ENTREVISTA Epidemiólogo

Manuel Franco: “Los barrios con cinco veces más contagios deberían tener cinco veces más servicios de Primaria, salud pública y rastreadores”

Marta Borraz

25 de septiembre de 2020 23:07 h

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Manuel Franco coge el teléfono apenas cinco minutos después de que terminaran las ruedas de prensa que este viernes ofrecieron al mismo tiempo el ministro de Sanidad y la Comunidad de Madrid. Un desencuentro público que se produce mientras la región intenta contener una escalada de contagios que no cesa con una estrategia basada en restringir el movimientos en zonas sanitarias. La mayoría están en el sur y presentan rentas bajas. Este epidemiólogo y profesor de la Universidad de Alcalá y de la Johns Hopkins lleva años estudiando cómo influyen las circunstancias económicas y sociales y el urbanismo en la dispersión de enfermedades. “Está clarísimo que el coronavirus entiende de clases sociales”, afirma contundente. La evidencia no es solo lo ocurrido en Madrid, pero en ella se observa con mucha claridad. Franco considera que las medidas de la comunidad son “segregadoras” y lamenta que no haya “hecho los deberes”: “Si no somos conscientes de la desigualdad, no somos capaces de nombrarla, entenderla y medirla, nunca vamos a actuar”, declara.

Este viernes se ha hecho público el desencuentro entre Sanidad y Madrid. Salvador Illa ha pedido más medidas a la comunidad, que se ha limitado a ampliar a ocho zonas más las restricciones en las que llevan una semana otras 37. ¿Es suficiente para controlar el virus o Madrid debería seguir las recomendaciones del Ministerio?

Madrid debería ser más contundente de lo que está siendo. Sin ninguna duda. Y la evidencia y las experiencias de otras ciudades así nos lo demuestran. Vamos por detrás del virus en vez de por delante y lo que hay que hacer es ir muy por delante, tanto desde las instituciones como desde los comportamientos individuales. Una de las cosas que uno hubiera pensado es que este viernes, dadas las cifras que tenemos, deberían haber extendido las medidas. Los casos siguen subiendo y la solución ha sido aplicar confinamientos perimetrales a ocho zonas de salud más, pero es ineficaz porque casi toda la comunidad está en una situación difícil. El otro día veía cómo en Dublín, con una incidencia de 140 casos, decretó medidas mucho más agresivas y bien organizadas. Aquí estamos hablando de zonas con 800, 900, 1.000... Por otro lado, Madrid sigue sin ver que tenemos un problema fundamental, que es la falta de refuerzo de la Atención Primaria y el sistema de rastreo. Es un déficit gordísimo que hay que solucionar porque ahí está el grueso de la epidemia ahora.

En Madrid la mayor parte de las medidas impactan en los barrios del sur, de rentas bajas. Se dijo al principio de la pandemia que el virus afectaba a todo el mundo por igual, pero estamos viendo que las zonas empobrecidas tienen más tasa de contagios.

Sí. Está clarísimo que el virus entiende de clases sociales. Esa frase que se dijo al principio se ha ido desmontando. Y no solo en Madrid, también en muchas otras ciudades del mundo como Barcelona, Londres, Nueva York, México, Estocolmo...Hemos hecho un documental llamado “Pandemia en la gran ciudad” en RTVE que muestra precisamente ese alcance global. Hay enormes diferencias por clase social tanto de infección como de gravedad y de muerte. Se ha podido monitorizar por barrios, renta, clase social y raza y ya tenemos muchas evidencias de esto.

¿Por qué ocurre?

Pues lo que está reflejando es un patrón de segregación y desigualdad ya existente. Madrid, de hecho, es una de las ciudades de Europa donde la desigualdad social es mayor. Hay que partir de ahí. Con el coronavirus, manejamos al menos tres causas: una tiene que ver con las condiciones de precariedad laboral. Si tú estás todo el día durante cinco o seis días a la semana trabajando en un supermercado o en una gasolinera, tendrás muchísima más exposición al virus que la persona que está en su casa. Las personas que viven en estos barrios tienen trabajos que estamos llamando esenciales, tienen que salir y no pueden teletrabajar. Hay una segunda causa fundamental que es la vivienda y las condiciones de habitabilidad y el hacinamiento. No es lo mismo confinarse dos personas en un piso de 90 metros cuadrados e incluso dos baños que en una casa de 50 metros en la que viven seis inquilinos. Y por último, está el estado de salud previo a la infección, que hace que sea más grave. Sabemos que en Madrid hay unos diez años de diferencia de esperanza de vida entre barrios desfavorecidos y de niveles socioeconómicos altos. Es más probable que una persona de 70 años tenga hipertensión, diabetes e hipercolesterolemia si vive en Leganés que en La Moraleja. Y en este último caso, si tiene estas condiciones, las tiene perfectamente controladas.

No es lo mismo confinarse dos personas en un piso de 90 metros cuadrados e incluso dos baños que en una casa de 50 metros en la que viven seis inquilinos

En un momento como este, ¿de qué manera se deben atajar estas desigualdades?

Todo este escenario a lo que nos lleva es a una cuestión fundamental: la equidad en salud. Si observamos que hay zonas en Madrid en las que sus habitantes tienen una peor salud, tendremos que darles más. En el caso de coronavirus es todavía más grave porque ahora mismo estamos viendo hasta cinco veces más casos en unos barrios que en otros. Así que lo que tendremos que hacer allí es tener cinco veces más servicios de Atención Primaria, salud pública, rastreadores, servicios sociales, capacidad de aislamiento o cuidados en las aulas y escuelas. La provisión de servicios públicos que incluyen sanidad, vivienda y servicios sociales es fundamental que se haga en unos lugares más que en otros. Eso es lo que Madrid no ha hecho, ni ahora ni nunca. El otro día, en hora y media que duró la rueda de prensa del gobierno de la Comunidad de Madrid para anunciar las medidas, no se mencionó la palabra desigualdad. Si no somos conscientes de ella, no somos capaces de nombrarla, entenderla y medirla, nunca vamos a actuar. Es que además si no entendemos la desigualdad con el coronavirus, no vamos a controlarlo porque si tu dejas un porcentaje de población que lo sigue teniendo, va a volver.

Estas zonas empobrecidas ya estaban ahí en todas las ciudades antes de la pandemia...

Totalmente. La desigualdad en el coronavirus es el reflejo de la desigualdad social, y la desigualdad social es la falta de interés en la mejoría de las condiciones de vida, trabajo, vivienda y educación de una parte de la población. Nosotros a estas zonas las llamamos áreas vulnerables o desfavorecidas, pero en inglés se llaman underserved, o sea infraservidas o infradotadas. Hay que ser muy consciente de que si hoy en día tenemos zonas en nuestras ciudades o poblaciones que tienen un nivel de desarrollo mucho más bajo que otras, es porque no estamos queriendo atenderlas.

Nada más anunciarse en Madrid las restricciones el pasado fin de semana, comenzaron a moverse protestas para denunciar lo que muchos vecinos y vecinas consideraban confinamientos “políticos” de los barrios del sur. ¿Son medidas clasistas?

Son medidas claramente segregadoras. La desigualdad existe de facto, lo que no existía son medidas contra la COVID-19 que discriminan a unos y a otros. Madrid se debería haber aplicado, hacer los deberes y dejar de echar la culpa a los ciudadanos. Debería haber invertido en unas áreas más que en otras y, como decíamos antes, ante este nivel de casos, poner las restricciones en toda la ciudad, no solo en un trocito. Porque por un lado estás segregando y por otro no te vas a librar del problema. El hecho de haber apuntado con el dedo a una serie de zonas, las más vulnerables, no es una vía para ayudarlas, sino para estigmatizarlas y crear más diferencias. Es lo contrario a lo que se debe hacer.

Una de las decisiones más polémicas que se ha aprobado en varias ciudades es la de cerrar los parques. ¿Tiene lógica desde el punto de vista epidemiológico?

Ninguna. Al contrario, la evidencia dice que debemos estar al aire libre. Y no sólo la evidencia, también la experiencia de otras ciudades como Nueva York, donde ha habido una política decidida y un impulso a promover que la gente no se encierre. Cerrar los parques es miope, va en contra de lo que sabemos y, además, es cruel porque si estamos diciendo a las personas que tienen poco espacio en sus casas que ni siquiera pueden salir al parque realmente les estás obligando a estar juntos, cuando es lo que estamos intentando que no pase.

Más allá de Madrid, los contagios en España no dejan de escalar. ¿Qué cree que habría que hacer para contenerlo?

Yo lo que creo es que tenemos que seguir aplicando lo que sabemos: distancia, mascarilla, higiene de manos y evitar lo máximo posible estar en interiores. También apostar de manera muy contundente por el teletrabajo y por mejorar la idea de la utilización de los espacios públicos abiertos. Creo que si no se han tomado medidas más contundentes es porque seguimos intentando ese equilibrio entre la salud y la economía y ese balance lo vamos cambiando continuamente. Hay una cosa que tenemos clarísima desde la evidencia científica y es el riesgo que corremos en un lugar cerrado. No tiene absolutamente ningún sentido que todavía sigamos defendiendo mantener abiertos el interior de los bares, los restaurantes o las casas de apuestas. Todos entendemos que la hostelería en este país es importante y por lo tanto hay muchos puestos de trabajo que defender, así que hay que hacerlo de la manera más segura posible, tanto para los hosteleros como para los consumidores. En este sentido, se deben acondicionar lo máximo posible los espacios abiertos para la hostelería y, por ejemplo, darle al sector algún tipo de ayuda para que puedan calentar, ahora que llega el invierno, los espacios de fuera.

Cerrar los parques es miope, va en contra de lo que sabemos y, además, es cruel

España es, con diferencia, el país de Europa con más contagios. ¿Qué cree que hemos hecho mal para llegar a esta situación?

Yo creo que al igual que hay evidencias de lo efectivo que es el confinamiento, no hay evidencias de cómo desescalar, y yo creo que en España la desescalada ha sido bastante 'a las bravas' y rápida. Creo que no tiene solo que ver con que teníamos muchas ganas de salir, sino que además tenemos que ser conscientes de las limitaciones administrativas de nuestro país. Es un país que no llega a ser federal, pero sí con comunidades autónomas con competencias y eso ha sido uno de los caballos de batalla políticos de la pandemia y la desescalada. Ese traspaso de poderes yo creo que ha afectado mucho. Y luego hay otra cosa fundamental y es que la parte del rastreo y la capacidad de Atención Primaria está muy debilitada.

Usted es uno de los firmantes de la carta en The Lancet para pedir al Gobierno central y comunidades una auditoría de lo que ha ocurrido. Finalmente Illa aceptó la reunión para el 1 de octubre. ¿De qué manera creen que debería ser esa auditoría y para qué?

El objetivo principal es la evaluación de cómo se ha llevado a cabo la gestión de la crisis. Sobre todo en cuatro áreas principales: coordinación, cómo la ciencia ayuda a tomar decisiones administrativas, las desigualdades como parte de la pandemia y cómo se evalúan las decisiones que se toman. La auditoría tiene que ser independiente de los partidos y de nosotros, que somos los que la hemos promovido, interdisciplinar y tiene que hacerse lo antes posible. Esta pandemia es algo nuevo y no nos ha pillado preparados, es algo que deberíamos ser capaces de evaluar, ser autocríticos y cómo podemos aprender de nosotros mismos.

Una de las cosas que tenemos que pensar, por ejemplo, es el rol de la ciencia en lo que está pasando. Ha aparecido como una de las grandes salvadoras de la situación, pero la realidad es que no tenemos mecanismos por los cuales las diferentes administraciones puedan tener un comité de científicos rigurosos, trabajando día y noche para dar consejo o compartir las decisiones que se deben tomar. A mí me sorprende mucho que las diferentes administraciones, específicamente la Comunidad de Madrid o el Ministerio de Sanidad, no hayan contratado a 20, 30, 40 de los mejores especialistas para entender desde el punto de vista epidemiológico, estadístico, de comunicación o de evaluaciones de políticas lo que está pasando. A mi lo que me parece es que en el fondo lo que demostramos es que somos un país en el que todavía no confiamos en la ciencia porque tenemos miedo a la evaluación, a que los datos no sean los que queremos o nos enganchamos en cuestiones partidistas y políticas.

Desde marzo hasta el verano los niños y niñas no tuvieron clase presencial. En estos meses los más perjudicados han sido otra vez los más vulnerables, tanto por la brecha digital como por la falta de apoyos educativos en casa. ¿De qué manera puede afectar a estos menores haberse descolgado esos meses?

Las desigualdades sociales van a aumentar. Y tienen mucho que ver con la educación de nuestros jóvenes y nuestros pequeños. Ahora mismo deberíamos estar muy preocupados por aquellos que más lo necesitan en el ámbito educativo. ¿Dónde están y cómo están? ¿Tienen los medios? ¿Tienen un lugar para trabajar y tranquilidad para seguir a los profesores? Esto es fundamental. A los más vulnerables la pandemia les está afectando más, pero también va a hacer que muchas personas entren en procesos de vulnerabilidad y de pobreza. La evaluación de la crisis necesita tener un foco muy claro en cómo la desigualdad afecta al hecho de que acabes teniendo la enfermedad y la enfermedad acaba afectando a que acabemos en situaciones de vulnerabilidad y pobreza.