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El guardián de las sondas viajeras de la AEMET: “Nuestros globos se salen del mapa”

Javier Pérez, jefe de Sistemas Básicos de la AEMET en Galicia encargado de supervisar el lanzamiento de las radiosondas.

Antonio Martínez Ron

A Coruña —
5 de abril de 2024 22:20 h

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En una pequeña explanada del Parque de Bens, en la parte más alta de A Coruña, hay una máquina que lanza cada día dos globos meteorológicos a la estratosfera. Al despegar desde esta terraza junto al Atlántico es frecuente que estas radiosondas de la AEMET tomen impulso por los vientos y cubran distancias récord, empujadas por las corrientes en altura. En noviembre de 2022, por ejemplo, el globo voló durante toda la noche hasta aterrizar a 850 km, muy cerca de los Pirineos. Un año después una radiosonda nocturna batió todas las marcas y se mantuvo en vuelo durante casi 10 horas hasta caer sobre el Mediterráneo a unos 1.200 km, pasadas las Islas Baleares y camino a África. 

“La hemos llamado la sonda-cohete”, bromea Javier Pérez, jefe de Sistemas Básicos de la AEMET en Galicia y encargado de supervisar los lanzamientos automáticos. “Es muy emocionante ver que nuestros globos se salen del mapa”, comenta. “Y es un pequeño orgullo ver lo lejos que han llegado”. Estos globos suelen estar en la atmósfera entre tres y cuatro horas y caen a tierra tras recorrer distancias de menos de 200 km. En este tiempo ascienden gracias a la carga de helio y estallan cuando el látex ya no resiste el empuje del gas, que se expande ante la ausencia de aire en las capas más altas de la atmósfera, a unos 25.000 metros.

Colgando de un hilo de varios metros lleva la radiosonda, un dispositivo del tamaño de la palma de la mano, protegido por corcho blanco, que recoge datos de presión, temperatura, humedad y dirección del viento y los transmite por radio. Después, todo el sistema cae a tierra con un paracaídas y ya no importa recuperarlo, porque la información está enviada. 

Una noche muy ventosa

Si revisamos el historial de sondas lanzadas de A Coruña, la inmensa mayoría cae dentro de la comunidad autónoma gallega y unas cuantas terminan en el mar, no muy lejos de la costa. Pero, de cuando en cuando, la corriente en chorro se sitúa sobre la península y un globo se lanza a conocer mundo por una autopista de viento que lo arrastra a distancias impensables.

Es lo que pasó la noche del 3 de noviembre de 2023, el de la sonda-cohete. Galicia y el resto de la península seguían bajo los efectos de la borrasca Ciarán, uno de los temporales más violentos de los últimos años que, con sus vientos huracanados y olas de más de ocho metros, dejó un fallecido y numerosos daños. Según confirma Juan Jesús González Alemán desde la AEMET, esos días la corriente en chorro estaba al norte de Galicia, así que es muy probable que sus vientos de más de 200 km/h se llevaran la sonda puesta hacia el Mediterráneo. “Aquella noche la estación automática lanzó tres globos”, recuerda Javier. “El primero acabó en Burgos, pero al principio descendió súbitamente, por lo que el sistema la dio por perdida y decidió enviar una segunda. Lo mismo pasó con la que siguió, que terminó más allá de Menorca, y llegó a lanzar un tercer globo, que acabó en Gijón”.

“La corriente en chorro la vemos con otros métodos, pero esta es una forma indirecta y muy didáctica para ver cómo funciona la dinámica de vientos en los niveles más altos de la atmósfera”, explica Francisco Infante, delegado de la AEMET en Galicia. Probablemente haya otros sitios del mundo, en lugares como Alaska o la Antártida, donde las radiosondas hagan tantos kilómetros, admite, pero en Europa este es un sitio especial, “porque estamos en una esquina, de ahí la importancia de nuestros sondeos”, asegura. “La inmensa mayoría no caen en zonas tan alejadas, estas llegan tan lejos porque se mantienen mucho tiempo oscilando y eso les permite viajar más lejos, porque se necesitan determinadas condiciones que permitan que el globo esté más tiempo en el aire”, relata.

Como lo prioritario es ascender lo más alto posible y transmitir los datos para la predicción numérica en un margen de unas tres horas, la AEMET no dispone de los datos completos transmitidos de las sondas trotamundos, que sí quedan recogidos por la plataforma Sondehub. Cuando detecta un descenso brusco, el sistema interpreta que el globo se ha perdido y pasa a lanzar el siguiente. “Consulté con la empresa fabricante de las sondas, la finlandesa Vaisala, para ver si alguna manera de que estas sondas viajeras sigan recogiendo datos”, explica Pérez. “Pero no hay forma de corregirlo, porque la prioridad es que se lance otra cuanto antes”. El técnico recuerda una situación muy curiosa ocurrida al poco de instalar la estación automática, cuando uno de los globos se marchó 200 kilómetros al sur y regresó para caer a unos cientos de metros del lugar de salida. “Regresó como un boomerang, una probabilidad entre un millón”, explica Pérez. “Y, como estaba muy cerca, la máquina no lanzaba el siguiente globo, porque la detectaba y creía que estaba atascada”. 

Centinelas del cielo

Pérez y sus compañeros en la estación de radiosondeos son una especie de vigías del cielo, situados en un extremo de la geografía y disponibles para cualquier percance, como el responsable de un faro. El sistema funciona 24 horas al día, siete días a la semana, y si uno de los globos se atasca dentro de la máquina hay que acudir a quitarlo para que puedan salir los siguientes. “Sobre todo si se estropea al principio de un puente, porque supondría perder varios sondeos, que son muy importantes para la predicción”, explica Pérez. 

La de A Coruña es una de las siete estaciones de este tipo que la AEMET tiene distribuidas por España —junto con las de Santander, Zaragoza, Madrid, Palma de Mallorca, Murcia y Santa Cruz de Tenerife— que lanzan dos radiosondas al día y obtienen datos esenciales para los modelos numéricos de predicción. Estos globos se sueltan de forma sincronizada a las 00:00 y las 12:00 UTC (tiempo universal coordinado) junto con los del resto de estaciones distribuidas a lo largo y ancho del planeta; más de medio millón de radiosondas al año, según datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).  

Pinchamos en la atmósfera y hacemos un corte vertical de 25 kilómetros, con medidas de presión, humedad y temperatura en cada punto

Javier Pérez Jefe de Sistemas Básicos de la AEMET en Galicia

“Pinchamos en la atmósfera y hacemos un corte vertical de 25 kilómetros, con medidas de presión, humedad y temperatura en cada punto”, explica Pérez, quien lleva desde el año 2000 haciendo radiosondeos en este lugar. En estos años ha visto cómo el sistema se pasaba de la suelta manual de globos y los cálculos en papel para estimar la altura de crecimiento de las tormentas a trabajar con uno de los equipos automatizados más modernos del mundo. Hasta febrero de 2022, en que se instaló el lanzador automático en el parque de Bens (la llamada “autosonda”), los globos se soltaban en el observatorio de la AEMET en la ciudad, en el barrio de Agra del Orzán. “Había que tener cuidado en los días de viento para que el globo no chocara con los edificios”, recuerda. “Y los días de buen tiempo venían los abuelos con los nietos a verlo salir hacia arriba, que siempre causaba expectación”. 

En el anecdotario en estos 25 años se incluye aquella vez en la que a su compañero se le engancharon las llaves del coche nuevo a la cuerda de la radiosonda y se fueron volando a los confines de la atmósfera, o el reguero de avisos por avistamiento de OVNIs que causan estas sondas voladoras. También les ha visitado varias veces la Guardia Civil porque alguien ha encontrado la radiosonda en un bosque y ha pensado que se trataba de un artefacto incendiario. “Esta misma mañana ha venido un espontáneo para informarnos de que tiene en su casa un electroimán con el que está desviando las borrascas del Atlántico”, relata Javier Pérez, todavía conmocionado por la experiencia. “Venía a brindarnos su ayuda, porque se ha dado cuenta de que cada vez que la enciende cambia el rumbo de los sistemas y hace buen tiempo”. 

Sondas nazis sobre el Atlántico

La estación de radiosondeo de A Coruña de una de las más antiguas de España y existen registros del envío de “globos piloto” en esta zona desde 1914, cuando aún no enviaban información por radio y se seguía su posición con un teodolito. Entre sus tesoros, en el edificio construido en 1935 en lo que hoy es un barrio alto de la ciudad y entonces eran las afueras, se encuentra un cuaderno con anotaciones en alemán, de cuando los nazis estuvieron en España, con la connivencia de Franco, lanzando radiosondas para hacer predicciones que ayudaran a sus submarinos. “Desde 1939 hasta 1945, durante toda la Segunda Guerra Mundial, estuvieron lanzando globos desde una base en Santa Uxía de Ribeira”, explica Xosé Larrosa Vila, predictor jubilado de la AEMET que ha investigado los archivos. “Les sirvieron para la Batalla del Atlántico, porque necesitaban la predicción y datos para hacer los mapas meteorológicos”. 

El motivo por el que los nazis sondeaban los cielos desde aquí era el mismo que ahora, es el punto más occidental del continente europeo y una ventana al océano

Los medios todavía eran precarios y los alemanes tenían que seguir la sonda visualmente para obtener los datos. Si la perdían de vista en el ascenso, señala Larrosa, anotaban en su cuadernos “perdida en la nube”. El motivo por el que los nazis sondeaban los cielos desde aquí era el mismo que ahora, es el punto más occidental del continente europeo y la ventana al océano, de donde vienen los sistemas borrascosos. “El dato de Galicia es muy apreciado, porque es el más valioso, y de hecho siempre que hay un problema con un globo llaman del centro europeo para preguntar”, asegura el meteorólogo jubilado.

Ya en el presente, se ha avanzado mucho gracias a los ordenadores y los satélites, pero la información de las radiosondas siguen siendo esencial, subraya Pérez. “Hay muy pocos datos obtenidos de forma directa en altura, y eso es fundamental para los modelos”, asegura. Aunque mira atrás con nostalgia, a los tiempos en que calculaba la altura de las nubes de tormenta aplicando unas fórmulas sobre papel milimetrado, el guardián de los globos viajeros de la AEMET está orgulloso de la labor que esta y otras estaciones desempeñan. Son más de cien años de datos, recogidos por profesionales que trabajaron todos los días para sacar el sondeo. “Esta es una labor muy antigua”, resume. “Y nosotros, unos románticos del tiempo”. 

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