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El “efecto Francisco” llega un año después a la Iglesia española

Ricardo Blázquez, momentos antes del inicio de la Asamblea Plenaria de prelados españoles en 2007. EFE/J.J. Guillén

Jesús Bastante

“Don Ricardo puede ser el papa Francisco que necesita la Iglesia española”. Exactamente un año después de que los vientos de reforma llegaran al Vaticano, la primavera parece asomarse entre las rendijas de los católicos de nuestro país. El tiempo del cardenal Rouco ha tocado a su fin, y lo ha hecho de modo rotundo: sin apenas tiempo de despedidas o reconocimientos, los obispos buscaron un “Papa Francisco” entre los suyos.

Y, aunque parezca mentira, encontraron dos, que harán tándem en la presidencia y vicepresidencia de la Conferencia Episcopal: Ricardo Blázquez y Carlos Osoro. El primero, presidente, el teólogo, el hombre serio y responsable; el segundo, vicepresidente, el hombre afable y extrovertido que se detiene en la calle a escuchar los problemas de la gente. La mente y el alma de Francisco en los nuevos líderes de la Iglesia española. Francisco lee los libros de Blázquez y a Osoro le acaba de llamar “el peregrino”, porque siempre está pastoreando en la calle y a pie de obra.

Como sucediera el 13 de marzo de 2013 en la Capilla Sixtina, los obispos españoles se hicieron este miércoles el “hara-kiri” para tratar de evitar que la imagen de la Iglesia española continuara cayendo en picado. Y erradicaron todo rastro de la herencia del cardenal Rouco Varela. Ricardo Blázquez lo anunció en su presentación: busca una Iglesia que sea “casa de puertas abiertas”. No hay que esperar un cambio radical en la doctrina –como tampoco en el caso del Papa Bergoglio-, pero sí un modo completamente distinto de presentarse ante la sociedad.

Se acabaron las manifestaciones, las declaraciones agrias, las condenas extemporáneas. Se seguirá defendiendo la vida, pero todas las vidas: también las de los pobres, los niños soldados o los inmigrantes. El propio Blázquez, aseguran sus allegados, medió directamente con las autoridades para evitar que un joven senegalés no fuera arrebatado de un CIE y reenviado en avión a su país.

El equilibrio del tándem Blázquez - Osoro

Es Blázquez hombre cercano, aunque comedido. A sus 72 años, este abulense es un “rara avis” dentro de un grupo de obispos acostumbrados a vivir en palacios o manejarse en coche oficial. El arzobispo de Valladolid conduce su propio utilitario y no tiene móvil. Y, lo que es más importante, sabe “hacerse” del lugar al que es enviado.

Ya le sucedió en Bilbao –donde Arzalluz le recibió con el famoso “un tal Blázquez”, y acabó siendo un eje imprescindible para la pacificación de Euskadi-, y en su anterior etapa en la Conferencia Episcopal, donde pese a las trabas impuestas por el derrotado Rouco Varela, logró llegar a acuerdos sólidos con el Gobierno Zapatero. Con un estilo dialogante y basado en el consenso. La noche y el día respecto al autoritarismo del cardenal de Madrid.

A su lado, Carlos Osoro representa el futuro inmediato. Con 69 años, el actual arzobispo de Valencia es reconocido por todos como el “Francisco español”. Un huracán mediático, trabajador incansable y con las ideas muy claras acerca de lo que necesita la Iglesia española, la tarea de Osoro será la de promover la alegría entre unos obispos, los españoles, demasiado relacionados con la oscuridad. El prelado santanderino se revela como el principal candidato a suceder a Rouco Varela en el Arzobispado de Madrid.

No cabe duda de que el tándem Blázquez-Osoro cuenta con todas las bendiciones del Papa. Ambos fueron recibidos recientemente por Francisco, quien demostró que conocía sus capacidades –y sus actividades- al dedillo. Aunque Roma no ha dado una consigna directa, pocos dudaban de que Bergoglio apostaba por este estilo pastoral.

Los afines a Rouco se quedan al margen

Los grandes derrotados de esta histórica jornada para la Iglesia española son los afines al sector rouquista, que aun en plena retirada contaba con numerosísimos apoyos. Una derrota que se plasma en la configuración del propio Comité Ejecutivo, donde Rouco sólo ha podido ubicar –además de a sí mismo, pues el arzobispo de Madrid cuenta, por estatutos, con un sillón en el máximo órgano deliberativo- al arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, su gran candidato para sucederle.

En cambio, el sector más aperturista ha elegido a los arzobispos castrense –Juan del Río, uno de los muñidores del cambio en la Conferencia Episcopal- y de Santiago, Julián del Barrio, un obispo sensato y poco dado al conflicto. Junto a ellos, el portavoz, José María Gil Tamayo, sin lugar a dudas el “hombre del Papa” para la comunicación de la Iglesia española.

¿Qué esperar del futuro? Moderación, puertas abiertas, colegialidad y un objetivo muy claro: pasar de la doctrina al Evangelio y de la Iglesia del no a la del sí. Lo dejó patente en su comparecencia el nuevo presidente, al que se le nota mucho más suelto que en su anterior etapa como inquilino de Añastro, la Casa de la Iglesia. Ya no tiene hipotecas, cuenta con un secretario de su misma cuerda, José María Gil, y su antiguo padrino y hoy adversario, está a unos meses de despedirse definitivamente del Comité Ejecutivo y de la sede madrileña. Un año después, el “efecto Francisco” llega a la Iglesia española.

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