Quieren que su discurso entre en la agenda política y rechazan el paternalismo con el que, aseguran, suelen encontrarse en el movimiento feminista. Salen a la calle cada 25 de noviembre en protesta contra la violencia machista, participan en espacios para visibilizar la realidad LGTBI, denuncian la discriminación cotidiana y marchan por las calles de Madrid para pedir el fin del “racismo estructural”. Son gitanas feministas y estos días están celebrando en la capital el primer Congreso de Feminismo Romaní Europeo.
“Pedimos que dejen de tratarnos como objetos porque las mujeres gitanas no estamos ni siquiera nombradas como mujeres. Solo como gitanas a las que hay que civilizar, a las que poner en esta u otra foto, a las que una ONG dice que hay que llevar a tal sitio porque viene un político...Estamos instrumentalizadas y queremos convertirnos en sujetos de derechos”, explica María José Jiménez, presidenta de la Asociación Gitanas Feministas por la Diversidad.
Esta organización lleva tres años preparando el Congreso, que se clausura este sábado y del que emanará un documento de trabajo “para poner letra a toda esa resistencia y esa vivencia gitana feminista”. El objetivo es articular una serie de demandas que se conviertan en exigencias a los gobiernos locales, regionales y estatal: “En España no se legisla para nosotras y también somos ciudadanas. La mayoría de políticas que existen para ocupar espacios o participar les sirven a las mujeres payas, pero a nosotras no nos llegan”.
El colectivo tiene delegaciones en varias ciudades españolas y la componen gitanas (y gitanos) que se enfrentan a un patriarcado “interno”, el que se da en su propia comunidad, pero también al de la sociedad mayoritaria, al que se suma, además, el estigma por ser personas racializadas. Sara López, que también participará en el Congreso, cree que es urgente romper con “la concepción de la gitana como mujer sin formación, víctima de su propia cultura o como amenaza para el resto, siempre vinculada a la imagen de ladrona, criminal o analfabeta, pero nunca a como es realmente: diversa”.
Un movimiento que no les representa
Las gitanas feministas claman por que su voz se tenga en cuenta y que sus problemas también sean importantes. Sostienen que las demandas tradicionales del movimiento feminista no suelen encajar con su realidad: “No se trata de que no estemos de acuerdo con esas reivindicaciones, lo estamos, pero también tenemos otras. Mientras las payas suelen hablar de brecha salarial o techo de cristal nosotras todavía estamos luchando por el acceso al empleo o a la vivienda”, esgrime Sara, socióloga residente en Granada.
Es la lucha contra una doble discriminación y por eso la emancipación debe ser doble: “Yo no puedo liberarme como mujer si no se libera mi pueblo, si no dejan de estigmatizarlo porque soy mujer y soy gitana”. Una perspectiva que no suele encontrar un hueco en el que María José llama el movimiento feminista hegemónico, donde “no solemos encontrarnos cómodas cuando aterrizamos, aunque cuanto más trabajamos en él, más aliadas encontramos”. Y es que ésta será una de las claves que tocará el Congreso: ¿Cómo es ser gitana en el movimiento feminista?
“Nos cuesta un montón que nos reconozcan como feministas porque es como si fuera incompatible serlo siendo gitana. Nos cuestionan constantemente con frases que aluden a 'cómo voy a ser feminista si mi cultura es tan patriarcal'”. Tildan este trato de “condescendiente” y “paternalista” porque “parte de una concepción muy reduccionista sin tener en cuenta que se puede luchar contra el patriarcado de muchas formas: Nos dicen que tenemos que romper con nuestras cultura, pero ¿es que no es machista la sociedad mayoritaria?”.
La asociación también se enfrenta a las propias tradiciones patriarcales de la comunidad gitana, como la del luto o el pañuelo, pero también indice en la necesidad de no criminalizar a las que deciden hacerlo: “Es algo muy personal y no es lo que ahora preocupa verdaderamente a las gitanas”.
En este sentido, Sara lamenta lo frecuente que es “cuestionar prácticas culturales del otro, pero no las propias. ¿Se critica igual el tema del pañuelo que poner pendientes a las niñas recién nacidas? ¿Alguien cuestiona que puede ser una práctica que vaya contra su capacidad de elección o su propio cuerpo?”, se pregunta Sara.
Ser feminista en el pueblo gitano
La Asociación Gitanas Feministas por la Diversidad quiere que su feminismo sea “una cascada” en el pueblo gitano que contagie también a otros y a otras. Por eso, una de las mesas del Congreso estará protagonizada por hombres sobre nuevas masculinidades. Sara cuenta que no se ha encontrado con especiales obstáculos en su entorno al nombrarse como feminista, pero admite que sí puede darse hostilidad en algunos ámbitos –“Al igual que ocurre en la sociedad mayoritaria”, remarca–.
María José nombra como retos pendientes la necesidad de que algunos sectores de la comunidad, como los más vinculados a la Iglesia, no resten identidad cultural a los gitanos o gitanas LGTBI, a aquellas mujeres que no desean ser madres o no quieren casarse. “Debemos tener la posibilidad de elegir y no por eso somos menos gitanas o menos gitanos”, argumenta.
Algo similar, dice, ocurre con los matrimonios a edades tempranas, que se dan en algunas zonas. “Depende mucho del ámbito geográfico y aún así creo que se debe poner el foco en que eso no ocurre porque sean gitanas, sino por las condiciones socioeconómicas en las que viven”. María José lamenta también los elevados datos de abandono escolar que pesan sobre los niños y niñas gitanas y el poco acceso a la Universidad y demanda “un sistema educativo que se adapte a la diversidad cultural y no cree ciudadanos de primera y de segunda”.
Las gitanas feministas están aquí para quedarse y se han organizado. Su objetivo es sumar cada vez a más compañeras a la causa y romper con el estigma y los prejuicios con los que bregan día a día: “Para ello es importante que el feminismo hegemónico entienda que no necesitamos que nos salve de nuestra propia opresión o de nuestras costumbres como si fuéramos menores de edad. Somos sujetos capaces de diseñar nuestra propia liberación”, zanja Sara.