Poco a poco, España está cerrando la brecha educativa con la UE. Al menos en los grandes números. En los últimos años, el sistema está acogiendo cada vez más a gente y cada vez desde más pequeños, que llegan más lejos, repiten menos y encuentran mejores trabajos. Pero la velocidad de mejora se está deteniendo y en muchos indicadores el país aún está lejos de sus pares europeos, según el informe Panorama de la Educación, que publica cada año la OCDE.
La educación española es relativamente equitativa, con vocación de atender a todos –y mejorando en sus indicadores–, pero aún deja a gente atrás, y suelen ser los mismos de siempre, las familias más desfavorecidas. En el lado positivo del sistema, suben las tasas de jóvenes con educación terciaria y las de niños menores de dos años escolarizados, ambas por encima de las medias de la UE y la OCDE. También bajan las de aquellas personas que ni siquiera tienen la secundaria o la de quienes ni estudian ni trabajan, pero ambas continúan lejos de los países de nuestro entorno. Con todo, la tasa de repetidores aún triplica la media europea en Secundaria, y quienes se quedan fuera de ciertos servicios educativos como la educación infantil son quienes más lo necesitan, las familias más vulnerables.
“Los datos no son malos y no es autocomplacencia. Tenemos un escenario bastante positivo en algunos indicadores, otros tenemos que mejorarlos”, ha valorado en rueda de prensa el nuevo secretario de Estado de Educación, Abelardo de la Rosa.
Bien por arriba, mal por abajo
Más de la mitad de los jóvenes de entre 25 y 34 años (un 52%) tiene estudios terciarios (universidad o FP de grado superior), cuatro puntos por encima de la OCDE y casi ocho mejor que la UE. Hace siete años el dato era del 41%, una mejoría que “ha beneficiado sobre todo a las mujeres”, ha valorado De la Rosa.
Pero lo positivo del dato por arriba se convierte en negativo por abajo. Uno de cada cuatro jóvenes no tiene siquiera la Secundaria (25,7%), una tasa que ha mejorado 9 puntos porcentuales desde 2016, pero que ni siquiera así se acerca a los países comparables: la media europea es del 12,3%. El secretario de Estado ha calificado de “preocupante” este guarismo, y lo ha catalogado como uno de los “retos” del sistema.
La estadística sobre el nivel formativo empeora sensiblemente si en vez de atender al grupo de jóvenes se mira a toda la población (25-64 años): la ventaja en titulados superiores desaparece y la desventaja en gente sin secundaria se multiplica. Pero la evolución de ambos parámetros permite concluir que la situación avanza y se está dejando atrás –cada vez más despacio, eso sí– el déficit heredado de la dictadura y la transición.
Algo parecido sucede con las personas que ni estudian ni trabajan. El dato mejora cada año, pero va perdiendo empuje y la brecha no se acaba de cerrar. Casi uno de cada cinco ciudadanos está en esta situación (17,8%), una estadística que alcanzaba a casi uno de cada cuatro (23,2%) hace siete años. La media europea está en el 13,8%. “Esa tasa no es buena, es demasiado alta y nos aleja de la OCDE. Aunque la tendencia es positiva, tenemos que seguir corrigiéndola”, ha valorado De la Rosa.
La anomalía de la repetición
La OCDE constata también la anomalía que es España en lo referente a la repetición, un elemento polémico. Nuestro país casi triplica algunos indicadores medios en este apartado: en España hay un 2,1% de repetidores en Primaria, un 7,8% en la primera etapa de Secundaria y un 6,5% en la segunda etapa. En los países del entorno, estas cifras son el 1,5%, 2,2% y el 3,2%.
La repetición de curso genera tensos debates en la comunidad educativa entre quienes creen que es una medida poco útil, que consume muchos recursos con poca efectividad, y los que opinan que no se puede levantar la mano solo para que más gente pase de curso. “Su efectividad es objeto de de debate”, constata la OCDE en su informe.
El Gobierno se propuso reducir la tasa de repetición, apartado en el que España ha sobresalido históricamente (para mal), e incluyó en la Lomloe incluye medidas para bajar las cifras. Y lo está consiguiendo, aunque todavía hoy uno de cada cuatro jóvenes de 15 años no está en el curso que le correspondería por su edad.
Tampoco destaca España para bien en el número de alumnos por clase, otra de las grandes demandas del profesorado. En las aulas del país hay, de media, 20 estudiantes por clase en los centros públicos y 23 en los privados, cifra por encima de la medias OCDE (que está en 21 y 20) y de la UE (19 y 18). Sí tiene la característica el sistema de que las clases de los centros privados tienen más alumnado que los públicos.
La educación infantil crece
Una de las fortalezas del sistema –al menos en el trazo grueso– es la educación infantil. España ha apostado por esta etapa en los últimos años y los números respaldan la inversión (financiada por Europa en buena parte). Con el ciclo 3-6 ya universalizado pese a no ser obligatorio, el 30% de los menores de 2 años y el 64% de los que tienen entre 2 y 3 están escolarizados, tasas ambas superiores a las de la OCDE, que está en un 18% y 42%, respectivamente.
El problema con esta etapa viene cuando se afina el análisis: no toda esta expansión se ha realizado a base de plazas públicas. Hay comunidades, como Andalucía, que la han hecho incluso renunciando a fondos públicos para no perjudicar a los centros privados; en Madrid ciudad miles de familias se quedan sin plazas públicas cada año.
Acudir o no a una escuela infantil puede condicionar el futuro académico de una persona, según ha demostrado la investigación: entre quienes no fueron hay un 24% de bajo rendimiento futuro. Para los que sí pudieron ir, el mismo indicador cae hasta el 6%. “La participación en la educación infantil es particularmente importante para los niños y niñas de familias desfavorecidas”, subraya la OCDE. Y pese a ello en España las familias en el tercil más bajo de ingresos tienen un 39% de probabilidades de acudir a un centro infantil, mientras entre las más acomodadas sube hasta el 59%.
Profesorado: salarios en el rango alto
El informe –160 páginas de datos de todo tipo– también dedica un apartado al profesorado, y la organización concluye que está mejor remunerado que en otros países, aunque cuesta más años llegar al salario máximo. De hecho, según la OCDE los docentes españoles están entre los mejores pagados, sobre todo al inicio de su carrera. En unas cifras que ningún profesor reconocerá en su nómina porque están ajustadas a dólares y convertidas mediante paridad del poder adquisitivo para poder comparar, un maestro gana entre 51.280 dólares y 73.536 en Primaria en función de su experiencia y entre 52.427 y 82.112 en Secundaria, guarismos que oscilan entre un 30% más que la media europea (de nuevo, comparativamente) en los primeros años y un 10% ya entrada la carrera.
Pero, continúa la OCDE, un mejor salario viene con más horas de en el aula, aunque menos de jornada laboral total. Los docentes españoles imparten 854 horas anuales de clase en Primaria y 656 en Secundaria, por encima de las 703 y 630, respectivamente, que se dan de media en la UE. Sin embargo, el profesorado español tiene una jornada anual total de 1.406 horas, un dato inferior al europeo (1.527). Esto quiere decir que tienen menos tiempo para hacer todo lo que no es impartir docencia: preparar clases, corregir, burocracia, tutorías, etc.
¿Tener menos tiempo para preparar las clases influye en la calidad educativa? De la Rosa no ha querido valorar esta circunstancia: “No tenemos indicadores” para comprobarlo, despejó la pregunta.