Casi la mitad de los hogares en España son unipersonales o están formados por una pareja sin hijos, según recoge en el último número de la revista Panorama Social, editada por la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas).
Un artículo de la profesora Pau Miret para esta publicación, titulada “Retos demográficos”, explica que el número de hogares con un núcleo conyugal sin hijos se ha triplicado entre 1977 y 2015 al pasar de 1,5 a 4,4 millones, y representan ya el 25 % del total frente al 17 % de hace cuatro décadas.
Por su parte, los hogares unipersonales se han quintuplicado (3,8 millones frente a 700.000) y suponen en la actualidad el 22 % del total frente al 8 % de 1977.
Cuatro de cada diez hogares son de parejas con hijos; el resto son fundamentalmente monoparentales y un pequeño grupo está formado por personas sin relación familiar entre ellas.
La emigración y la inmigración son también objeto de estudio de varios artículos de la revista, como el que firman los profesores Andreu Domingo y Armand Blanes que constatan que los flujos de salida han aumentado desde el inicio de la crisis económica tanto entre los españoles como entre los extranjeros.
Cataluña, Madrid y la Comunidad Valenciana destacan como las regiones con la intensidad emigratoria más alta y, Madrid, el arco mediterráneo y las islas concentran las mayores tasas de emigración durante el período posterior al inicio de la crisis en 2008.
En otro artículo, Rafael Grande, Tania Paniagua y Alberto del Rey concluyen que el desempleo ha aumentado claramente entre los inmigrantes y que el efecto de la crisis ha sido menor entre los asiáticos y los trabajadores procedentes de países desarrollados.
La socióloga María Miyar publica que se ha producido un aumento de llegadas de asiáticos y de europeos de fuera de la Unión Europea y considera que el repunte de las entradas en 2014 puede sugerir el comienzo de una tercera fase de las migraciones en España.
Por su parte, el profesor Juan Manuel García González constata que la brecha en la esperanza de vida entre varones y mujeres pasó de menos de dos años en 1908 a más de siete en los años 90.
Sin embargo, los datos más recientes sugieren una disminución desde mediados de la década de los 90, un cambio que podría responder en parte al aumento entre las mujeres de comportamientos de riesgo tradicionalmente masculinos, como el consumo de alcohol y tabaco.