En la pared oeste de la cámara que contiene la tumba de Tutankamón hay una pintura que representa doce babuinos en cuclillas que dan la bienvenida al faraón antes de su viaje al más allá. A menos de un kilómetro de allí, al oeste de Luxor, se encuentra el conocido como Valle de los Monos (Gabbanat el-Qurud), llamado así porque en 1905 los egiptólogos franceses descubrieron decenas de restos de estos animales. Pero los babuinos no viven en Egipto, sino miles de kilómetros más al sur: ¿qué estaban haciendo aquellos monos allí, tan lejos de su casa?
Numerosos investigadores han analizado desde entonces los babuinos momificados encontrados en tumbas egipcias mediante pruebas isotópicas y genéticas para determinar su origen, pero la información sobre sus condiciones de vida y transporte sigue siendo escasa. En un trabajo publicado este miércoles en la revista PLOS ONE, el equipo de Wim Van Neer, del Real Instituto Belga de Ciencias Naturales, ha examinado con detalle los restos óseos de los 36 babuinos momificados encontrados en Valle de los Monos en 1905 y guardados desde entonces en la colección del Museo de Historia Natural de Lyon.
Las lesiones, deformaciones y otras anomalías que aparecen en estos especímenes de diferentes edades y sexos, y fechados entre el 800 y el 500 a. C., les llevan a concluir que la mayoría no fueron traídos expresamente desde los territorios en que vivían libremente, sino criados en cautividad. Y lo más impactante: sufrían malnutrición y falta de luz solar, lo que les produjo cuadros de raquitismo.
Un simio llegado del sur
Durante más de un milenio, desde el siglo IX a.C. hasta el IV d.C., los antiguos egipcios veneraron y momificaron diversas especies animales con fines religiosos. Los ibis y los babuinos, en concreto, representaban al dios Thot, pero los primates constituyen la única especie no nativa que aparece en el repertorio de animales sagrados del antiguo Egipto. Algunos textos funerarios describen a este simio como el hijo mayor o más querido de Ra y el Libro Egipcio de los Muertos recoge esta oración para el tránsito a la otra vida: “He cantado y alabado al disco solar. Me he unido a los babuinos y soy uno de ellos”. Y, sin embargo, no se sabe mucho sobre cómo se adquirieron y mantuvieron estos monos sagrados.
“Hemos demostrado que había dos especies de babuinos que eran venerados en Gabbanat el-Qurud, no sólo el famoso babuino hamadryas, sino también el babuino oliva”, explica Wim Van Neer a elDiario.es. “Estos animales no viven en Egipto y fueron importados con fines religiosos de dos regiones diferentes (el valle del Nilo sudanés para el babuino oliva y el Cuerno de África o la parte suroeste de la Península Arábiga para los hamadryas)”. Los autores señalan que se observan condiciones parecidas en restos de babuinos de otros dos sitios de edad similar, Saqqara y Tuna el-Gebel, lo que sugiere un modo bastante consistente de mantenimiento en cautiverio en los tres sitios.
La vida no era fácil para los babuinos sagrados de Egipto, según los autores
Las pruebas indican que los animales estuvieron en cautiverio durante varias generaciones en condiciones que no eran las ideales. “Cuando examinamos los huesos largos, vemos que están muy doblados, que es típico del raquitismo”, asegura Bea De Cupere, coautora de la investigación. “Entre estos 36 individuos solo cuatro estaban sanos, los demás presentaban signos de deformación y muestras de enfermedades metabólicas que son típicas de animales que mantienen en cautividad y con una alimentación que no es adecuada”. En resumen —escriben los autores—, los trastornos metabólicos apuntan a una combinación de desequilibrios de nutrientes y hormonas, desnutrición crónica y las condiciones adversas de una vida en cautiverio que ofrece pocas oportunidades de exposición al sol. “La vida no era fácil para los babuinos sagrados de Egipto”, sentencian.
Apartados del sol
¿Cómo se explica que trataran así de mal a animales que consideraban sagrados? “Creo que las intenciones eran buenas”, responde Van Neer. “Probablemente intentaron cuidarlos bien, pero esto no debió de ser fácil. Los babuinos son buenos escaladores y, por lo tanto, probablemente se los mantenía en edificios o recintos con paredes altas para evitar que escaparan. Y, debido a la falta de luz solar desarrollaron los trastornos metabólicos que vemos hoy, principalmente raquitismo”. “Hemos hecho un análisis isotópico que nos dice que tomaron una dieta variada, así que probablemente les daban suficiente comida, pero no la adecuada para ellos”, añade De Cupere desde su despacho en el Real Instituto Belga de Ciencias Naturales. “Probablemente los cuidaban tan bien como podían, pero no tan bien como era necesario”.
Los babuinos son buenos escaladores y, por lo tanto, probablemente se los mantenía en edificios o recintos con paredes altas para evitar que escaparan
Esta vida a la sombra de los babuinos es especialmente llamativa si tenemos en cuenta el posible origen de su relevancia en la cultura egipcia: algunos especialistas señalan que empezaron a ser considerados sagrados porque a menudo se colocan en grupo frente al sol para regular su temperatura, un gesto que los antiguos egipcios pudieron interpretar como una actitud de adoración al dios Ra.
“Es difícil conciliar este trato a los babuinos con su estatus sagrado entre los antiguos egipcios”, reconoce el primatólogo estadounidense Nathaniel J. Dominy, que no ha participado en este trabajo, pero es uno de los mayores estudiosos de estas momias. Aunque parece que estos hallazgos demuestran que hubo “condiciones de cautiverio penosas y cierto grado de castigo físico”, el investigador considera que debemos tener cuidado de evitar imponer nuestros sistemas de valores. “Deberíamos reservarnos el juicio y reconocer el tremendo esfuerzo que supone importarlos a Egipto desde lugares tan lejanos”, asegura.
En términos prácticos, las condiciones de cría de los babuinos no debieron ser sencillas debido a su agresividad, como ilustran los caninos limados de muchos de estos ejemplares momificados. “En algunos de los cráneos encontrados en otros lugares, los caninos, que son muy largos, fueron extraídos”, señala De Cupere. “Se los quitaban porque estos animales son muy peligrosos y se hacían muy grandes; no querías tener una experiencia desagradable con ellos”. En cualquier caso, advierte Van Neer, no hay señales de huesos rotos que sugieran que los animales fueron maltratados físicamente, salvo la superficie hinchada de uno de los cráneos que muestra que el animal recibió un golpe en la cabeza y que constituye una excepción (en otro trabajo paralelo, algunos de los coautores sí han encontrado pruebas de maltrato físico en los gatos, por ejemplo).
Este trabajo puede informarnos sobre la fascinante relación e interacciones entre humanos y animales salvajes desde la antigüedad hasta hoy
Gisela H. Kopp, investigadora del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal y otra de las grandes expertas en este tema, cree que este nuevo estudio proporciona información fascinante sobre la vida de los babuinos cautivos en el antiguo Egipto. Entre lo más destacable, a su juicio, está haber mostrado que los egipcios tuvieron que afrontar las dificultades de mantener animales salvajes en cautividad mediante una dieta adecuada y las condiciones ambientales. Y también el hallazgo de una osteopatía del cráneo, que lograron documentar en varios babuinos modernos criados en zoológicos, pero no en babuinos salvajes. “Por lo tanto, este trabajo puede informarnos sobre la fascinante relación e interacciones entre humanos y animales salvajes desde la antigüedad hasta hoy”, señala.
“Eran como avatares, cada dios tenía su avatar en forma de animal”, explica De Cupere. “Los mantenían vivos en cautividad y cuando morían los momificaban, no hemos encontrado indicaciones de que los mataran”. En algunos lugares ponían las momias en ánforas y eran ofrecidas al dios Thot, pero siempre en sitios muy concretos. “Los ibis eran momificados en enormes cantidades, igual que los perros y los gatos”, precisa la investigadora. “En el caso de los babuinos, eran mucho más raro, por eso solo hay tres lugares en Egipto donde los encontramos”.
“Granjas” de babuinos
¿Dónde se criaron estos babuinos sagrados? ¿Estaban las ‘granjas’ para su cría cerca de los templos? ¿En qué número? Hay muy poca información disponible sobre las características físicas reales de las estructuras en las que los babuinos pudieron haber estado confinados, reconocen los autores. Para Gabbanat el-Qurud, no hay evidencia textual o arqueológica de ningún edificio u otra estructura. Para Tuna el-Gebel se ha descrito una posible “jaula para animales” de 2 por 3 metros hecha de losas de piedra caliza y una pequeña ventana con cerradura a través de la cual quizá se pudiera observar y alimentar a los animales encerrados.
Estos hallazgos demuestran que hubo condiciones de cautiverio penosas y cierto grado de castigo físico
“No sabemos si los criaban en números muy grandes o en pequeños grupos”, indica De Cupere. “En esta zona, el Valle de los Monos, no tenemos ninguna pista de dónde los mantenían, pero en otros lugares se han encontrado recintos relativamente pequeños donde los metían, espacios pequeños muy cerrados, con una entrada pequeña, porque no querías tener contacto con ellos”. “No tenían elección —subraya—, si querían mantenerlos en cautividad, debían mantenerlos en espacios cerrados donde daba poco el sol, para que no escaparan”.
Para entender mejor lo que sucedía con estos animales, los autores sugieren que un examen más detallado de los dientes podría proporcionar más datos sobre las dietas que recibieron y, si es posible extraer ADN de estos restos, los datos genéticos podrían revelar información sobre dónde fueron capturados. Todos estos elementos contribuirán a comprender mejor las condiciones especiales de los babuinos, frente al resto de animales sagrados, y cómo unas criaturas que vivían en tierras lejanas pasaron a formar parte de una religión y un sistema de creencias que se mantuvo durante siglos. Y, sobre todo, cómo aquellos simios, que un día fueron considerados sagrados por mirar al sol, terminaron encerrados en fortalezas de paredes altas o en cajones estrechos donde la falta de luz les hizo enfermar.