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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Ecos de Navidad: la séptima ola y las vacaciones de verano disparan la venta de test COVID

Es como haber vuelto a diciembre. La conjunción de la explosión de la séptima ola, aunque sea una ola hasta cierto punto silenciosa, junto al arranque de las vacaciones de verano –entonces las Navidades– han disparado la venta de autotest COVID.

Hace tiempo que los servicios sanitarios dejaron de rastrear la enfermedad, si no de manera premeditada, sí de facto, y los ciudadanos se buscan la vida para autodiagnosticarse y gestionar la COVID. El resultado: la venta de estos dispositivos se acelera, según varios actores del sector. La consultora IQVIA, especializada en el campo farmacéutico, sostiene que se ha duplicado en las últimas tres semanas. La empresa Cofares, dedicada a la distribución de productos sanitarios, explica que la demanda ha subido un 120% en lo que va de mes respecto al anterior, y el laboratorio vizcaíno Biolan ha multiplicado por diez la venta de test a farmacias.

Las cifras absolutas no han llegado aún a los niveles de las pasadas navidades, cuando hubo una explosión en las ventas que llegó a agotar el stock y convirtió lograr hacerse con un test en toda una epopeya en ciertos sitios. En la última semana de la que hay datos consolidados, la que fue del 27 de junio al 3 de julio, se han vendido 4,2 millones de test por toda España. En lo peor del pasado invierno, tras las vacaciones navideñas y las múltiples reuniones que llevan aparejadas, se vendieron 10 millones de unidades en la tercera semana de enero. Ahora estamos en menos de la mitad, pero el dato crece casi un 40% semanal en el último mes.

Las comunidades autónomas donde mayores subidas se han registrado de una semana para otra son Navarra (66% más), Castilla y León y Aragón (ambas, con 61%) y la Comunitat Valenciana (60% más), según IQVIA. En Galicia (26%) e Islas Baleares (33%) es donde menos ha subido.

La responsabilidad, a ciudadanos y empresas

Los ciudadanos ya han asumido que diagnosticarse la COVID es cosa de cada uno. El 93,8% de la gente considera que contar con estos elementos de autodiagnóstico contribuye a sobrellevar la situación y a tomar el control de la enfermedad, según Cofares. Cuatro de cada diez incluye los test como parte del botiquín habitual de forma regular. La administración se ha desentendido del día a día de la pandemia.

Hay expertos que critican esta estrategia de privatización. “Se ha delegado la responsabilidad del control de la pandemia en los ciudadanos, médicos y empresas”, critica Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). “El Gobierno central primero descentralizó en las comunidades autónomas. En un segundo paso, las comunidades se pusieron de acuerdo, con el Ministerio de Sanidad a la cabeza, para liberalizar todo y olvidarse de la pandemia”, reconstruye la sucesión de eventos.

Es el ciudadano quien, a través de los síntomas, se tiene que hacer un test, y después, a través de esos test y sus síntomas, se delega otra vez, ahora en el médico, que tiene que decidir si le da la baja

De esta manera, continúa, “es el ciudadano quien, a través de los síntomas, se tiene que hacer un test, y después, a través de esos test y sus síntomas, se delega otra vez, ahora en el médico, que tiene que decidir si le da la baja. Porque hay empresas que han tomado decisiones muy controvertidas, como insistir que los trabajadores vayan a trabajar aunque tengan síntomas”, sostiene. “La autoridad sanitaria se ha desinhibido, se ha hecho un apagón de competencias”.

“Al Sistema Nacional de Salud le va bien porque no se satura, pero [esta delegación de la responsabilidad] contribuye a la desigualdad ante el manejo de la enfermedad”, explica Ildefonso Hernández, catedrático de Salud Pública y portavoz de Sespas (Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria).

“Un factor a considerar es el acceso a las pruebas y su interpretación”, expone. Respecto a lo primero, el epidemiólogo recuerda que aunque el Gobierno limitó en enero el precio de los autotest a un máximo de 2,94 euros “hay personas que no se lo pueden permitir, por barato que parezca. En términos relativos puede ser caro para alguien”.

El uso e interpretación de los resultados de los test tampoco acaba de ser dominado por la población general, opina Hernández. “No es tan fácil como parece. Por el momento en el que te haces la prueba y cómo interpretas los resultados puedes tener un falso negativo y exponer a personas vulnerables. Yo compruebo en mi entorno que gente con una alfabetización sanitaria alta no controla estas cosas, la respuesta a todo suele ser 'hazte un test', y por ejemplo con las nuevas variantes hay que considerar que los antígenos dan positivo más tarde”, reflexiona.

Minimizar lo ajeno, valorar lo propio

Armenteros cree que en este contexto “han subido los test porque las personas se sienten indefensas”. “No hay mucha confusión, las probabilidades de tener una infección respiratoria que no sea COVID es muy pequeña ahora mismo. Y todo el mundo quiere saber si tiene COVID, porque aunque lo minimizamos cuando lo tienen demás, cuando eres tú te entra el temor a ser ese caso entre un millón que le da un trombo o que tiene COVID persistente. Y te haces un test. Y como los positivos tardan más en aparecer pero los síntomas son más graves, te haces más test”, elucubra.

Al Sistema Nacional de Salud le va bien porque no se satura, pero contribuye a la desigualdad ante el manejo de la enfermedad

Este médico considera que ni siquiera está sirviendo para descongestionar tanto la Atención Primaria porque “para dar las bajas hay que hacer un test en el sistema sanitario, de manera que da igual el positivo en casa”, explica.

Lo más grave para este sanitario es el apagón informativo en cuanto a la información que se recopila y ofrece sobre la pandemia. “Ocultarlo para que no se sepa la dimensión que tiene. Nadie sabe los positivos en general, los positivos entre sanitarios y una cosa tan importante como las reinfecciones. Y estamos viendo que la variante BA5 está provocando muchas más”, advierte.

Hernández sí considera que hay algo positivo en todo esto: “El hecho de que las farmacias participen en la provisión de test en sí no es negativa, de entrada”. No obstante, también opina que estas “podrían asesorar o explicar mejor” ciertas cuestiones técnicas, aunque esta cuestión la considere un déficit transversal: “Seguramente sería necesario disponer de unas indicaciones tanto por las consejerías de sanidad como por el ministerio de unos materiales de fácil acceso y unas explicaciones sencillas”.

Otra cosa es que para el futuro, y dada la importancia de tener una vigilancia de salud pública de calidad, habrá que ver cómo se organiza para que las farmacias comunitarias participen en el entramado de vigilancia de salud pública de una forma que implique suficiente cobertura.