El salón de la casa de Elena Ortega ha dejado de parecerse a cualquier otro comedor o sala de estar de cualquier otra vivienda de Vallecas, que es como decir cualquier barrio de clase obrera en cualquier ciudad de este país. Octavillas fotocopiadas, pegatinas en las que se adivina el rostro de su hijo Alfonso, pósters, cuadernos, camisetas, agendas, notas sueltas, un poco revuelto todo pero buscando su orden. Esta familia se prepara para un juicio por el que no se pelea solo en la Audiencia Provincial, también en la calle, en las redes y en el salón de casa.
Pelear se pelea en cualquier pared donde un activista pinta con espray “Alfon libertad”, aunque le detengan por ello. Pero ganar es diferente. Alfon piensa que “el juicio se gana el día del juicio”. Y ese día es el próximo 18 de septiembre. Este madrileño de 23 años se enfrenta a una acusación de tenencia de explosivos por el que la fiscalía pide cinco años y seis meses de prisión.
El 14 de noviembre de 2012, jornada de huelga general, Alfon Fernández y su novia, Daira Cros, fueron detenidos por tres policías de paisano. Según relató a eldiario.es, un policía secreta sacó de entre los matorrales una bolsa y le preguntaron al joven dónde iba con “eso”. Mostró el policía el contenido, que Alfon definió en la entrevista como “una especie de artefacto casero” del cual no sabía nada. Fueron llevados a comisaría, retenidos allí 17 horas e interrogados duramente. Después registraron su casa con él presente. Siete policías encapuchados revolvieron este mismo salón en el que ahora estamos. Elena les preguntaba “¿pero qué buscáis aquí?, ¿no veis que aquí no hay nada?”. Aún, hace casi dos años, este sí era un salón como otro cualquiera.
Dos meses incomunicado en prisión
Un par de días después de la detención, Alfon ingresó en la cárcel de Soto del Real (Madrid). Una semana después, le aplicaron el régimen FIES-5, que supone una vigilancia constante, con restricción de movimientos y control de las comunicaciones. Así pasó 56 días. El 9 de enero fue puesto en libertad con cargos, cuando la jueza recibió un esperado informe policial que no servía para sostener su permanencia en prisión más tiempo.
Para Alfon, lo suyo será un juicio político. Ha depositado la poca o mucha confianza que pueda tener en el sistema judicial en el trabajo de su abogado, Erlantz Ibarrondo, el mismo letrado que defendió a la familia de Carlos Palomino. Carlos, también vallecano, fue asesinado en 2007. El hombre que le asestó la puñalada fue condenado a 26 años por asesinato con agravante de odio ideológico: se trataba de un neonazi atacando a un antifascista.
La policía no pudo aportar huellas de Alfon en la bolsa o su contenido y, finalmente, es la palabra de los agentes contra la del acusado. “Aunque el testimonio de los policías no tiene presunción de veracidad” explica Ibarrondo a eldiario.es, “sí que es cierto que el día a día de los juzgados hace denotar un sentir latente de que tienen más fuerza que el testimonio del ciudadano común”. Si la acusación de Alfonso Fernández es un “montaje policial” como sostiene su entorno es, para el abogado, algo sobre lo que “cada uno sacará sus propias conclusiones una vez termine el juicio”. Ibarrondo defenderá la inocencia de Alfon.
Desde su detención, “Alfon libertad” es una proclama que significa más que el caso de Alfon y que alude a la constante presión de detenciones e identificaciones policiales que viven los colectivos militantes y barrios como el de Vallecas. Pase lo que pase tras el juicio, el objetivo de Alfon es el mismo: “a estudiar”. Dentro de la cárcel o fuera. Para todos los demás, los que no son él pero están con él, los objetivos sí serán diferentes. Desde su entorno indican que una condena, tan “evidentemente injusta”, se convertiría en un “revulsivo”.