La doctora Navío puso en marcha el primer programa de intervención y prevención del suicidio de un hospital madrileño, el 12 de Octubre, en 2010. Ahora la psiquiatra Mercedes Navío dirige la Oficina Regional de Coordinación de Salud Mental, desde donde trabaja para que el modelo de este centro, con un plan centrado en evitar futuros intentos, “se generalice”. La doctora también coordina el grupo de trabajo del proyecto de prevención del suicidio dentro de la Estrategia de Salud Mental del Ministerio de Sanidad.
España continúa sin un Plan Nacional de prevención del suicidio pese a que la OMS lo pidió hace tres años con el objetivo de reducir las autoagresiones un 10% en el año 2020. Mercedes Navío trabajó en el último intento de Sanidad por arrancar el motor de este plan en 2015. Entonces se quedó bloqueado y no ha habido, relata ella, un nuevo impulso. De hecho, explica, solo era un “embrión”, una “línea prioritaria de actuación dentro de la Estrategia de Salud Mental”.
Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2015 se suicidaron 3.602 personas –2.680 hombres y 922 mujeres–, un 7% menos que en 2014. Es la primera causa de muerte violenta en España, por delante de los accidentes de tráfico.
¿El suicidio se sigue ocultando debajo de la alfombra?
Sí, sin duda. Sigue pesando un estigma y un tabú social que hace difícil que la persona que puede estar pensando en suicidarse pida ayuda y que el conjunto pueda ser consciente de su potencial de ayuda a las personas que no encuentran alternativa a una situación que les parece invivible. Es la llamada lógica suicida, la visión en túnel, que tenemos que enfrentarnos, construyendo la idea de que hay alternativas, de que se puede volver a una vida sin sufrimiento si acudes a los profesionales.
¿Por qué pasa si es la primera causa de muerte violenta en España?
Las raíces del tabú social son complejas y se retrotraen a mucho tiempo. Históricamente fue un delito y un pecado hasta el punto de que las personas que fallecían así no eran enterradas en sagrado y las que lo intentaban eran llevadas al calabozo. En este tabú hay sentimientos intensos de culpa y vergüenza que se relacionan con la enfermedad mental en general, que también tiene un estigma importante y sufre una desconsideración injusta. Es algo de lo que da miedo hablar. En ocasiones, con muy buena intención, se teme hablar de ello porque se cree que puede incitarse, que pueden provocarse conductas imitativas. Y nada más lejos de la realidad.
España ha ignorado la petición de la OMS de crear un Plan Nacional de Prevención. ¿Cómo se explica esto?
La actualización de la Estrategia de Salud Mental 2013-2015 incluyó una línea específica estratégica y prioritaria para prevenir el suicidio. Era la primera vez. Al final de la anterior legislatura debería haber sido ratificada por las comunidades autónomas, por el comité interterritorial, pero no todas dieron el sí. Yo coordinaba el grupo de prevención del suicidio que hizo el documento, un embrión de Plan nacional para empezar a trabajar con un grupo multiprofesional donde estaban contempladas una serie de acciones que recogían la necesidad de un abordaje generalizado. Todo esto requiere un impulso del Ministerio, que desde 2015 no ha retomado nada.
Usted coordina la Oficina Regional de Coordinación de Salud Mental de Madrid, ¿cuántas comunidades tienen planes regionales para evitar los suicidios?
Planes regionales, como tal, en los últimos tiempos se están iniciando, pero no se han ejecutado en algunas de ellas y en otras está en elaboración. Lo que sí hay son estrategias y eso es esencial, además de que haya desarrollo autonómico que sistematice. En todo caso lo más fundamental es el impulso y el liderazgo del Ministerio de Sanidad para abordar una estrategia nacional que marque objetivos comunes.
¿Hablar de suicidio evita suicidios?
La OMS lo afirma de manera clara a nivel internacional y también europeo: hablar de suicidio con rigor, sin sensacionalismo, en términos de prevención, es una medida contra el suicidio de primera orden porque permite hacer llegar a la persona la posibilidad de una esperanza de futuro. La idea de que si pide ayuda la podrá recibir y en la inmensa mayoría de los casos su situación va a revertirse.
¿El efecto contagio es entonces un mito?
El efecto contagio existe cuando el suicidio es tratado de manera sensacionalista y cuando es idealizado. Un tratamiento que idealice esa forma de muerte y la convierta en algo heroico es peligroso en personas especialmente influenciables, como los adolescentes.
¿Y cuáles son las claves para hablar con rigor de este tema?
Hay tres fundamentales. Primero, evitar juicios de valor. La persona que se suicida no es ni buena ni mala, ni cobarde ni valiente. Segundo, evitar hablar de detalles que puedan resultar morbosos y que no aportan nada. Y relacionado con esto, evitar hablar de los métodos utilizados. Se trata de hablar siempre en términos preventivos, arrojando un mensaje de esperanza e invitando a pedir ayuda a los más cercanos y a su centro de salud más cercano o al servicio de urgencias. En todos esos sitios se va a estar preparado para ayudar.
Fue la responsable de poner en marcha los primeros planes de prevención en hospitales como el 12 de Octubre hace unos años, ¿cómo se atienden estos casos?
En la Comunidad estamos intentando generalizar a todos los hospitales la atención coordinada e inmediata que se da a personas que intentan suicidarse y que está muy desarrollada en el 12 de Octubre, el Gregorio Marañón o la Fundación Jiménez Díaz para evitar posteriores intentos. Con ello la reducción de la repetición disminuyen un 25%, según nuestros resultados. Cuando estas estrategias están bien enfocadas, las tasas de suicidio bajan y hay estudios que lo avalan. Desde finales de 2012 hemos atendido a más de 1.000 pacientes que han intentado suicidarse en programas intensivos, con seguimiento telefónico de evaluación en el primer año. Y otros 8.000 casos que no han requerido ingreso.
Asociaciones de médicos y pacientes y sindicatos llevan años quejándose de que la red de atención a la salud mental no llega para atender a todos. ¿Es insuficiente?
Siempre va a haber márgenes de mejora. En la atención que se ha dado a la conducta de suicidio lo que ha habido en los últimos años ha ido en la dirección de potenciar. En todo caso, relacionar la atención como un factor único si hablamos de suicidio es un reduccionismo, es algo que no es riguroso. Pero ningún factor. Además, creo que la accesibilidad al sistema es buena. El problema del sistema no es de accesibilidad.
El 90% de los suicidios tienen detrás una enfermedad mental y varios estudios muestran que muchos casos de depresión no se diagnostican correctamente. ¿No se detecta qué les pasa a estos pacientes?
Una de las actividades preventivas más importantes es la detección y el tratamiento adecuado, y efectivamente nos encontramos con infradiagnóstico e infratratamiento. Tenemos que ser especialmente sensibles a la hora de detectar el riesgo y hay personas que no solicitan ayuda por sentir vergüenza. La red sociofamiliar efectiva es la mejor red contra el suicidio. Que nadie experimente la hostilidad del medio ni la experiencia de soledad.
Los médicos de familia se quejan de la “escasez de tiempo”. se quejan de la “escasez de tiempo”
Bueno, ellos son un agente fundamental sobre el que pivotan los planes de prevención. Por eso estamos haciendo múltiples ediciones de un curso en el que se da formación teórica en actualización de factores de riesgo y aplicaciones prácticas que incluyen rol playing. En estos cursos están los médicos de familia, los servicios de urgencia hospitarios y los profesionales del Summa. En el caso de estos últimos, el trabajo que se realiza tiene orientación diferente porque abordamos el riesgo del suicidio en curso. La intervención es de otra naturaleza.
Los últimos datos disponibles del INE, de 2015, muestran una reducción del 7% del número de suicidios respecto al año anterior, tras varios años de aumento. ¿Es una cifra significativa?
Sí, se han reducido un 7%, pero esa cifra está calculada en torno a los números absolutos, no a la tasa por habitante. La tasa por habitante en España desde 2000 no ha variado de manera significativa. Ni creció durante la crisis. Es un fenómeno multifactorial. Y España tiene una tasa baja en relación con el entorno. Hay países más ricos con tasas más altas.
¿Tener unas cifras de suicidios bien registradas es una misión imposible?
El INE incluyó un cambió de metodología hace algunos años que incluía los datos de los anatómicos forenses. Es verdad que puede haber un infraregistro pero no lo puedo afirmar de manera categórica. Toda muerte violenta debe ser dictaminada por un médico forense o un juez. Con los suicidios que hay ya es más que suficiente para tomar que es un problema de salud pública. No hace falta que se produzca ni uno más. De hecho, no estaremos satisfechos hasta que logremos reducirlo. Una únca vida es una pérdida inasumible.