Puede parecer una obviedad, pero nunca se había demostrado científicamente su efecto en niños: la dieta mediterránea reduce la prevalencia de la obesidad en menores de edad, según demuestra un estudio internacional liderado por España. El resultado principal que prueba el análisis es que, por lo menos, uno de cada siete menores que padece obesidad deja de tenerla tras haberse sometido a una intervención temporal con esta dieta, en la que se prioriza el consumo de origen vegetal frente al animal. El análisis demuestra que a pesar de que no todos los niños y adolescentes dejaron de tener obesidad tras la intervención, a nivel global se encontró una reducción significativa del Índice de Masa Corporal (IMC). “Esto sugiere que si esta intervención se mantiene a largo plazo se pueda dejar de estar en ese estado”, apunta José Francisco López-Gil, investigador principal.
La investigación la han llevado a cabo seis investigadores en un proyecto propio de Navarrabiomed, la Universidad Pública de Navarra, la Universidad de Harvard y la Universidad de las Américas, con la colaboración de la Universidad de Castilla-La Mancha y la Autónoma de Madrid. El trabajo, al que ha tenido acceso este periódico, ha sido publicado por la revista científica Advances in Nutrition, una de las más importantes del mundo en materias de nutrición y dietética.
La muestra escogida ha sido de 7.184 menores, con diferentes afecciones de peso o con normopeso —cuando se tiene un peso acorde a la edad y estatura—. También han seleccionado diferentes factores socioeconómicos y localizaciones. El estudio se ha concluido con un metaanálisis, incluyendo los datos publicados en el mundo sobre la aplicación de la dieta mediterránea como tratamiento contra la obesidad en la población infantil. Se han analizado los 15 estudios existentes; 13 de países mediterráneos (España y Turquía) y dos en países no mediterráneos (México e Irán).
Los trabajos previos analizados van dirigidos tanto a la población infantil general como a los que padecen obesidad. “Hacen falta más estudios en la materia, sobre todo más segmentados en función del estado nutricional. Pero todos los datos aportan resultados positivos y saludables hacia la dieta mediterránea, que puede mantenerse en el tiempo y mejorar la salud a largo plazo”, apunta a elDiario.es José Francisco López-Gil. Si se fraccionan más los datos, añade, los resultados serían “aún más positivos”. En este sentido, defiende que “otras dietas que favorezcan el consumo de productos vegetales frente a aquellos de origen animal también son beneficiosas”.
Las intervenciones de la dieta mediterránea se han analizado en periodos de dos meses a tres años. La relevancia de este estudio, según López-Gil, está en que “se determina por primera vez la efectividad de esta dieta en niños y adolescentes”. “Había muchos estudios sobre este tipo de alimentación en adultos, como el PREDIMED, pero no en la población más joven, donde, por ejemplo, se prohíbe el consumo de vino”, subraya el investigador posdoctoral.
Los resultados demuestran que, en los pacientes que tenían obesidad o sobrepeso, se ha visto reducido el Índice de Masa Corporal en un 4% del total y hasta dos centímetros su perímetro de la cintura. “Un mayor contorno de la cintura en niños y adolescentes se relaciona con enfermedades cardiovasculares o diabetes tipo dos. Intervenir en hábitos de alimentación saludables podría prevenir la aparición de estas enfermedades en edad adulta”, apunta José Francisco López-Gil.
La dieta mediterránea es un cambio en un hábito. No se aplican fármacos, por lo que puede ser una buena opción para un primer tratamiento sin miedo a efectos secundarios
La investigación tampoco ha demostrado ningún tipo de efecto adverso en ninguno de los tratados. Y cuando se tiene un peso normal, tampoco reduce el Índice de Masa Corporal (IMC), “lo cual no sería saludable para una dieta”, detalla López-Gil. “Es un cambio en un hábito de la vida. No se aplican fármacos, por lo que puede ser una buena opción para un primer tratamiento sin miedo a efectos secundarios”, recalca.
También pone en relevancia la forma de análisis y categorización del trabajo: “Muchas veces se determina el sobrepeso u obesidad igual que con los adultos, simplemente con los puntos de corte Índice de Masa Corporal. Lo correcto es calcularlo con las puntuaciones Z (Z score), donde se tiene en cuenta la desviación típica en relación a la puntuación normal para una edad y sexo determinados. Hay errores de cálculo y se diagnostican enfermedades cuando puede que no las haya”.
La obesidad es una enfermedad crónica
Los datos de sobrepeso y obesidad son preocupantes. Según la OMS, en 2020 hasta 158 millones de niños y adolescentes padecían alguno de estos dos problemas. En la Unión Europea, España se sitúa como tercer país con más cantidad de menores que sufren estas afecciones —tras Italia y Grecia—, con un 40,6% de menores de edad que tienen un peso superior al saludable.
El investigador insiste en la importancia de no juzgar a la persona que padece obesidad. No solo por un problema de prejuicios, sino porque científicamente no es correcto. “No es un problema individual; la literatura científica alerta de que el factor socioeconómico, los niveles de polución o el acceso a la educación se relacionan con la posibilidad de padecer obesidad. Son factores que una persona no controla ni decide”. Y ser de clase baja aumenta las probabilidades de padecer la enfermedad. Según datos aportados por el Ministerio de Consumo, el 23,2% de niños provenientes de familias con rentas bajas padece obesidad. Los expertos también señalan la dificultad de perder peso cuando ya se padece la enfermedad.
Eso sí, dentro de la responsabilidad “la obesidad es una enfermedad crónica que requiere un tratamiento”, enfatiza López-Gil en cuanto a los riesgos de sufrir esta afección. “Vemos que los resultados son beneficiosos a largo plazo y que puede mantenerse en el tiempo”, valora. “Abogamos por que este tipo de dietas se apliquen a todos los menores, no solo a los que padecen obesidad y sobrepeso porque demuestran ser saludables”, remata.
La dieta mediterránea “no es la panacea”
El fin de este análisis, según el investigador, no es poner en relevancia la dieta mediterránea como tal, sino “ demostrar que las dietas con un predominio en el consumo de productos vegetales son más saludables que el de carnes rojas y procesadas”. “Es un patrón replicable en otras dietas y no queremos transmitir que es la mejor dieta ni ninguna panacea”, declara. “Ahí están todos los hábitos de consumo saludables, como dormir ocho horas o hacer ejercicio”.
López-Gil lamenta que la dieta mediterránea se use como argumento de marketing, muchas veces sin criterios científicos. “En los supermercados podemos ver marcas de alcohol destilado diciendo que son mediterráneos. Ningún nutricionista te va a decir que la ginebra es buena para un estilo de vida saludable”, remacha.