Laurence Tubiana (Orán, 1951) fue la arquitecta del Acuerdo de París contra el cambio climático. El Gobierno francés de François Hollande le puso a diseñar una fórmula para convencer a todos los Estados de que había que hacer algo para detener el funesto calentamiento acelerado del planeta que causan las emisiones de gases humanas. Sobre el proyecto planeaba el fracaso de la cumbre de Copenhague. Cuando el ministro de Exteriores Laurent Fabius dio el martillazo en diciembre de 2015, pudo decir: “misión cumplida”.
Tras aquello, ahora es la responsable de la Fundación Europea por el Clima. Ha venido a Madrid a hablar sobre cómo impedir que los combustibles fósiles secuestren la necesaria descarbonización de la economía. En conversación con elDiario.es, es evidente que ya no actúa en el plano diplomático. La última decisión europea de considerar el gas y la nuclear como energías verdes le tiene indignada. Ya no debe morderse la lengua. Y se nota.
¿Cuánto le ha decepcionado que el Europarlamento haya etiquetado como verdes el gas y la energía nuclear?
Me puse furiosa porque me parece que no es el momento de hacerlo y no da la señal necesaria para las inversiones. Rusia debe haberse puesto muy feliz. Pienso que esta guerra no es solo un ataque contra Ucrania, sino también contra el modelo europeo que incluye el Nuevo Pacto Verde y dejar de utilizar los combustibles fósiles.
Socava el discurso europeo de que somos un 'Climate Champion'...
Es una señal muy delicada cuando en Glasgow [la COP26 de noviembre de 2021] se ha firmado un acuerdo para no financiar inversiones en fósiles en otros países. Imagina los estados africanos que quieren desarrollar más la explotación de petróleo y gas pues ahora pueden decir: “Cómo ustedes, ¿no?”
Hay que poner el foco en los impactos del cambio climático porque eso lo ve todo el mundo. Y sobre la solidaridad para ayudar a los países a confrontar los problemas porque, si no, va a haber una migración masiva
¿Y cuál es el mensaje hacia la ciudadanía?
Un muy mal mensaje. El Green New Deal y la reducción de 55% de emisiones son planes ambiciosos y se están haciendo cosas, por lo que esta decisión es un mensaje estúpido, ciertamente. Claro que hace falta usar el gas durante un tiempo y buscar fuentes diferentes para dejar de dar este dinero que se está dando a Rusia todos los días, pero no tiene sentido.
Y hace poco tiempo llegó el fallo de Supremo de Estados Unidos que minaba la acción contra el cambio climático...
Es un fallo muy ideológico, como otras decisiones sobre el aborto y las armas. Un asunto de identidad cultural de “estamos en contra de las renovables” cuando, en realidad, en Estados Unidos las inversiones en renovables son muy altas. Texas, que es el estado icónico de petróleo, es el primer exportador de energía eólica de Estados Unidos.
¿Ve riesgo de que se replique esa polarización en Europa a cuenta de la lucha contra la crisis climática?
Espero que en Europa no se polarice tanto, aunque haya gente en eso. La población americana está preocupada por el clima, pero tan involucrada y depende mucho de donde vivan dentro del país. Pero en Europa todas las encuestas, cada vez que hacemos estudios, dicen que la sensibilidad de las sociedades europeas es muy alta.
¿Cómo va afectar esos movimientos al esfuerzo para contener el calentamiento del planeta?
Tenemos reveses en el corto plazo por la guerra y eso es normal, por eso la vigilancia de los ciudadanos es lo que puede presionar para ir dónde hemos dicho que vamos a ir: a recortar un 55% las emisiones en 2030 y eso hay que hacerlo.
¿El miedo a la inflación, a la escasez, está siendo una herramienta para retrasar los pasos que exigen ese plan?
Ese es el riesgo. En el periodo de COVID la población pensaba en términos de salud, pero no hubo presión contra el Green New Deal. Ahora eso es más complicado porque la inflación hace que la gente tenga pánico, no se sabe qué impacto tendrá en el empleo o el consumo. Por eso hay que diseñar políticas de corto plazo que amortigüen en golpe, pero no comprometer la dirección que es inversiones y reformas del sistema del mercado eléctrico Y, por eso, calificar como verde el gas y la nuclear es un paso atrás. Y además hay que solventar las necesidades de las personas con un precio máximo para la electricidad.
¿Se ha disuelto un poco el momento que impulsaba la acción climática?
Los problemas en casa son muy urgentes. Y el mayor problema es la tensión geopolítica. Aunque Estados Unidos y China están hablando no creo que vayan a acordar una mayor ambición climática. Hay fuerzas contradictorias y como el orden internacional está derrumbándose, es muy difícil...
¿Qué hay que hacer para devolver esta crisis al primer plano?
Hay que poner el foco en los impactos del cambio climático porque eso lo ve todo el mundo. Y sobre la adaptación al cambio y la solidaridad para ayudar a los países a confrontar los problemas porque, si no, va a haber una migración masiva. El control de las fronteras no va a funcionar. Son millones de personas que quieren irse por la crisis climática. En Chad o en Siria se van por la sequía.
Porque los efectos son cada vez más palpables en todos los sitios...
Mostrar que el impacto del cambio climático está costando mucho dinero y mucha miseria. Incluso una crisis de alimentos: en Etiopía, Sudán o Niger es tan grande que va a haber una hambruna terrible y no se habla porque todo el mundo está con cosas domésticas.
¿Ve peligrar el Acuerdo de París?
Se ha mostrado más fuerte de lo que pensaba cuando lo diseñaba. Es un acuerdo no solo de gobiernos sino que implica a las comunidades locales, las empresas o las entidades financieras. Eso ha hecho que cuando Donald Trump se marchó, mucho Estados dijeran: “Nosotros nos quedamos”. Y cuando Bolsonaro en Brasil o Australia no hacían nada, sus sectores empresariales les impidieron salirse. Bolsonaro habría estado feliz de sacar al país del Acuerdo, pero no le dejaron.
Tenemos muy poco tiempo y ya estamos en 1,2 ºC de incremento de temperatura. Ya nadie puede ignorar el impacto climático, pero, la verdad, parece que cada uno lo hace lo más lento posible...
¿Cuál es, entonces, la preocupación?
Que el cambio climático se acelera. Entré en estas negociaciones en 1997 y entonces se pensaba que el límite sería una concentración de 500 ppm de CO2 en la atmósfera. Se consideraba que había margen. Pero en realidad los científicos del IPCC ha visto que hay que estar por debajo de 400 ppm. La ciencia ha demostrado que vamos demasiado lentos.
El problema está, pues, en ir arrastrando los pies?
Tenemos muy poco tiempo y ya estamos en 1,2 ºC de incremento de temperatura. El marco que es el Acuerdo funciona. Se ha entendido la situación. Ya nadie puede ignorar el impacto climático, pero, la verdad, parece que cada uno lo hace lo más lento posible...
Qué receta utiliza para desarticular la ecoanisedad, esa angustia al ver que la situación empeora y la solución no llega?
Mi solución para la ecoansiedad es la acción. Si eres fatalista, es horrible porque, ¿qué esperas? Como en la película Don´t look up, si esperas a morir ¿qué va a hacer? Convertirse en agente activo cambia la perspectiva. Ya no eres la víctima y eso es la mejor respuesta. Por eso cuando me preguntan si soy optimista o pesimista, digo: no me preocupo. Soy activista.