Gary Barker: “Sufrir más violencia o más suicidios es el coste que pagamos los hombres por el patriarcado”
Gary Barker lleva dos décadas dedicándose al activismo por la igualdad y trabajando con hombres. Este investigador estadounidense de 60 años es director de Promundo, una ONG dedicada a la igualdad de género y a la promoción de “masculinidades saludables”. Barker ha colaborado con organismos internacionales, gobiernos y organizaciones para fortalecer una agenda centrada en el cambio de los hombres. Estos días ha estado en España para participar en el encuentro de hombres por la igualdad celebrado en Sevilla.
¿Se considera usted un aliado?
Sí. Hay mucho debate sobre si se puede ser un hombre feminista; para mí no es la pelea. Son las mujeres activistas las que merecen ese nombre. Yo o me llamo cómplice o aliado o un hombre intentando ser parte de un proceso de igualdad de género.
Hay mucho escepticismo sobre el término aliado pero también sobre lo que supone. Entre el feminismo surge la duda de si hay hombres aprovechándose de esa posición o utilizándola pero no siendo coherentes con lo que supone. ¿Entiende ese recelo?
Sí y no. Hay mujeres líderes en ese espacio que llevan décadas trabajando para que haya políticas fuertes por la igualdad de género, contra la violencia de género, por la corresponsabilidad y que sienten que ha habido mucho silencio alrededor de sus argumentos. Así que entiendo que piensen que llegan media docena de hombres y de repente es el tema del momento. Eso puede pasar. Y si nosotros los hombres no estamos atentos es fácil llegar y pensar que somos los hombres salvadores, así que debemos tener mucha conciencia del momento y del proceso histórico que nos ha traído aquí. Pero sí, creo que se necesitan hombres que estén aquí, en ese proceso: yo estoy aquí gracias al feminismo y al trabajo durante décadas de mujeres para preguntarnos qué podemos hacer.
A los hombres nos falta humildad para reconocer que fuimos formados en un mundo machista y que somos proyectos, que estamos intentando cambiarnos
El escepticismo viene también de los hombres que se consideran feministas pero que siguen reproduciendo conductas y actitudes machistas. Ahora está mal visto ser machista pero hay comportamientos que no cambian y ahí es donde las mujeres nos incomodamos o nos enfadamos.
La pregunta es si el discurso va más allá de lo políticamente correcto. A los hombres nos falta humildad para reconocer que fuimos formados en un mundo machista y que somos proyectos, que estamos intentando cambiarnos. A mí me pasa, mi compañera y mi hija me interpelan, me dicen 'qué bonito es tu discurso, ¿y qué vas a hacer con esto?'. Es necesario que seamos coherentes. Como también creo que tenemos que reconocer que hay prácticas machistas que están en todas partes, no necesariamente reproducidas por cuerpos masculinos. Somos producto de un ambiente aunque eso no puede servir tampoco como disculpa.
El debate sobre las leyes de identidad de género y la autodeterminación ha generado mucha tensión. Siempre se suele interpelar a las mujeres –uno de los argumentos contra esa autoidentificación es que borra a las mujeres– pero apenas a los hombres. ¿Los hombres trans borran a los hombres?, ¿qué significaría eso?
Seguimos entendiéndolo demasiado como movimientos identitarios y es inevitable que lleguen a ese choque en algún momento. ¿Estoy rompiendo el sistema patriarcal o estoy luchando por una determinada clase identitaria? Yo entré en este campo hace más de 20 años, en pleno auge del movimiento LGTB y feminista en Brasil, y creo que lo importante fue que estábamos juntos buscando romper un sistema y pensando que teníamos una causa común: terminar con el patriarcado y combatir las desigualdades. Si nos quedamos en nuestros guetos seguiremos con políticas identitarias en lugar de con políticas transformadoras: las mejores políticas vienen cuando pensamos que la causa común es acabar con el patriarcado.
Si nos quedamos en nuestros guetos seguiremos con políticas identitarias en lugar de con políticas transformadoras: las mejores políticas vienen cuando pensamos que la causa común es el patriarcado
Usted es partidario de explicar que la propuesta feminista es buena también para los hombres, que los hombres ganan con ella, pero ¿no es cierto también que implica una pérdida de privilegios?
Sí. Si pensamos, por ejemplo, en los cuidados, en las generaciones de hombres que se sentaban y como por arte de magia les aparecía un café en la mano; un ser humano mujer se dedicaba enteramente a eso. Es el privilegio de quién cuida, quién cuida mi cuerpo... Igualdad implica que pierdo algunos privilegios. Parte del movimiento actual por la igualdad dice ahora que ya no estamos dispuestos a negociar eso: bienvenidos, hombres, al mundo donde todo el mundo debe competir por igual, no solo entre hombres de clase media sino con todas las personas, mujeres también, de todo tipo de clases.
Por otro lado, sí es cierto que el mundo será mejor cuando haya equidad e igualdad de género. En los ambientes igualitarios y en los grupos mixtos de trabajo, por ejemplo, los hombres sufrimos menos violencia, menos bullying, somos más escuchados que cuando mandan cuatro hombres blancos. Hay que mostrar a los hombres los costes en salud, en años de vida, en prevalencia del suicidio que tiene este sistema.
Es decir, que los privilegios tienen una contraparte negativa para los hombres.
Sí, la violencia, el suicidio... es el coste que pagan los hombres por el patriarcado. Debatimos a veces que eso no es nada para lo que sufren las mujeres. Y por supuesto, los costes para las mujeres son enormes, pero sí, estoy hablando del coste para los propios hombres. No estamos haciendo una comparación sino explicando que el patriarcado crea problemas para todos nosotros y buscando una agenda más amplia, común, más eficaz.
El desafío es cómo mostrar a los hombres blancos que con la restricción del Estado de bienestar perdemos todos, también ellos
¿Cómo le explicaría a un hombre de qué hablamos cuando decimos que en el patriarcado los hombres tienen privilegios?
Diría que el pez no ve el agua. Por empezar por el cuidado: todos los estudios que muestran que en promedio las mujeres dedican 3,3 veces más tiempo cuidando cuerpos, casas, vidas... Los hombres responden entonces que trabajan más fuera de casa, pero si hacemos la suma de lo que se trabaja fuera y dentro aún suman las mujeres más. Los hombres tenemos en promedio entre media hora y una hora más de ocio al día, son dos semanas de vacaciones patriarcales al año. Si hablamos del miedo, una dinámica que hacemos es poner a un grupo de hombres y mujeres sentados y preguntamos quién alguna vez ha sentido miedo de, por ejemplo, ir en metro o andar en una calle oscura, o de estar en casa, o de un profesor, o en una cita. Ahí ves a las mujeres de pie y a los hombres sentados.
¿Está la extrema derecha explotando la idea de que el feminismo está arrebatando derechos a los hombres?
Claro, están ganando lectores y electores. Estamos haciendo grupos focales con hombres blancos que votaron a Trump. Si les preguntamos por qué lo votaron la conversación no avanza, pero si les preguntamos a quién aman, cuáles son sus desafíos y expectativas vitales, si tienen hijos y los cuidan, cómo está su relación con ellos... ahí hablamos durante horas y muchas de las conversaciones acaban en lo mismo: en el miedo, en que muchos se sienten victimizados o sienten que ahora los hombres blancos son culpables de todos los males y que las políticas les dejan fuera, que no importa que pierdan su empleo o que su salud empeore.
Eso es una entrada para que un déspota como Trump entre y diga que otros te quitan tus derechos. El desafío es cómo mostrar a los hombres blancos que con la restricción del Estado de bienestar perdemos todos, también ellos.
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