“Todos somos gordófobos” aunque ahora nos escandalice lo que Rosa López vivió en Operación Triunfo
Rosa López se convirtió hace más de 20 años en la ganadora de la primera edición de Operación Triunfo, un auténtico fenómeno televisivo y social. La cantante ha rememorado ahora en una entrevista con Jordi Évole cómo fue su paso por la academia y el escrutinio al que fue sometida para cambiar su físico y bajar de peso. Cuando le preguntaron en el casting qué estaría dispuesta a hacer para entrar, ella dijo que adelgazar. “Es algo que siempre me ha costado mucho y pensé que era lo que querían escuchar”. Cada semana, Carlos Lozano le preguntaba cuántos kilos había perdido y todo el mundo estallaba a aplaudir y reír. “Rosa se zampó una tableta de chocolate”, le afeaba el presentador en una de las galas delante de millones de espectadores.
Más allá del caso de Rosa, la gordofobia es una discriminación normalizada que afecta a muchas personas, especialmente mujeres, en todos los ámbitos de su vida. “En cierto modo, aquello sigue pasando. Nuestro cuerpo está expuesto constantemente desde esta perspectiva, lo vemos en los medios, con mujeres famosas, en nuestro día a día... Si volviera a replicarse lo de OT, la diferencia es que responderíamos y quizá el programa reaccionaría por no perder audiencia. Ese es el gran cambio de los últimos veinte años”, cree Magdalena Piñeyro, ensayista y cofundadora de la plataforma Stop Gordofobia.
Este tipo de discriminación se nutre de un discurso arraigado basado en prejuicios sobre los hábitos, costumbres y salud de estas personas: “Nuestros cuerpos parecen decir algo de nosotras, que no nos cuidamos, somos débiles, vagas, sin voluntad, no nos sabemos controlar, no paramos de comer o no tenemos salud ni hacemos deporte. Todo eso sin conocernos”, reflexiona Nina Navajas-Pertegás, investigadora de la Universitat de València.
Pero esta dimensión de la gordofobia no es entendible sin la otra cara de la moneda: un ideal muy férreo de belleza marcado por la delgadez que hace que la meta para los cuerpos sea alejarse lo máximo posible de la gordura. Piñeyro explica cómo ello se traduce en una presión asfixiante en forma de revisión constante del peso, rechazo al propio cuerpo, comportamientos obsesivos, dietas agresivas e incluso trastornos de la conducta alimentaria. “Rosa intentó esforzarse porque era lo que la sociedad esperaba de ella, que es lo que hacemos todas las personas gordas. La delgadez es un atributo y debemos intentar llegar a él, independientemente de la violencia que eso nos genere”, afirma.
Durante una buena parte de mi vida, mi último pensamiento cada noche era qué iba a hacer para adelgazar
La psicóloga Noemí Conde forma parte de Desnúdate. Autoestima Corporal, un equipo de terapeutas que acompaña a personas en conflicto con su cuerpo. La mayoría, mujeres. Existe sobre la gordofobia una lectura feminista, asegura, porque la llamada violencia estética, un concepto acuñado por la socióloga Esther Pineda, “la vivimos desde los orígenes más nosotras” debido a la posición que el patriarcado reserva a las mujeres. “Es un sistema que sexualiza el cuerpo de la mujer en base a un canon muy rígido y cuando nos alejamos de esa norma, pensamos que dejamos de ser válidas y que tenemos que cambiar”.
Esta presión “afecta a muchos niveles” y tiene consecuencias psicológicas muy palpables, señala la psicóloga. A muchas personas les suele además acompañar toda la vida, desde la niñez y la adolescencia. “Durante una buena parte de mi vida, mi último pensamiento cada noche era qué iba a hacer para adelgazar. Nuestra autoestima suele estar por los suelos y dejamos de confiar en las cosas buenas. Tenemos la sensación de que somos constantemente observadas, que nuestro cuerpo está mal, ocupa más espacio del que debería y es un enemigo”, cuenta Piñeyro, autora de libros como Diez gritos contra la gordofobia.
La gordofobia impacta de manera directa en quienes no siguen el canon de la delgadez, pero se extiende hacia toda la población. La reciente guía sobre el tema que ha editado el Instituto Canario de Igualdad pone aquí el acento y remarca cómo especialmente las mujeres “sufren una brutal exigencia estética y obsesión por la belleza corporal”. Desde este punto de vista, este tipo de discriminación no solo es externa, manifestada en el rechazo a estos cuerpos, sino interna, vinculada al miedo a engordar.
La autolimitación en el día a día
La discriminación se cuela en todos los ámbitos. Desde el uso de “gordo” o “gorda” como insulto, al acoso escolar por este motivo, las dificultades para encontrar empleo, la condescendencia o la falta de referentes, y otras expresiones más sutiles e invisibles. “Todas y todos somos gordófobos, es algo que está muy interiorizado”, expone Conde. La psicóloga pone un ejemplo: “Pensar '¿cómo está comiendo eso?' cuando vemos a una persona que está gorda y está comiendo algo que consideramos que no debería o hacer la asociación automática entre la gordura y la vagancia o la mala alimentación es muy común y es gordófobo porque solo nos estamos guiando por una imagen y no sabemos nada de su vida”.
Me llena más una chica que me diga que una foto mía le ha ayudado a comer en público que los mensajes horribles, los que me dicen que parezco una vaca o que deje de comer
Laura Onieva tiene 42 años y 169.000 seguidores en Instagram, la red social en la que trabaja como modelo para diferentes marcas. Asegura que la mayoría de mensajes que recibe son positivos, pero también los hay gordófobos. “Me llena más una chica que me diga que una foto mía le ha ayudado a ponerse un vestido que hace diez años que no se ponía o a comer en público que los mensajes horribles, los que me dicen que parezco una vaca o que deje de comer”, cuenta al otro lado del teléfono. Tras una infancia y una juventud marcada por los “problemas con la comida”, encontró en Instagram un espacio positivo, en el que “ayudar a otras personas a que no pasen lo que yo pasé”.
No es así para todo el mundo. Cuando Rosa participó en Operación Triunfo acababan de arrancar los 2000 y las redes sociales no eran lo que son hoy ni existía Instagram, la red de la estética por excelencia. En este sentido, su efecto, creen las voces consultadas para este reportaje, es ambivalente porque las redes son también el lugar en el que el activismo contra la gordofobia nació en España, explica Piñeyro. Pero todas coinciden en que Instagram contribuye a apuntalar el canon de belleza de la delgadez de forma “constantemente accesible” porque “el teléfono móvil está en el bolsillo y eso permite contactar rápidamente con los conflictos con nuestros cuerpos”.
Los efectos para quien lo sufre están muy conectados con el día a día y en determinados casos llegan a provocar una autolimitación casi total. Una de las primeras cosas que les preguntan a las mujeres en Desnúdate. Autonomía Corporal es cuánto ocupan en su vida las limitaciones en un porcentaje del uno al cien por este motivo. A la consulta han llegado muchas que “llegan a responder que un 80 y 90%”. “Se van cerrando cada vez más esferas de la vida y dejan de hacer cosas, por ejemplo, de ir a comer con las amigas porque no se sienten cómodas. Acompaño a una mujer que por vergüenza va a última hora de la tarde a la playa y pone la excusa de que ya no se baña porque es tarde”, explica la psicóloga.
A Laura Onieva le pasa algo parecido: “A mí me encantan los bikinis, pero parece que una gorda no puede llevar bikinis. Sabes que se van a dar la vuelta, a cuchichear. ¿Por qué lo delgado es bonito y lo feo es gordo?”, se pregunta. Pero en el ámbito en el que la modelo se ha encontrado recientemente más rechazada es en una consulta médica. Le pasó a finales del año pasado, cuando acudió a su médico por dolores de cabeza frecuentes y ausencia de regla. La respuesta le hizo salir de allí llorando: “Eso es porque estás gordita, nada, nada, adelgaza y ya verás... me dijo”. Laura acudió a otro médico después que le ha diagnosticado “un problema de salud” con el que nada tiene que ver su peso, señala.
El primer paso es que la gordofobia pare y que podamos aceptar y querer nuestro cuerpo para poder cuidarlo
El argumento de la salud
El de la salud, de hecho, es uno de los argumentos estrella que estas personas reciben una y otra vez. Todas lo han escuchado alguna vez. Laura asegura que le llegan “un mogollón de mensajes” con esa idea: “Dicen 'no, si yo te lo digo por tu salud', pero claro, si lo dices por mi salud lo primero que me preguntas es qué tal la analítica, pero no sabes nada de mi vida, estás guiándote por lo que ves. A lo mejor una chica delgada que bebe alcohol está menos sana, pero no recibe ese juicio social”, cuenta.
El nutricionista Julio Basulto, autor de Come Mierda (Vergara), parte de la idea de que la delgadez no es sinónimo de salud y asegura que “la evidencia científica nos dice que una persona con sobrepeso puede tener mejor estado de salud que una persona con normopeso si esta hace lo que hacemos todos: seguir estilos de vida que no son saludables”. La salud, asegura, “no se mide en kilos, se mide en hábitos saludables” y fomentarlos es “la única estrategia que es útil, sin pensar en la báscula, pero para todo el mundo. Estas personas llevan toda la vida escuchando que es su culpa y no es así”. El nutricionista señala, además, que la ciencia “ha aportado evidencias sobre que tienen más fuerza de voluntad, cuando en realidad se les asocia a lo contrario. Eso es gordofobia”.
Magdalena Piñeyro apunta en la misma dirección, a una perspectiva integral de la salud, y pone el foco en que el hecho de que la gordura sea considerada un factor de riesgo para algunas enfermedades, esto no determina el estado de salud de una persona. De hecho, la discriminación es algo que perjudica a la salud y que en muchas ocasiones dificulta el que puedan fomentar estilos de vida saludables. “El primer paso es que la gordofobia pare y que podamos aceptar y querer nuestro cuerpo para poder cuidarlo, porque una de las cosas que nos ha robado es el autocuidado. Desde el odio y el dolor no se toman buenas decisiones”, concluye.
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