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España cierra el tercer año más seco de la última década a pesar de las lluvias torrenciales de septiembre

España acaba de cerrar el año hidrológico (de octubre a septiembre). Ha resultado ser el tercero más seco de la década. A pesar de las lluvias torrenciales de septiembre en el Levante, la media de las precipitaciones sobre la península ha sido de unos 533 mm cuando el promedio 1980-2010 está en 643 mm, según el Boletín Hidrológico del Ministerio de Transición Ecológica. Un 17% menos.  

Además, el curso 2018-2019 se sitúa como el cuarto con menos lluvias del siglo XXI tras los de 2003-2004, 2011-2012 y 2015-2016. Esta situación se ha ido acumulando desde diciembre de 2018 cuando arrancó un invierno calificado por la Agencia Estatal de Meteorología como “muy seco” en su conjunto. Las lluvias supusieron la mitad de lo esperable. Fue, de hecho, el segundo invierno con menos precipitaciones del siglo por detrás del de 2011-2012.

Los informes estacionales de la AEMET han ido certificando la mala situación: se sucedió una primavera seca –en realidad muy seca en Catalunya, País Vasco, Navarra, Canarias o Baleares y muy húmeda en el sureste– y un verano, globalmente, también seco, según la Agencia. Al llegar a junio de 2019, grandes áreas de España como el sur de Castilla y León, oeste de Madrid, noroeste de Castilla-La Mancha, zonas de Galicia, Euskadi y Canarias entraron en estado de sequía meteorológica. 

A esto se le suma la serie de meses calurosos que han redundado en el aumento de la evotranspiración. El agua acumulada se evapora más. El invierno fue cálido, la primavera cálida, y el verano muy cálido, con temperaturas por encima de la media.

Este panorama con menos lluvia (al que se le suman picos de precipitaciones concentradas de altísima intensidad como la última DANA) ha sido relacionado por los científicos con la crisis climática. Desde luego, el Panel Internacional de Expertos sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC) ha asegurado que el calentamiento global de la Tierra está vinculado con el incremento de la “frecuencia e intensidad de las sequías en diversas regiones” (España es una zona de sequías) además de aumentar el riesgo “de episodios de precipitaciones extremas”. 

Presión mantenida

En estas circunstancias el consumo  de agua ha seguido presionando. La conclusión es que las reservas han pasado del 53% al iniciar al año hidrológico al 41,1% al terminarlo. De estar por encima de la media de los últimos cinco y diez años, a quedar más de diez puntos por debajo –consumiendo la bonanza de lluvias que había aliviado la situación durante la primera mitad de 2018–.

Así que “2019 es un año de sequía a pesar de las lluvias” ha subrayado Julio Barea, responsable de la campaña de consumo de Greenpeace. Esa sequía (la falta de precipataciones) cruzada con las demandas de agua establecidas en cada cuenca resulta en escenarios de escasez. 

La mayoría de la cuenca del Guadalquivir está en alerta al haber llegado a ese estado el sistema de regulación general además de Sierra Boyera, Dañador, Guadiamar y Guardar. Otra de las zonas donde se ha cruzado la sequía meteorológica con la presión de la demanda ha sido la cuenca del Duero donde tres sistemas están en emergencia y otros tres en alerta porque el uso supera los recursos. En el Guadiana, dos de sus sistemas han entrado en emergencia en septiembre, estado en el que permanecía ya el sistema Vicario. Otros cinco se hallan en alerta. 

En el Segura, cuyo decreto de sequía se prolongaba desde 2015 y estaba en fase de preparación, las lluvias de la DANA han hecho que la cuenca pase del estado de alerta del 1 de septiembre al de pre-alerta el día 14. Sin embargo, el trasvase Tajo-Segura ha entrado en emergencia, según los informes de la Confederación. 

El ingeniero agrónomo y responsable de agua en Ecologistas en Acción, Santiago Martín Barajas, no se cansa de reiterar que la situación es clara: “No hay agua” para todo el regadío que se ha creado en España. El 75% del agua en España se destina a riegos agrícolas. Esto aboca a una sobreexplotación de los recursos hídricos del país, insiste.

Aunque España ha reducido esa sobreexplotación, todavía se mantiene. Casi un tercio del agua disponible se utiliza cada año. En 2016 el índice de sobreexplotación estuvo en el 28,1%, según Eurostat. En 2009 fue del 35,5%. Es el más alto de la UE si se descuentan las islas de Chipre y Malta. El umbral que indica estrés hídrico está situado en el 20%.