Elena Urdaneta no imaginó que terminaría aplicando en marzo de 2020 en Madrid mucho de lo que aprendió durante años sobre la gestión de la epidemia del ébola en Sierra Leona. Es la directora general de Médicos del Mundo en España y máxima responsable del proyecto que ha aunado mediante un convenio a su organización y a los hospitales de la Comunidad de Madrid. Todo empezó cuando a mediados del mes pasado les pidieron ayuda desde el Hospital Gregorio Marañón ante una situación “horrorosa” en urgencias. A finales de abril ya han aprobado un plan 'postCovid' para otros centros madrileños: el de Fuenlabrada, La Fuenfría, Guadarrama, El Escorial, Leganés y el hospital Niño Jesús. También en algunos de Galicia y en centros de Almería y Melilla.
El plan que han diseñado para Fuenlabrada, ya en marcha con los quirófanos y paritorios reabiertos, tiene como objetivos principales evitar el contagio cruzado de COVID-19, recuperar su funcionamiento de forma adaptada y segura y preparar el centro para posibles re.rotes de la epidemia. El diseño se adelanta a lo que ha pedido oficialmente este fin de semana el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) y la Dirección General de Salud Pública Calidad e Innovación para todos los centros españoles en la etapa de transición: además del refuerzo de camas y recursos, circuitos separados entre pacientes que vayan por coronavirus y que vayan por otras causas.
La meta es que “que no vuelva a ocurrir que no haya espacios para atender a las personas. En el Gregorio Marañón actuamos no tanto en prevención sino cuando la situación era desbordante, para mitigar”. Ahora estamos ya en otro momento, en el que lo que se busca es prevenir. “La medicina preventiva es muy importante pero escasea. La Organización Mundial de la Salud recomienda que haya al menos un sanitario por cada 250 camas con experiencia en epidemias. Normalmente no es así y la actuación se produce, como ha pasado ahora, cuando la infección ya lo ha desbordado todo, en un sálvese quien pueda”.
Desde el Hospital de Fuenlabrada lo confirman: “Vivimos la gripe A, nada que ver con lo que estamos viviendo, y después nos enfretamos al ebola, pero quedó en nada, lo veíamos lejos y pasó rápido. Nunca pensamos que tendríamos que enfrentarnos a una epidemia de estas características”. En este centro, en el pico más alto, que fue apenas hace un mes, sus UCI tuvieron que multiplicar por cinco su capacidad habitual. Una situación “crítica”, antes de la pandemia, implicaba tener 30 pacientes en espera de hospitalización. Llegaron a tener a 200. “La COVID-19 fue un volcán en erupción muy complicado de parar. Ya estamos en otra fase. Vamos a intentar que no vuelva a suceder”, añade a todo esto Urdaneta.
La estrategia divide el centro en 'zonas Covid' y 'zonas no Covid', y pasillos por los que pasar dependiendo de las características de los pacientes. También aporta protocolos, que ya se están llevando a cabo, que contemplan cuestionarios y tomas de temperatura a cada persona que entre al edificio. Tienen en cuenta la distribución de sanitarios por plantas según hayan pasado ya la enfermedad o no. Y medidas sobre las farmacias, vestuario, comidas, triajes y hasta ventilación. Los sanitarios (celadores, enfermería, auxiliares y médicos), cuentan desde el hospital, “han cambiado ya su forma de trabajo y organización, después de unas semanas de trabajo sin descanso”, y empieza en los servicios centrales: ellos hacen el primer triaje y utilizan las nuevas formas de organización y acompañamiento de los pacientes.
Todos los centros en la España de la desescalada tendrán que desarrollar una estrategia similar según pide el documento del CCAES, aunque no todos la tienen todavía. Es una de las condiciones prioritarias de la 'nueva normalidad': que los hospitales estén preparados para afrontar segundas olas. “Hay que pensar que muchos pacientes que han sido dados de alta en pocos días tienen que volver a hacerse placas, por ejemplo. Si un paciente positivo entra en una zona, toda se vuelve roja. Todo hay que planificarlo cuanto antes porque va a pasar enseguida”, avisa la doctora.
Para eso “se tienen que coordinar bien la Atención Primaria y la hospitalaria”, remarca la directora de Médicos del Mundo. Ella no ve viable otra opción que no sea dividir los centros en zonas, aunque desde el CCAES sí lo plantean: “Por poderse, podría plantearse que haya centros de Atención Primaria solo para COVID, y otros para no COVID. Pero es muy difícil, hay que reasignar a los pacientes, a los sanitarios… tiene menos complicación crear los circuitos y formar al personal”. Este planteamiento es muy importante porque este doble circuito es uno de los requisitos que menciona el documento difundido por el Gobierno para evaluar la situación de las Comunidades Autónomas de cara a las etapas de la desescalada.
Tampoco en todos los sitios será igual. La arquitectura del de Fuenlabrada, por ejemplo, “parece diseñada por un arquitecto que tuviese en mente que algún día podría enfrentarse a una situación como esta, con zonas perfectamente divididas”. El de Fuenfrías y Guadarrama no tienen urgencias ni quirófanos y eso lo facilita; el de El Escorial es pequeño. El Gregorio Marañón les está dando más quebraderos de cabeza: “Tiene 8.000 trabajadores y está resultando complicado hacer circuitos”, reconocen.
¿Qué ha pasado con los sanitarios?
Analizar el efecto de la pandemia en los hospitales y los planes para el futuro también les ha dado pistas acerca de qué ha fallado para que en todo el Estado haya más de 39.000 profesionales contagiados, un porcentaje mayor que el que estima la Organización Mundial de la Salud para la media de todos los países. “Ha habido falta de material, desde luego, y ha tenido mucha importancia. Pero gestionar una situación así no es solo cosa de ponerte y quitarte el traje”, resume. Implica “el trabajo con los pacientes, la organización de turnos, de compartir material, la comida… afecta a todas las áreas del centro. Este virus se queda en la superficie y se contagia en las relaciones de las personas muy fácilmente. Muchos primeros contagios se produjeron en momentos de compartir cafés, comidas o cenas. O coger el teléfono. Todo sobrevino y ha faltado, también, mucha formación”.
Concluye una mezcla de factores: “El virus se conocía poco y en España no había ningún proyecto preparado para afrontar una epidemia. Y las epidemias son así: un día ves un caso, al día siguiente 5, al siguiente 50 y la semana siguiente tienes 5.000. Nadie supo dimensionarlo lo suficientemente rápido”. En lo peor de la crisis, a mediados y finales de marzo, “muchos fueron a trabajar con síntomas leves, otros que tenían que tomar decisiones no podían porque estaban de baja o aislados. A veces en estas circunstancias lo que conviene es frenar y pararse a elaborar un plan. Y suele ser, y ha sido, justo al revés, se ha trabajado sin estrategia, como se ha podido dada la situación y a contra reloj. Ahora es fácil decirlo, hay que poner por delante que muchísimas personas lo han pasado muy mal y lo han intentado hacer lo mejor posible y dando todo de sí mismos”.
Si Urdaneta y su equipo supieron que había que frenar fue por su experiencia con el ébola. Recuerda que entre los trabajadores y cooperantes en Sierra Leona no hubo ni una sola persona infectada “en cuanto había algo de fiebre se desplegaban los protocolos. Descartamos 10.000 casos de ébola entre pacientes y sanitarios”. El problema no fueron tanto los recursos ahí, “porque trabajamos con un proyecto de cooperación del gobierno británico, con personal de otros países y local”. Pero como aquí con el Sars-Cov-2, “en ese momento se sabía muy poco del ébola, que es un virus que mataba de verdad a todo el que lo cogía. El ébola es más peligroso pero menos contagioso, pero también estaba influenciado por la cultura de ahí, los abrazos, los besos, los funerales. Igual que aquí nos ha influenciado comer juntos, las costumbres sociales... cosas que tendremos que reaprender”.