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A vueltas con los horarios: ¿cenar a las diez es mejor, peor o sólo diferente?

Media horita para un café con tostada a media mañana, la comida larga, el jefe que no vuelve y el trabajo se atasca, y entre unas cosas y otras son las ocho de la tarde y aún estás en la oficina. La estampa le resultará familiar a muchos. Quizá menos últimamente, pero es habitual en España, este raro país con ritmos propios, alejado de los estándares occidentales.

El asunto fascina en el extranjero. Un artículo de The New York Times la semana pasada se colocó como el más enviado en su día de publicación, y generó un amplio debate en las redes. ¿Cenar a las diez es mejor, peor, o sólo diferente? La réplica no se hizo esperar en otro artículo que aboga por exportar los ritmos españoles al mundo, aunque recurra un poco al tópico para argumentar a favor de su causa.

Hay quienes defienden que en España todo empieza por la hora que tenemos. Mire si lo necesita un mapamundi con la división de husos horarios. Busque España. Observará, si no lo sabía previamente, que el meridiano de Greenwich pasa por Castellón. Prácticamente toda España queda al oeste de esta línea imaginaria, encuadrada por tanto en la misma franja que el Reino Unido o Portugal y diferente a la del resto de Europa.

Y sin embargo el país sincroniza su reloj con todos esos otros países y no con los de su tramo horario. Aquí empiezan los desajustes, dicen. Un estilo de vida que provoca entre cosas que durmamos poco –50 minutos menos que la media europea–, asunto que se relaciona con los problemas de salud que provoca el desajuste del sistema circadiano y el reloj molecular de las personas. Por eso piden que España regrese al horario occidental europeo –también en Canarias, que seguiría una por detrás del continente– que utilizan lusos y británicos como parte de la solución a ciertos males.

Pero la racionalización de los horarios –dejar de salir del trabajo a las nueve y cenar a las diez– es un fin en sí mismo, independiente del huso horario. “Hay medidas que favorecen a las mujeres. Otras a los niños o a los jubilados. Pero ésta es para todos”, explica Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de Horarios (Arhoe). Este movimiento, que va logrando avances, aboga por “una profunda modificación de los horarios en España que nos ayude a ser más felices, tener más calidad de vida y ser más productivos y competitivos”, según su manifiesto. Favorece a todos pero incidiría especialmente sobre las mujeres. “Los horarios son machistas”, concede Buqueras.

Abocados a alargar la jornada

El enfoque del problema es amplio. La sociedad está montada para que todo se alargue. Las jornadas laborales extensas están a la cabeza. Comidas tardías y largas. Presentismo laboral. El prime time televisivo a las diez de la noche. Todo ello hay que atacarlo, dicen quienes han estudiado la cuestión. “Hay partidos de fútbol a las 22.00, no tiene sentido”, valora Lourdes Ciuró, diputada de CiU en la comisión de Igualdad.

Porque, sin hacer mucho ruido, el tema ha llegado a la política. La comisión de Igualdad a la que pertenece Ciuró ha aprobado un informe por el que pide al Gobierno que estudie las consecuencias que tendría regresar al huso horario que físicamente nos corresponde, junto a Portugal y Reino Unido, y tratar de racionalizar los horarios laborales. El texto, elaborado tras la comparecencia de más de 40 expertos, podría llegar en marzo al Pleno del Congreso. Si se aprueba, el Ejecutivo tendrá que atender ambas peticiones.

El informe fue aprobado con los votos a favor del PP, CiU, PNV, UPyD y el Grupo Mixto. PSOE y la Izquierda Plural se abstuvieron. ¿Por qué?. La portavoz del PSOE, Carmen Montón, explica que aunque hay muchas medidas positivas, consideraron el texto “demasiado light”. Y también por la negativa del PP a admitir claramente que la reforma laboral y los recortes del Gobierno han supuesto un enorme frenazo en la conciliación, sobre todo para las mujeres.

Argumentaciones similares hace la portavoz de la Izquierda Plural, Ascensión de las Heras, que habla de la “dicotomía” del discurso del PP, que por un lado habla de racionalizar jornadas de trabajo y por otro defienden los recortes del Gobierno. La representante del PP, Marta González, reconoce que con las recomendaciones que se aprobaron no se solucionan todos los problemas de conciliación y racionalización de la vida laboral, pero cree que “sí se avanza en acercarnos a las costumbres europeas y subsanar los desfases entre los horarios laborales y escolares, por ejemplo”.

El día que la Comisión de Igualdad votó el informe, el ministro de Economía Luis de Guindos se apresuró a declarar: “desde luego no lo vamos a dejar en el cajón”. De esto hace más cinco meses. Llevar estas recomendaciones a la práctica “no es un tema sencillo”, advirtió De Guindos. Lo que sí esperan los impulsores del informe es que el Gobierno “tome buena nota” cuando el pleno del Congreso dé el definitivo espaldarazo al informe, previsiblemente en marzo. .

Seguir a la naturaleza

“Necesitamos hacer caso a la naturaleza”, explica Nuria Chinchilla, catedrática en el IESE y presidenta del Centro Internacional del Trabajo y la Familia. “Nosotros seguimos el sol, comemos según él, tenemos que ponernos en nuestro sitio y no seguir el sol de Alemania o Francia”, ahonda. Históricamente, España sí tenía fijada su hora por detrás de Europa, en consonancia con su huso horario. Pero toda Europa adaptó el horario central de Alemania en e 1942, en plena II Guerra Mundial, para evitar 'confusiones' durante los bombardeos y demás acciones bélicas. Inglaterra y Portugal deshicieron el cambio tras la guerra y volvió a su huso. España no. Y desde entonces vamos una hora mal en invierno y dos en verano cuando se cambia la hora.

Tenemos una hora en el reloj, pero el sol dice que es otra. “Seguimos comiendo a la una hora solar, que en nuestro reloj son las dos en invierno y las tres en verano”, explica Chinchilla. Con la cena pasa igual, las ocho solares se convierten en las nueve o las diez, según la estación.

Los horarios laborales influyen directamente en la forma en que se organiza el día. Contra el mito –como el de la siesta que aún aparece en algunos artículos extranjeros y que ilustraba el repotaje del NYT–, los españoles trabajan una media de 1.690 horas al año, más que Alemania (1.413) u Holanda (1.379) por ejemplo. Y producimos menos, está reflejado en la estadística. Los defensores de estas tesis sostienen que el cambio también tendría impacto económico. Buena parte de culpa la tiene la comida, reitera Chinchilla. “Ganaríamos hasta una hora y media al día si comiéramos a la una y dedicáramos a ello sólo una hora y no dos”, sostiene citando un estudio que ha realizado sobre la cuestión.

Según Jos Collin, otro de los comparecientes en la subcomisión del Congreso y colaborador del Centro Internacional Trabajo y Familia del IESE, no supondría para nuestro país ningún coste económico y, sin embargo, permitiría “más conciliación, mayor productividad, menos accidentes laborales y de tráfico, mejor descanso y menor fracaso escolar”.

Las comidas de trabajo

“Todo pasa por la concienciación general de que somos capaces de hacerlo”, sostiene Ciuró, de CiU. Y recuerda que un buen ángulo de aproximación son las negociaciones colectivas. “Tienen que entrar ahí. El mundo sindical no se preocupó del asunto cuando hubo vacas gordas y ahora parece que hay otras prioridades”, expone. En este sentido coinciden los expertos en que la función pública parece lo más accesible por donde empezar con la racionalización.

El presentismo es otra de las señas de identidad –negativas– en España. Calentar asiento hasta que se vaya el jefe. “Y sin embargo el anterior jefe de los empresarios, Gerardo Díaz Ferrán, decía que había que echar más horas. Lo que hay que hacer es optimizar el tiempo”, se indigna Buqueras, de Arhoe.

Por ejemplo con las comidas de negocios que en ocasiones llevan a cabo los directivos, dice. La tarde no promete mucho si estás esperando al jefe y éste llega del almuerzo pasadas las cinco. La Asociación de Directivos rehusó opinar sobre el tema, pero los hosteleros rechazan que las comidas de negocios sean el problema.

“Es un porcentaje reducido de la masa salarial [los que las hacen] y en esta hora se cierran negocios también, es sólo un escenario diferente. Forman parte culturalmente de nuestra manera de hacer negocios”, señala Emilio Gallego, secretario general de la Federación Española de Hostelería (Fehr). Más aún, Gallego señala que este tipo de comidas ha evolucionado y ya no se extienden tanto. “La sobremesa ha desaparecido con la ley del tabaco. Yo asisto a muchas comidas de negocios y en todas terminamos pronto porque hay alguien que tiene que coger un AVE o irse al aeropuerto”, comenta.

Hay más medidas que se pueden realizar en aras de racionalizar la jornada laboral y con ella todo el horario personal. “La nocturnidad empieza a las diez de la noche. Ya estás equivocado. Las ocho pueden ser de noche. Establezcamos por ejemplo que la nocturnidad empiece antes”, propone Chinchilla. Las reuniones son otro foco de actuación. “Se puede fijar una hora de finalización igual que una de inicio”, explica Buqueras. La flexibilidad laboral, que cada trabajador adapte su jornada a sus necesidades cumpliendo unos mínimos, trabajar por objetivos o implantar las jornadas continuas frente a las partidas son otras intervenciones recomendadas.

Los entrevistados tienen muy claro que el cambio va a llegar. La cuestión es cuándo. “No cuesta dinero, es cambiar hábitos, y todo el mundo cree que merece la pena tener más tiempo”, argumenta Chinchilla. Pero Buqueras recuerda que cuando Arhoe empezó, hace más de diez años, creía que en “seis o siete años” se habría encauzado. Hoy sigue esperando. Al menos el asunto ha llegado al Congreso. Quizá incluso el Pleno apruebe algo en marzo. Racionalizar horarios es más complicado, cambiar de huso horario es tan fácil como no realizar el siguiente cambio de hora en verano.



¡Atención al reloj molecular!

La racionalización de horarios también es una cuestión de salud, alertan los expertos. La falta de sueño y el desfase horario provocan desajustes en el sistema circadiano y el reloj molecular. El cuerpo se desincroniza, una alteración que puede provocar insomnio, obesidad, trastornos del sistema inmunológico, etc.

Desde sus inicios, el ser humano se adaptó al ambiente organizándose en ciclos de vigilia y sueño según la luz y la oscuridad. Para adaptarse a estos cambios desarrolló el llamado sistema circadiano, que permite generar unos ritmos en el organismo para que el cuerpo se adapte a cada momento. Esto se realiza a través de “una especie de reloj biológico ubicado en el sistema nervioso central”, explica el doctor Gonzalo Pin, de la unidad del Sueño del hospital Quirón de Valencia.

El reloj recibe señales del ojo y en función del indicador que recibe -más o menos luz- indica a cada célula del organismo la hora aproximada del día que es para que adapte su actividad. “Cuando el ser humano no está adaptado a su ambiente se produce la desincronización. Se pierde el equilibrio entre el estado del organismo según el momento del día y los mensajes que recibimos del ambiente”, explica Pin. Y aquí empiezan los problemas.

“Cada vez es más frecuente esto porque estamos inmersos en la sociedad del 24/7 [activos 24 horas al día, siete días a la semana]. Genera que el sistema inmunológico, inmunitario, tengan que hacer esfuerzos suplementarios para adaptarse a estos cambios”, expone el doctor. Un 30% de la población tiene trastornos relacionados con el inicio o conciliación del sueño, argumenta.

Para combatirlo, Pin recomienda dotarse de hábitos de vida saludable. “Realizar actividad física (no necesariamente deporte), difundir estos temas y sobre todo respetar los ritmos biológicos”, destaca.