coyuntura compleja de la economía.

Solo un mes después de aprobarse la ley, los hosteleros se lanzaron con las primeras cifras de pérdidas. La Asociación de Empresarios de Hostelería de Málaga (Aehma) estimó que el número de clientes había caído un 40% al no poder fumar dentro de los bares, como recogió entonces la agencia Europa Press. “Decir que los bares sin humo se quedarán sin clientes es como decir que porque se permite fumar, los bares se llenan. Ni una cosa ni la otra”, aseguró entonces la ministra de Sanidad, Leire Pajín.

El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) preguntó en dos encuestas sucesivas, en 2011 y 2012, si la prohibición de consumir cigarros en bares y restaurantes había supuesto que acudieran “más que antes, igual, menos que antes” o directamente “que hubiera dejado de ir”, como anticipaba el sector.

En el gráfico de abajo está el resultado: solo un 1% aseguró que había abandonado el hábito de acudir a los bares, en torno al 65% confirmó que sus rutinas no habían cambiado y un 7% afirmó que, al contrario, desde que no se podía fumar iba más. Un porcentaje pequeño de encuestados, un 15,7%, sí reconoció en 2011 que frecuentaba menos estos establecimientos tras aprobarse la ley, aunque la proporción se redujo al 12,5% un año después.

Si miramos más en detalle, los que admitieron ir menos que antes a los bares eran prácticamente todos fumadores. Entre los no fumadores, sin embargo, hay más porcentaje de personas que empezaron a acudir más que antes (11%).

“El mantra no es nuevo. Ya pasó en 2010 y se demostró que no es así”, sostiene Carlos Rábade, coordinador del área de Tabaquismo de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), que asegura, además, que el consenso social, en este caso, va por delante de la hostelería y de la posición de algunas comunidades, reticentes a apoyar esta medida. “No es una medida ni mucho menos antipopular. No es solo una decisión apoyada por los médicos y las asociaciones de pacientes, sino por la población en general”, agrega.

Además, subraya los expertos consultados, se trata de una medida que ya se ensayó durante la pandemia con buena aceptación. Una encuesta realizada por la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc) en 2021, después de que las comunidades acordaran con Sanidad proteger las terrazas del humo como una medida contra la covid-19, reveló que tres de cada cuatro personas mantendría la medida y que esta, además, sería aceptada por el 40% de los fumadores.

El humo ambiental no solo es molesto, recuerda Rábade, sino que perjudica la salud de los fumadores pasivos. “No son medidas que nacen por invención de nadie, sino porque hay estudios científicos que respaldan que va a reducir el numero de fumadores en nuestro país. Lo decimos los neumólogos, que tenemos todos los días enfrente a personas enfermas como consecuencia del tabaquismo”, afirma.

Desde la primera ley contra el tabaco aprobada en España, en 2005, el consumo de cigarrillos se ha reducido un 53%, el impuesto sobre la cajetilla ha crecido un 122% y la recaudación ha subido un 5%.

Para el presidente del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo (CNPT), “se está dando una respuesta a algo que aún no se ha planteado” porque el plan no “te dice si vas a poder fumar en los alrededores de un colegio o en una terraza”. “Estamos desvistiendo a un santo antes de vestirlo”, asegura Francisco Pascual, que subraya que, de convertirse en ley, “no será una debacle económica porque no pasó en 2010”. “Parecía la hecatombe y el fin de la restauración y hoy a nadie se le pasaría por la cabeza la posibilidad de fumar dentro de un bar, es un disparate. No creo que nadie vaya a dejar de ir a una terraza porque se tenga que mover diez metros para fumar. Es un argumento falaz”, apunta, por su parte, José Reyes Moreno, miembro del patronato de la fundación científica de la Asociación Española contra el Cáncer y responsable de la asociación en las Islas Baleares, la última comunidad que derogó la prohibición temporal de fumar en las terrazas.

Los malos augurios con las nuevas limitaciones al tabaco han ocurrido históricamente. Y no solo en España. Un documento publicado por la Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT) a raíz del cambio legal de 2010 ya recogía que la premisa de que “va a perjudicar a los negocios” forma parte de los argumentos “universales” para oponerse a las regulaciones para la prevención del tabaquismo. A ella se suman otras dos: las prohibiciones “no son necesarias” y “van a ser imposibles de cumplir”.

La publicación hace un repaso sobre los antecedentes en otras ciudades y países que mostraban ya entonces que las previsiones alarmistas no se hacían realidad. “En la ciudad de Nueva York –donde se prohibió fumar en grandes restaurantes, oficinas y estadios hace 30 años– los augurios fueron semejantes pero los beneficios de los hoteles y el turismo en Nueva York aumentaron entre 1995 y 1999 según la New York City Convention & Visitor’s Bureau. En ese mismo periodo los beneficios declarados al fisco por los propietarios de bares y restaurantes de la ciudad de Nueva York se incrementaron en un 9%”.

En Noruega, donde la regulación llegó en 2005, “tuvo un efecto neutro”. “El 76% de los noruegos han seguido acudiendo a los negocios hosteleros igual que antes de la ley, mientras un 12% han acudido menos y otro 12% ha acudido más. Es decir, por cada cliente que pierden ganan uno nuevo”, recoge el documento.