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Un documental muestra con archivos inéditos 'fake news' del franquismo que aún perduran

Millán Astray y Franco, fotograma del film

Olga Rodríguez

12 de noviembre de 2020 22:02 h

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El general Mola llevaba tiempo planeando el golpe militar, los golpistas manipularon entrevistas, documentos y fotografías para expandir su propaganda, persiguieron a intelectuales y maestros, destruyeron libros, censuraron obras. Todo se sabe en mayor o menor medida, pero ahora un documental ofrece nuevas claves, con algún documento inédito, para mostrar la manipulación de los franquistas y el clima de terror que crearon para someter a la población y al propio Miguel de Unamuno.

El filme desvela aspectos poco conocidos de la vida del escritor y de su muerte, cuestionando la versión oficial e insinuando que el candidato al Nobel pudo no fallecer por causas naturales.

La persona que estaba con Unamuno cuando murió

Siempre se ha dicho que la persona que acompañaba a Unamuno cuando éste murió un 31 de diciembre de 1936 en el salón de su casa de Salamanca era un amigo, un discípulo, un antiguo alumno. El documental Palabras para un fin del mundo, que se estrena este viernes en cines, desmonta esa versión.

“Bartolomé Aragón no era ni amigo, ni ex alumno, ni discípulo. Era un falangista, y no cualquiera”, explica Manuel Menchón, director del film, en conversación con elDiario.es.

Aragón, la única persona presente cuando Unamuno fallece, venía de dirigir el diario La Provincia de Huelva; allí coordinaba el área de Prensa y Propaganda del régimen y era jefe de Falange en la zona. De las 25.000 cartas que se conservan de Unamuno ninguna lo nombra. Tampoco figura un expediente de Aragón como exalumno en la universidad de Salamanca, la única en la que dio clase el escritor. La película desvela que estudió en la Universidad de Pisa, donde quedó marcado por la figura de Mussolini y la cultura fascista. Y el diario que dirigió en Huelva incluyó en más de una ocasión traducciones de discursos de los nazis Goebbels y Göring.

Aragón llegó a Salamanca cinco semanas después del enfrentamiento de Unamuno con Millán Astray en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca y se fue poco después de su muerte. ¿A qué acudió a la ciudad entonces? “Fue reclamado para su puesto de profesor en Salamanca y participó en la depuración de maestros”, relata el director. “Y fue a visitar a Unamuno a su casa, donde nunca había estado antes. Y en esa visita es cuando Unamuno muere. Y se va de la ciudad poco después, al frente de Bilbao”, añade.

El enfrentamiento con Millán Astray

La película pone el foco en la secuencia de los hechos a partir del incidente del Paraninfo. Guiándose por unas cuartillas halladas recientemente por los historiadores Jean-Claude y Colette Rabaté, escritas por el profesor Ignacio Serrano, que asistió al acto, así como por escritos del propio Unamuno –en cartas a un amigo siempre habla de “enfrentamiento”– el filme reconstruye con más detalle lo ocurrido.

Ese día el escritor dijo que “vencer no es convencer, conquistar no es convertir y eso que algunos llaman sin fundamento la antiEspaña es tan España como la otra. El mayor peligro es que la ramplonería iguale a los dos bandos. Para mí es tan español como nosotros el filipino Rizal, que se despidió del mundo en español…”. A partir de ahí sus palabras fueron interrumpidas.

Tras ello, tomó la palabra Millán Astray, fundador de la Legión y jefe de Prensa y Propaganda de los golpistas: “Los catalanistas morirán y ciertos profesores que pretendan enseñar teorías averiadas también morirán. Muera la intelectualidad traidora, viva la muerte, viva Franco, viva España”.

“Es importante haber podido reconstruir esto que mucha gente pensaba que era una fábula sin más, porque hay cierto sector de nuestra sociedad que niega todo aquello, ese enfrentamiento entre la razón y la brutalidad”, reflexiona Menchón.

El castigo

Aquel incidente tuvo consecuencias objetivas inmediatas. Al día siguiente el jefe de Falange en Burgos escribió al hijo de Unamuno advirtiéndole de que sería conveniente que su padre no saliera a la calle porque podrían matarlo. A partir de ese momento el escritor vivirá confinado en su casa. Fue destituido como alcalde honorario y dos días después del enfrentamiento en el Paraninfo el claustro de la universidad le retiró su apoyo como rector.

Seis días después Millán Astray, en un discurso en el cuartel de requetés de Salamanca, “amenazó de muerte” a los intelectuales que no estuviesen en favor del régimen, y pocos días más tarde Franco en persona firmó la destitución de Unamuno como rector. El 23 de octubre su amigo y discípulo Salvador Vila fue asesinado con otras 28 personas por los golpistas y en diciembre “en un BOE de la zona ocupada se dictamina literalmente que hay que exterminar y erradicar a profesores e intelectuales que no estén a favor del golpe”.

“La gran pregunta aquí es por qué no se ha situado hasta ahora la muerte de Unamuno en el contexto de exterminio y arrase contra profesores e intelectuales. Unamuno fue de los primeros en denunciar la propaganda de los fascistas y terminó siendo víctima de ella”, subraya Menchón.

La viuda de Salvador Vila, Gerda Leimdörfer, que era judía, fue obligada a abjurar de su religión y a bautizarse en el cristianismo con el nombre de María de las Angustias. Poco después fue asesinado otro buen amigo de Unamuno, el cura protestante Atilano Coco.

El día de la muerte

Hay más. En aquellos días Unamuno escribió que temía por su vida. Así ha quedado reflejado en unas cuartillas halladas entre sus escritos y en una carta dirigida a un amigo: “Si me han de asesinar como a otros, será en mi casa”.

El día 31 de diciembre el rector de la universidad, amigo de Unamuno, quedó a tomar un café en un bar con Bartolomé Aragón, el falangista, que nunca había estado en casa del escritor. Acordaron ir juntos a visitarlo, pero en el último momento el rector se descolgó del plan. A partir de ahí las versiones ofrecidas por el propio Aragón son confusas. En alguna ocasión se dijo que la excusa para acudir al hogar de Unamuno era que el falangista quería mostrarle un ejemplar del diario que dirigía en Huelva. Otra versión habla de que quería enseñarle un informe sobre el fascismo italiano. “Ambas cosas resultan cuanto menos raras, porque Unamuno despreciaba el fascismo, fue uno de los fundadores del Comité antifascista en España en 1933”, indica Menchón.

"Se presentaron falangistas en el velatorio, cogieron el cadáver y se lo llevaron sin más, sin permiso, y tras ello vino la manifestación fascista. Se apoderaron de él hasta el final, no solo del cuerpo, presentándolo poco más que como un fascista"

Miguel de Unamuno nieto del escritor

En el salón de la casa Unamuno y Aragón, solos, conversaron. Aurelia, la sirvienta, oyó algún grito. Poco después, escuchó a Aragón gritar: “Yo no lo he matado”.

Los documentos se contradicen sobre la hora de la muerte y el propio Aragón escribió el relato de la misma, que se lo entregó mecanografiado al historiador Ramos Loscertales, convirtiéndose en la versión oficial, hasta hoy.

“La última persona que vio con vida a Unamuno era de Prensa y Propaganda, un falangista, y las personas que secuestraron su cadáver al día siguiente, que se lo llevaron sin pedir permiso a la familia, eran de Prensa y Propaganda también. Tras ello le hacen un funeral propagandístico. En las fotos del mismo no hay ningún amigo de Unamuno y solo en una de ellas hay un familiar, un hijo, que aparece a lo lejos”, denuncia el director de Palabras para un fin del mundo.

Miguel de Unamuno, nieto del escritor, lo explica así: “De pronto se presentaron falangistas en el velatorio, cogieron el cadáver y se lo llevaron sin más, sin permiso, y tras ello vino la manifestación fascista dramatizada. Se apoderaron de él hasta el final, no solo del cuerpo, sino del uso propagandístico que hicieron, presentándolo poco más que como un fascista”.

Las últimas palabras de Unamuno

La versión oficial, diseñada por el régimen y que ha llegado hasta hoy, cuenta que las últimas palabras de Unamuno antes de morir fueron “España se salvará porque tiene que salvarse” y “Dios no puede abandonar España”. Ambas afirmaciones se asemejan mucho a las frases que Bartolomé Aragón recitaba “en sus autos de fe en Huelva, en actos de quemas de libros que realizaba como una especie de misas negras, con recitales incluidos”, indica Menchón. En ellos clama: “Dios por la salvación de España”.

“Él, un falangista, manipulador, jefe de Propaganda en Huelva, fue quien contó al mundo qué había dicho Unamuno antes de morir, presuntamente. Como mínimo toca ponerlo en duda”, reflexiona Menchón.

El “impuesto revolucionario”

El largometraje también expone dudas sobre la “donación” que Unamuno realizó presuntamente a los golpistas, una cantidad de 5.000 pesetas según la prensa castellana, de 15.000 pesetas según un diario de la ultraderecha francesa, y de 50.000 pesetas, según el diario La Provincia de Huelva, precisamente el que dirigía Bartolomé Aragón. Las dudas radican en el hecho de que Unamuno andaba mal de dinero en aquella época, y así lo expone en algunas de sus cartas. Tenía siete hijos, varios vivían a su cargo y solo disponía de su pensión.

“Está bastante claro que mucha gente no donaba aquello por voluntad propia. Hemos hallado cartas de extorsión en las que los golpistas exigían dinero o posesiones a la gente. En el caso de los funcionarios directamente se lo retiraban de la paga o de la pensión. Y en otros casos, cuando alguien notable no disponía de dinero, eran empresarios locales los que entregaban una cantidad determinada en nombre de una firma importante, como podía ser Unamuno”, explica Menchón, quien subraya que en la película se muestran cartas de extorsión exigiendo lo que él denomina “un impuesto revolucionario al estilo de ETA”.

El baile de cifras en la presunta cantidad de dinero entregada por Unamuno al régimen, así como el hecho probado de que no disfrutaba de una buena situación económica en aquella época apuntan a que también en este asunto pudo haber un uso de su nombre en beneficio de la propaganda golpista. Ante ello, cabe preguntarse por qué no reaccionó Unamuno públicamente. La respuesta es evidente para Menchón: el terror instalado en Castilla y León en aquellos días maniató y amordazó a miles de personas que temieron por su vida o por la de sus seres queridos.

La Alemania nazi, contra Unamuno

Otra de las creencias mantenidas es que Unamuno no obtuvo el Nobel por haber acudido a un mitin de Primo de Rivera. “Esto ha perdurado hasta ahora porque el régimen secuestró la figura de Unamuno, cuando lo cierto es que siempre fue antifascista. El Gobierno alemán nazi coaccionó al de Suecia en un intento para que no le dieran el premio. Los alemanes hacían seguimiento de Unamuno desde 1933, hay documentos en los que escribieron de él que era cabeza visible del Comité antifascista y uno de los promotores contra lo que llamaban las nuevas ideas”. Unamuno no recibió el premio: la categoría de Literatura fue la única que quedó desierta en 1935. Solo había ocurrido algo similar una vez anterior, en aquella ocasión a causa del estallido de la I Guerra Mundial.

En cuanto a la presencia del escritor en el mitin de Primo de Rivera, la secuencia de los hechos fue la siguiente: “Primo de Rivera, que admiraba a Unamuno, fue a su casa a saludarlo. Hubo tensión en el ambiente. Le invitó a ir al mitin, y él rechazó la oferta. Primo de Rivera se fue y ahí quedó todo. Según cuenta su propia familia, al cabo de un rato el escritor decidió ir, por curiosidad, a mitin empezado ya y se fue antes de que terminara. Y a los dos días escribió un artículo atacando a Primo de Rivera. Pero libros de historia mantienen que no obtuvo el Nobel por apoyar el fascismo, cuando es falso. Me fascina que nadie se haya extrañado”, explica Menchón.

El terror y la manipulación

Cuando a Menchón se le pregunta qué hallazgo le ha dado más claves, no duda en contestar: “El terror. El nivel de terror en el que vivía la gente. He visto documentos y fotografías en archivos que me han provocado vómito, literalmente, y que darían para otra película. Ese terror me ha ayudado a entender todo, cómo Franco ganó. Dejaron claro con sus actos que querían aniquilar moralmente al enemigo, y así ocurrió, los que sobrevivieron fueron aniquilados, barridos”, señala.

Y añade: “Eso explica que se haya contado la historia así y que en ciertos sectores hoy en día surja resquemor cuando se cuenta de otro modo. Yo no soy historiador ni quiero serlo, pero como ciudadano y cineasta he querido investigar. Me sorprende que me hayan dado un toque desde ciertos sectores. No quiero guardar archivos en un cajón como deduzco que otros han hecho, porque no soy el más listo del barrio, y en 85 años ha habido sobrado tiempo para encontrar y contar”.

Señala que “la historia no es una canción pop que repites y ya. La historia se cierra en una dictadura. Y en una democracia, cuando hay documentos, hay que reescribir la historia, sobre todo cuando quienes la han contado son los ganadores”.

Ese relato que perdura hoy en día aún, el de los ganadores, trufado de propaganda y manipulación, fue la causa que movilizó a Menchón a buscar en los archivos y a realizar el documental. Todo empezó cuando leyó un libro de texto de su hija, de la asignatura de Historia, en el que aún se emplea la terminología del régimen: rojos y nacionales.

“Esos relatos y esos términos han quedado hasta hoy. Y cuando los cuestionas, hay reacción. Estoy encontrándome con algunos supuestos popes de la historia y la cultura que, sin haber visto la película, la atacan. Esto solo da para otro documental”.

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