El Valle de los Caídos es la mayor fosa común de España. En su basílica están enterrados en 8 criptas y diferentes pisos 33.833 cadáveres, de los cuales 12.410 son de personas desconocidas y gran parte de ellas son republicanos y represaliados por el franquismo. Hasta allí se llevaron miles de cuerpos sin permiso de las familias.
Ahora el prior se niega a dejar pasar a los técnicos para que exhumen a los hermanos Lapeña, como ha ordenado un juez, aduciendo que por el mal estado de las criptas se podría dañar otros huesos y apela al “respeto a las familias”, 35 según él, que han pedido que no se profanen las fosas. Ni siquiera ha acudido al Senado a explicarse, como solicitaron los grupos, en una sesión sobre esta exhumación en la que el abogado de las familias, Eduardo Ranz, dijo que acabará por venir “un Papa a pedir disculpas por los abusos cometidos en el Valle de los Caídos”.
El prior se ha mostrado preocupado por dañar los restos, pero un informe que hizo Patrimonio Nacional en 2010, durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, el último conocido, da cuenta con un pormenorizado relato y fotos del lamentable estado de conservación de las fosas y huesos y cómo se han cambiado de sitio y renovado zonas sin aviso. El cuidado de los huesos, según los técnicos, ha sido escaso.
Precisamente son los propios monjes benedictinos de la Abadía los que tienen el encargo de conservar los cadáveres y las fosas del mausoleo franquista desde 1958 por orden de Franco. Fueron quienes recibieron los cuerpos y los enterraron después de la guerra. El informe revela que la conservación es caótica, los huesos se amontonan sin ninguna atención al derecho a un enterramiento digno y la humedad está comiéndose los columbarios al menos desde hace 8 años.
Parte del contenido de este informe fue adelantado en exclusiva por la Cadena Ser, y ahora eldiario.es ha tenido acceso al informe completo (al final del texto) con todas las imágenes y la descripción de los expertos.
Los técnicos entraron el 6 de mayo de 2010 en la iglesia del Valle de los Caídos. Ahí empiezan a describir qué se van encontrando en cada una de las ocho criptas que albergan los más de 33.000 cuerpos. Cuando entran en la capilla del Santísimo encuentran “humedades en las paredes y techos” y habitaciones cerradas. Pero también descubren una trampilla en el techo que supuestamente llevaría a otro nivel de enterramientos. Sin embargo, lo que encuentran es “una habitación, perfectamente tabicada, con aspecto de haber sido rehabilitada hace poco tiempo”, y ni rastro de “restos óseos”. El informe incide en que no se sabe a dónde han ido a parar.
Al continuar su expedición, hallan una pared, la rompen y aparecen “múltiples restos, completamente desordenados y fuera de los columbarios”. Tanto caos hay que destacan que “se desconoce el alcance real del número de restos introducidos en este nivel”.
El relato en las siguientes capillas ahonda en el desorden, la mala conservación y la amalgama de huesos sin identificar que, además de enterrarse sin filiación, se han cambiado de sitio sin ningún orden. Por ejemplo, en la capilla del Sepulcro hay “incontables” huesos.
En otro de los enterramientos alcanzan a ver “Balneario de Mondáriz, Pontevedra” o “Valdemoro” 2. A través de una trampilla, en la que encuentran un fémur y tibia, pueden apenas ver huesos y cráneos, pero a partir de ahí ya no pueden acceder “por estar clausurados con hormigón”. También se aportan algunas fichas con la filiación de los muertos y la fecha de la muerte.
Cuando acuden a las seis capillas laterales, más pequeñas, el informe recoge que no se sabe qué contienen ya que no han podido entrar. Y que los monjes relataron a los técnicos que metieron allí restos desalojados de otros sitios además de los que ya había. Los técnicos acaban con una frase que podría resumir la política de cuidado y conservación de las fosas: “Se desconoce el alcance real de lo trasladado”.