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Por qué las grasas trans son un problema y qué hace la nueva norma de la UE para limitarlas en tu comida

Desde la semana pasada opera en la Unión Europea un límite legal para los ácidos grasos trans producidos industrialmente. La norma había sido adoptada el pasado 24 de abril por la Comisión Europea para todo el marcado comunitario. Se ha llenado, al fin, al vacío legal que existía en la mayor parte de la Unión a pesar de las advertencias realizadas durante los últimos años por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés).

El uso de este tipo de grasas se popularizó a mediados del siglo XX, pero durante los últimos años varias organizaciones sanitarias han advertido sobre los problemas derivados de su consumo. La OMS declaró el pasado año que “eliminar las grasas trans es clave para proteger la salud y salvar vidas”, mientras que la EFSA concluyó en 2016 que la ingesta dietética de ácidos grasos trans debía ser lo más baja posible y propuso un límite a su uso industrial para “proteger al consumidor y beneficiar a la salud pública en toda la UE”.

A partir de estas recomendaciones, varios países han limitado o prohibido su uso. En 2015, EEUU anunció que prohibiría los ácidos grasos trans artificiales de manera gradual en un período de tres años, plazo que terminó el pasado año. También Canadá inició un proceso similar que terminará en 2020. Sin embargo, en la Unión Europea, solo algunos países, como Dinamarca, Austria, Letonia y Hungría, habían limitado su uso, mientras que en otros, como España, no existía regulación alguna.

¿Qué son?

Los ácidos grasos trans (AGT) son un tipo particular de grasas insaturadas que se encuentra de forma natural en algunos alimentos, como en los lácteos o la carne de vaca, cabra u oveja. Sin embargo, la principal preocupación está en los producidos industrialmente y que se emplean artificialmente para tratar algunos productos. En el sector industrial, los aceites parcialmente hidrogenados son la principal fuente de grasas trans y resultan de transformar aceites vegetales líquidos en sólidos, mediante un proceso llamado hidrogenación.

¿Para qué se utilizan?

Los aceites parcialmente hidrogenados se introdujeron por primera vez en el suministro de alimentos a mediados del siglo XX como sustitutos de la mantequilla, ya que son baratos, duraderos, fáciles de manejar y, además, añaden textura y sabor a diferentes productos alimenticios. Principalmente se utilizan para freír, como ingrediente en productos horneados y como espesantes, añadiendo cremosidad.

¿En qué productos es más frecuente encontrarlos?

Se encuentran habitualmente en galletas, pasteles, bollería industrial, frituras de todo tipo, comida rápida, sopas y salsas preparadas y en algunos alimentos congelados, como pizzas o helados.

¿Por qué suponen un problema?

Se ha demostrado que un alto consumo de grasas trans aumenta seriamente el riesgo de enfermedades cardíacas más que cualquier otro nutriente por caloría. En particular, las grasas trans aumentan el colesterol LDL (malo) y, al mismo tiempo, reducen el HDL (bueno), lo que puede provocar que se acumule colesterol en las arterias. Según los últimos datos de la OMS, la ingesta de grasas trans causa más de 500.000 muertes por enfermedades cardiovasculares al año y según un informe emitido por la Red Europea del Corazón, el riesgo de morir por alguna cardiopatía es hasta un 25% mayor cuando el 2% de la ingesta diaria de energía procede de AGT.

¿Cuánto se puede comer?

Este tipo de grasas no aportan nada positivo en la dieta, por lo que la mayor parte de las instituciones recomienda excluirlos. A pesar de ello, las recomendaciones internacionales indican que la ingesta total de grasas trans debería limitarse a menos del 1% de la ingesta energética total, lo que se traduce en menos de 2,2 g/día con una dieta de 2000 calorías.

¿Qué ha hecho la UE?

Con el objetivo de establecer un marco regulatorio para este tipo de grasas, en 2011 el Parlamento Europeo determinó que la Comisión Europea debía presentar un informe sobre la presencia de grasas trans en los alimentos y en la dieta de la población de la UE. El informe se publicó en diciembre de 2015, pero la decisión final sobre su regulación se ha postergado hasta este año.

El pasado mes de abril, la Comisión Europea decidió finalmente limitar la cantidad de ácidos grasos trans industriales en los productos alimenticios a 2 gramos por cada 100 gramos de grasa. Esta medida entró en vigor el pasado 14 de mayo, pero los alimentos que no cumplan la normativa europea podrán seguir comercializándose hasta el 1 de abril de 2021.

¿Por qué se ha impuesto un límite legal en lugar de desaconsejar su consumo como sucede con otros productos?

En los últimos años varios estudios han demostrado que un límite legal de estas grasas en los alimentos es la medida más eficaz para reducir su ingesta. En Dinamarca, el primer país que impuso restricciones a los AGT de producción industrial, su contenido en los productos alimenticios disminuyó drásticamente y las muertes por enfermedades cardiovasculares se redujeron más rápidamente que en otros países de la OCDE.

¿Cómo identificar la cantidad de grasas trans en un producto?

La única alternativa es buscar en el etiquetado la cantidad de aceites parcialmente hidrogenados, ya que la actual normativa comunitaria no obliga a los fabricantes a informar en las etiquetas sobre la cantidad de grasas trans que contienen los productos. Esta normativa asume que los consumidores pueden deducir del etiquetado si un producto contiene AGT industriales, a pesar de que el informe de la Comisión Europea destaca que “la mayoría de los europeos no sabe nada sobre este tipo de grasas”.