'Grooming', el engaño sexual online a menores que crece: “El agresor les aísla para que no lo cuenten”

Raquel Ejerique

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El pasado mes de septiembre, un agente de la Policía Local de Málaga llegó a un centro escolar de la carretera de Cádiz para explicar durante una hora al alumnado los peligros de fiarse de gente desconocida en los chats y entablar con ellos conversaciones sexuales para intercambiarse fotos y vídeos. Cuando acabó la charla, dos chicas se acercaron y le contaron que tenían una amiga a la que le había pasado. “¿Seguro que es una amiga?”, preguntó este agente. Al tirar del hilo, resultó que un hombre de 37 años de un pueblo de Sevilla había intentado engañar a 30 alumnos del centro haciéndose pasar por un niño para obtener material sexual. Tenía en su móvil el contacto de más de 100 menores y fue detenido gracias a la colaboración del propio alumnado. Este presunto pederasta había llegado a quedar en el mundo físico con una chica de 14 años.

La práctica de contactar y embaucar a menores con objetivos sexuales se llama grooming y está penada con de uno a tres años de prisión, a los que se les puede añadir otras penas si el engaño da resultado y el acusado logra hacerse con material, distribuirlo o agredir sexualmente a la víctima. Es la puerta de entrada para otros delitos y muchas veces se alimenta de las amenazas con publicar ese material íntimo. “A estos chicos y chicas hay que abrirles los ojos y decirles que deben tener cuidado a quien le pasan cosas íntimas, porque somos vulnerables”, explica Faustino Aguilar, inspector de la Policía Local de Málaga, un cuerpo que lleva 13 años organizando charlas para menores y jóvenes. “Los chavales son muy proactivos, el problema es que los padres no les hablan de estas cosas, ni tampoco lo suelen hacer los profesores. Entonces llegan policías simpáticos, les planteamos participar y se abren, aunque suelen contar sus propias experiencias enmascaradas en el famoso ‘tengo un amigo’”.  

El repositorio de sentencias dictadas en España es una ventana por la que asomarse a los peligros reales de usar los móviles sin formación o concienciación tecnológica ni sexual. Por ejemplo, una sentencia de julio de este año relata cómo un entrenador de fútbol sala, ahora condenado a 9 años de prisión por diversos delitos, envió a un chico de 14 años mensajes y fotos de una mujer haciéndose pasar por “Elvira”. A cambio, esta supuesta chica le pidió fotos al chico mostrando el pene. Cuando el menor quiso parar el intercambio con ella, el entrenador le amenazó diciéndole “que tenía conocimiento de lo sucedido (...) con Elvira. Movido por el propósito de satisfacer sus deseos sexuales, le comentó que Elvira estaba muy cabreada, por lo que el menor volvió a ponerse en contacto por Whatsapp con la supuesta Elvira, quien le dijo que si no quería que difundiera las fotos tenía que hacer cosas” con el pederasta, “a lo que el menor accedió con el fin de que le dejara tranquilo”, refleja la sentencia. El hombre estuvo chantajeándole en más ocasiones hasta que el chico descubrió que Elvira era un personaje inventado desde otro teléfono del agresor. Para entonces, habían pasado semanas de calvario y secuelas que quedarán para siempre.

Este es un típico caso de grooming. “Un adulto contacta por chat con un niño o adolescente para ganarse su confianza e involucrarlo en una actividad sexual. Para entrar ahí puede fingir otra identidad, otra edad, otro género, puede contactarle con una excusa, ofrecer amistad o comprensión... Empieza una ley del silencio para que la víctima no lo cuente, aislarlo. Y en un punto se rompe la barrera para empezar la conversación sexual, pidiendo fotos, con preguntas iniciales como si te ha besado alguien alguna vez… Llega un momento en que hay una petición de fotos sugerentes, íntimas, incluso de un encuentro sexual. Este tipo violencia se pueden entremezclar con el mundo físico –como en el caso del entrenador– o mantenerse la agresión con amenazas o chantajes (la sextorsión)”, a cambio de dinero, de más material o de mantener sexo en el plano físico, cuenta Cristina Sanjuán, especialista en prevención de la violencia de Save The Children, una ONG que ha calculado a través de una encuesta que “uno de cada cinco” menores “ha sufrido este tipo de acoso y el 15% en más de una ocasión. De media, la primera vez que sufrieron esta violencia fue con 15 años”. 

Los casos de grooming crecieron brutalmente en pandemia, con los niños y adolescentes de España sin clase y recluidos en casa, con mayor acceso a redes sociales e Internet. Se batieron los récords de exposición a pantallas. De hecho, según datos de la Fiscalía en 2020 hubo un repunte del 175%. En la última memoria, presentada este año, el ministerio público interpreta que este embaucamiento online, “lamentablemente cada vez más frecuente”, está detrás del incremento de delitos online contra la libertad sexual en menores, “con 492 registros, categoría en la que se constata un crecimiento de casi el 19,4% respecto del año anterior”. 

Las denuncias son la minoría de los casos, ya que a veces ni el propio menor es consciente o lo oculta a la familia, pero las cifras son escalofriantes: el National Center for Missing & Exploited Children's de EEUU (NCMEC) recibió 32 millones de informes de presunto abuso sexual infantil online en 2022, casi todos presentados por las propias tecnológicas (el 99%) al detectar casos en sus plataformas. La gran mayoría fue porque encontraron fotos o vídeos sexuales de menores. Los informes por grooming aumentaron un 82% respecto al año anterior. Ante el aumento de casos de agresión sexual online y la situación de riesgos, a principios de este año, el FBI envió  una alerta global sobre el increíble aumento de hombres que extorsionan a menores con material sexual que han obtenido de ellos. 

El fiscal de Criminalidad Informática de Las Palmas de Gran Canaria, Joaquín Bobillo, lo confirma: “Es un delito creciente y muchas veces entra en concurso con otros delitos más graves como son las agresiones sexuales a los menores de edad. Es muy importante denunciar, y también concienciar en un buen y racional uso de las nuevas tecnologías y fomentar el diálogo entre las propias familias y los menores de edad, algo que parece que se está perdiendo a pasos agigantados en los últimos tiempos”. Para este experto, “son especialmente sangrantes los casos en que ese acceso sexual se obtiene bajo la amenaza e intimidación al menor con divulgar en el entorno de éste fotografías o vídeos sexuales. En ocasiones ese tremendo chantaje se prolonga mucho en el tiempo, sometiendo al o a la menor a una presión psicológica terrible”.

Efectivamente, aunque sea un acoso y amenaza online, los efectos para los menores son similares a las agresiones y acosos sexuales en el mundo físico. “Las consecuencias de la violencia contra la infancia tiene características comunes como autoinculpación, vergüenza, depresión, ansiedad, aislamiento social y aumenta la posibilidad de ser víctima de otra violencia. Hay que atenderlo”, concluye la experta en prevención de violencia Cristina Sanjuán. 

¿Dónde acaban esas fotos y vídeos que los acosadores sonsacan a sus víctimas? Se las puede quedar el agresor, venderlas o compartirlas, muchas veces en la llamada dark web. Jose Rosell, CEO del grupo de ciberseguridad S2, que trabaja con empresas e instituciones públicas, explica que es un lugar “donde se ve de todo y te puedes encontrar con cualquier cosa, desde que se compran órganos a datos de niños”. Quienes la usan utilizan “navegadores no estándar, como la red Tor, que no está indexada y por tanto no es buscable” ni deja rastro, cuenta. La Europol, la policía europea, constata que el material pedófilo se comparte mayoritariamente en esta dark web, en redes sociales y en aplicaciones de comunicación cifrada que escapan a escaneos. 

¿Qué pasa si ese material de niños acaba ahí? “Una vez subidas esas fotos o vídeos a la dark web, es prácticamente imposible eliminarlos. La policía no tiene acceso, porque acaba en nubes y paraísos tecnológicos, pero ni la policía española ni la policía europea”, cuenta Rosell, que también ve que la única solución es la concienciación: “Igual que enseñamos a nuestros hijos los peligros al cruzar la calle, hay que hacerlo con el uso del móvil”. Él es partidario de ni siquiera hacer la foto: “Solo con hacer la foto en tu móvil, sin compartirla, ya casi has perdido el control, porque se puede acceder a los móviles, te lo pueden robar… De hecho las famosas historias efímeras de Instagram realmente no desaparecen ni se borran, simplemente se dejan de visualizar, pero están en discos duros en la nube”. 

El fiscal Bobillo coincide: “Es fundamental la labor educativa a través de los centros escolares, las familias y de todos los profesionales que nos dedicamos a esta materia, especialmente fiscales, jueces y policía judicial. Las nuevas tecnologías no se les pueden prohibir a los menores de edad, porque son una realidad, pero sí se les tiene que prevenir. No se trata de asustar sino de dar pautas para utilizarlas con cabeza. En muchas ocasiones, en las redes sociales se acepta a personas sin ser conscientes de quién está detrás”. En otras ocasiones, como reflejan denuncias en Madrid o Cantabria, ni siquiera eligen y se les agrega chats de contenido violento y pedófilo sin su consentimiento.

“Necesitamos una colaboración más eficiente y eficaz por parte de las empresas tecnológicas y redes sociales, máxime cuando en ocasiones esta cooperación se presta de forma tardía y de manera incompleta”, considera el fiscal. Para usar muchas de estas plataformas solo hay que decir que se es mayor de 13 años, aunque no lo seas. De hecho, una encuesta de la asociación de consumidores Avacu reveló este año que el 68% de niños entre 10 y 12 años tiene alguna red social, aunque no debería por edad. TikTok relata a elDiario.es que borra cuentas si son sospechosas de ser de menores de 13 años y que impide mensajes directos entre menores de 16 años (con la limitación de que no se confirma más que por la voluntad del usuario). Meta –propietaria de Instagram, Facebook y Whatsapp– no ha respondido a la petición de información. 

El grooming y el abuso sexual online preocupa también, y mucho, en la Unión Europea. De hecho, el Parlamento acaba de aprobar una propuesta de reglamento al respecto para su negociación. El español Javier Zarzalejos, del grupo popular europeo, es el ponente de ese texto, y cuenta a elDiario.es que “las compañías tendrán que analizar los riesgos y poner medidas de prevención”. Lo que no se va a pedir es el escaneo de chats en busca de posibles casos de engaño, “las herramientas de detección de texto no están tan evolucionadas como las de búsqueda de imagen, y además el encriptado ha quedado fuera” del ámbito de actuación.

De hecho, uno de los debates para sacar adelante el texto ha sido la posición entre la privacidad que da la encriptación de mensajes (como en Whatsapp para que no sean leídos por terceros) o la posibilidad de limitar esa privacidad en busca de texto y fotos que afecten a menores víctimas de acoso sexual, grooming o agresión. Finalmente ha ganado la primera y solo bajo la petición de un juez podrá pedirse la detección concreta de material en un chat privado, algo que podrá revisar ahora la Comisión (la comisaria de Interior es proclive a hacerlo) y que pidieron este miércoles decenas de supervivientes de pederastia en una reunión en Bruselas en la que presentaron más de medio millón de firmas.

Aparte de la regulación en la esfera pública, ¿qué pueden hacer las familias y los centros educativos para evitar que pase? “La vida virtual no se desliga de la física y hay que hablar, la educación afectivo sexual es esencial para decir qué es una relación sana y qué no. Hay que decirles, ‘si alguien te molesta, cuéntamelo’, deben tener confianza para pedir ayuda. Cada etapa tiene su momento, pero el uso de internet es más que las habilidades técnicas, hay que enseñarles a usarlo”, cuenta la experta Sanjuán. “Los adolescentes decían en un informe que les llegaba muy tarde la información sexual, después de que hayan tenido su primer contacto. Hay que llegar antes, hablarles de relaciones, de la pornografía, y enseñarles la importancia del consentimiento y el respeto”.