Tres años intentando darse de baja como católicos: “La Iglesia nos ningunea”
Xabier y Paulo ya no saben qué más hacer para ser reconocidos como apóstatas. Llevan tres años intentando sin éxito que el Obispado de Lugo haga efectiva su renuncia a la Iglesia, pero el laberinto no acaba de llegar a su fin. Aunque cuentan con un documento firmado y sellado por la Diócesis en el que declaran que abandonan la fe católica, todavía falta el último paso: que el cura de la parroquia en la que se bautizaron, en el municipio lucense de Chantada, anote la renuncia en la partida bautismal.
Eso es lo que les ha dicho el Obispado cada vez que se han puesto en contacto con él para saber cuál es el estado de su trámite. “Es una tomadura de pelo. Llevamos tres años intentándolo y la Iglesia nos ningunea y nos da largas. Parece que lo que quieren conseguir es que nos demos por vencidos, nos cansemos y perdamos el interés”, explica Xabier en conversación telefónica con eldiario.es.
Este medio se ha puesto en contacto con el Obispado, que ha reconocido la dilación y asegura que ha sido “un caso aislado”. Tras ello, lo ha hecho Xabier, ante el que ha esgrimido motivos contradictorios y aún no le han resuelto cuándo culminará el proceso. “Me han dicho que cuando envié las partidas de bautismo todavía estaba el cura anterior y que se podrían haber extraviado. También que ahora lo tendrá que hacer el nuevo, pero que debido a 'su situación personal' podrá tardar. No me han dicho más”, explica.
El periplo de llamadas, idas y venidas comenzó a finales de 2014, cuando ambos hermanos, de 24 y 32 años, tomaron la decisión de abandonar la fe católica “porque fuimos criados en ella sin tener en cuenta nuestra propia determinación. Para nosotros la religión es una farsa y somos ateos. Además rechazamos a la Iglesia católica como institución”, dice Xabier. Por eso, enviaron al Obispado la llamada “Declaración de Apostasía”, un documento que sirve para manifestar esta intención y que puede encontrarse en numerosas páginas web que aconsejan sobre cómo hacerlo.
Casi un año después, en agosto de 2015, los chicos recibieron una respuesta del vicario, que en nombre del obispo les conminaba a acudir a una notaría “para hacer la declaración formal de abandono de la fe católica” o acudir al Obispado para formalizarlo. No sin antes intentar convencer a los jóvenes: “La Iglesia no impone nada ni se entromete en su vida de manera que el hecho de haber sido bautizado afecte a su libertad”. El vicario proseguía: “Con todo, para que quede constancia de que no quiero coartar su libertad le indico el proceso a seguir”.
Además, la carta advierte de “las consecuencias que el abandono de la Iglesia lleva consigo (especialmente en lo que se refiere a la pérdida de derechos sociales y civiles)” y lamenta el acto: “Para nosotros, los católicos, el hecho de la apostasía es grave y doloroso”.
El proceso, estancado
Xabier y su hermano acudieron entonces a la sede un tiempo después, en abril de 2016. Una vez más, al personarse ante el vicario, un nuevo impedimento. Ahora les pedían acudir con la partida bautismal. Un requisito que detallan la mayoría de páginas web que ilustran sobre el procedimiento, pero nada decía la carta. “Después de mucho quejarnos accedió a darnos la 'declaración formal de abandono de la fe católica' firmada, no sin antes insistir en las consecuencias”, apunta Xabier.
Los jóvenes pactaron con el vicario que pedirían en la parroquia las partidas y las enviarían por correo certificado porque, según el Obispado, su apostasía no tendría validez sin ello. Después de revisarlas, la institución debía dar la orden al cura de apuntar en la partida su abandono, tal y como especifica una orden aprobada por el papa Benedicto XVI en 2006 que establece el requisito de que “la autoridad eclesiástica competente provea para que en el libro de bautizados se haga la anotación con la expresión explícita de que ha tenido lugar la defectio ab Ecclesia catholica actu formali –tal y como se llama formalmente al acto de abandono–”.
Es en ese punto en el que los hermanos se han quedado estancados, tal y como les ocurre a otras personas que siguen encontrando obstáculos al hacer efectiva su decisión, entre ellos, dificultad para conseguir la partida, cuestionamiento constante o negativas del Obispado. “Antes era mucho más evidente, ahora cada vez están más relajados, pero recibimos muchas consultas. La apostasía es un acto de conciencia que debe ser respetado, pero es verdad que mucha gente piensa que esa rebaja estadística influye en cosas como el dinero que le da el Estado a la Iglesia y no es verdad”, explica Juanjo Picó, de Europa Laica.
Llamadas sin respuesta
Xabier y Paulo consiguieron sus partidas de bautismo meses más tarde de pedírselas al párroco y tras mucho insistir. “El párroco nos mostraba continuamente su malestar e incomprensión, haciendo juicios de valor constantemente, diciendo que yo era demasiado pequeño, con 22 años, para tomar la decisión o que eramos los únicos del pueblo”, explica el primero. Finalmente lograron enviarlas al Obispado, pero no obtuvieron respuesta.
Varios meses y varias llamadas después sirvieron para que la institución por fin les diese una. “Nos dijeron que no había cura oficial en Chantada. Lo cierto es que el anterior se había jubilado, pero ya había otro oficiando desde hacía meses”, agrega Xabier, que insiste en que “es frustrante que un sencillo trámite de enorme importancia tanto ética como simbólica para nosotros no sea tenido en cuenta”.
Simbólica porque los apóstatas no pueden exigir que la Iglesia borre del registro bautismal su nombre, tal y como zanjó el Tribunal Constitucional en una sentencia de 2011 tras la batalla que mantenían desde 2006 la Iglesia y la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD). El fallo aseguró que los libros de bautismo son de carácter privado y, por tanto, no procede el borrado. El Obispado de Vigo nombra el dictamen en la carta enviada a los hermanos y asegura que a efectos estadísticos, “la Iglesia no puede acceder a peticiones de supresión de datos” porque “las partidas de bautismo no son ficheros”, pero “sí se puede hacer la anotación correspondiente”, concluye.
La Conferencia Episcopal asegura que no cuenta con datos de cuántas personas se dan de baja anualmente, pero la evolución del CIS en los últimos años evidencia un proceso de secularización. España es cada vez menos católica. En 2008 la encuesta arrojaba que el 77% de los españoles se declaraba católico, un porcentaje que ha descendido siete puntos en 2017. La población sigue declarándose católica, pero no son practicantes. En 2008 el 56% declaraba que no iba a oficios religiosos, ahora es el 60%.