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ENTREVISTA
Profesora de la Universidad de Murcia

María del Mar Sánchez, investigadora: “En la escuela ponemos el foco en prohibir los móviles, pero nos olvidamos de educar”

María del Mar Sánchez, profesora titular del Departamento de Didáctica y Organización Escolar.

Daniel Sánchez Caballero

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“La preocupación es lícita, pero la interpretación es errónea”. María del Mar Sánchez, investigadora en Tecnología Educativa y profesora de Magisterio, Pedagogía y Educación Social de la Universidad de Murcia, cree que el anuncio de la semana pasada del presidente de esa Comunidad, Fernando López Miras, por el que la región prohibirá que los estudiantes de Primaria utilicen dispositivos digitales en clase para para aprender “a leer, escribir y calcular” está basada en un enfoque equivocado a partir de premisas incorrectas.

Sánchez explica que no existe un consenso universal en cuanto a la conveniencia de unos y otros métodos y que en su opinión lo óptimo es mezclar, utilizar lo mejor que cada soporte pueda ofrecer. Sin confrontarlos y sin sustituir unos por otros. Respecto al abordaje que se está haciendo desde las administraciones con todo el tema de las pantallas en los centros educativos, esta experta cree que se está haciendo demagogia (aunque la preocupación y lo que está detrás de ella puedan ser reales) y que poner el foco en el prohibicionismo está convirtiéndose en una renuncia a educar a los jóvenes en la competencia digital en toda su extensión cuando para muchos de ellos la escuela será el único lugar donde recibirán esta formación digital.

¿Qué le parece el anuncio de López Miras?

Parte de una preocupación que es lícita, que es cómo se está utilizando la tecnología en la escuela. Creo también que hace un análisis certero de que se está incorporando un modelo en el que se mete un portátil o tablet, pero en vez de ser un complemento para la clase lo que están haciendo algunos centros es meter el libro de texto dentro y ya. Así la tecnología no mejora, sustituye. Se cambia un libro de texto por otro digital. No es la manera adecuada de plantearlo. Estamos quitando tecnología para resolver problemas que no son tecnológicos, que son didácticos, de cómo se utiliza la tecnología. Sacarla de Matemáticas y Lengua porque la lectura y el cálculo debe hacerse de forma manipulativa creo que es una interpretación errónea. Plantea una dicotomía: tiene que ser a mano o digital. Pero no, puede ser ambas cosas.

¿Qué dice la evidencia científica respecto a la enseñanza de la lectoescritura en relación a los medios utilizados?

Es complejo. La educación es una ciencia social, no es una ciencia exacta. Las aulas no son laboratorios y se investiga desde diferentes disciplinas: la economía de la educación, la neurociencia, la psicología... Es difícil obtener leyes universales. No hay consenso en cuanto a que las pantallas por sí mismas causen adicción, por ejemplo. Hay estudios que dicen que escribir a mano es mejor porque se procesa mejor la información porque se va más despacio, pero otros dicen que en relación a la memoria, a recordar algo, no influye.

Con la tecnología pasa como con el bilingüismo. En muchos sitios el bilingüismo se ha convertido en memorizar las cosas en inglés. Eso no es bilingüismo, es meter en la escuela tradicional un sistema de aprendizaje memorístico. Pero no se cuestiona que el inglés sea el problema, sino cómo lo hemos incorporado al sistema

La clave es que muchos estudios plantean una comparación entre escribir a mano o a ordenador. Y desde la pedagogía de la didáctica decimos que deben estar ambas. No se puede negar todo lo digital ni todo lo manipulativo, debe ser un equilibrio. En muchas cuestiones no hay un consenso certero.

¿Hay usos más apropiados para ciertos contextos?

Sabemos que lo que no se puede hacer es meter una tecnología y que el niño en vez de estar leyendo en un papel esté memorizando un PDF y que en vez de escribir a mano ya solo lo haga en un ordenador. Esto se sabe que no funciona. Puedes plantear una actividad en la que el niño escriba a mano a la vez que busca información en un ordenador o aprende a programar. Lo que no es adecuado es el modelo one-to-one (un alumno, un dispositivo) en el que obligamos a las familias a comprar un dispositivo para hacer lo mismo que hacíamos con el libro impreso. Eso no es adecuado. Lo comparo mucho con el bilingüismo, que se ve más claro. En muchos sitios el bilingüismo se ha convertido en memorizar las cosas en inglés. Y nos hemos dado cuenta de que eso no es bilingüismo, es meter en la escuela tradicional un sistema de aprendizaje memorístico. Pero no se cuestiona que el inglés sea el problema, sino cómo lo hemos incorporado al sistema. En esto es lo mismo.

¿Se está haciendo demagogia con este tema desde las administraciones?

Sí. Hablamos de pantallas, pero eso son muchas cosas distintas. Es una televisión, es un móvil. Claro que no hay que dar un móvil a un niño de ocho años cuando hace la comunión. Prohibimos el uso de la tecnología, pero estamos olvidándonos de educarlos, de analizar qué formación les estamos dando. Y todo está en la ley: aprender a hacer usos saludables, la gestión de las fake news, etc.

Creo que hay un poco de pánico moral. Y puede ser normal, hasta social, como antes la televisión era la culpable de todo. Porque ese pánico parte de una realidad que existe: hay un mal uso de la tecnología, hay riesgos reales y problemas sociales reales. La cuestión es que la reacción que estamos teniendo es prohibirlo todo, que no tengan acceso al móvil hasta los 16 años. Pero a los 16, si no los hemos formado y preparado para vivir en el mundo digital, los riesgos van a seguir estando.

Y no son solo para los adolescentes, los adultos necesitamos una formación digital importante. Estamos poniendo el foco mucho en la prohibición, y creo que sí hay que regular, pero no estamos abordando la importancia de educar, de acompañar.

Da la sensación de que el sistema se está lavando las manos, como si ignorar un problema fuera a acabar con él.

El mundo analógico no va a volver. Cuando el pensamiento computacional se ha integrado en la reforma educativa es muy interesante porque aborda la perspectiva no de que todos los niños vayan a ser programadores mañana, pero sí de la importancia de entender cómo funciona la tecnología, los algoritmos, cómo están sesgados esos algoritmos, la IA, la brecha digital... Cuando entiendes todo eso y tienes formación para participar de forma adecuada contribuyes a crear un mundo mejor para todo. Para mí es una cuestión de justicia social. Para muchos niños y niñas el único sitio donde van a aprender a hacer un uso seguro de la tecnología es en la escuela.

No hay nadie hablando de esto, no se debate sobre la formación digital.

Creo que hemos entendido mal la competencia digital, creemos que es enseñarles a hacer powerpoints. Competencia digital es enseñarles a vivir en un mundo digital y que tiene un montón de riesgos. Cuanta más formación tengas, más armas tienes para defenderte en el mundo digital. Aprender a defenderte mejor, a pelear por la cultura del software libre. Una cultura que, por cierto, a nivel educativo se ha perdido. Con la pandemia terminaron de morir muchos proyectos de software libre que había, y ahora la mayoría de nuestros hijos están en grandes plataformas tecnológicas.

El concepto de 'nativo digital' ha hecho mucho daño y en educación se ha utilizado mucho. Hemos considerado que por haber nacido en esta época ya sabían determinadas cosas, pero realmente no las saben. La competencia digital no es solo lo técnico

Las familias están cansadas: hace diez años les decíamos que qué maravilla las pizarras digitales y ahora que no sirven. Y se preguntan qué ha pasado. Lo que ha pasado es que hubo una pandemia, que vimos que había una brecha digital grande, que ha venido mucho dinero de Europa, las comunidades autónomas lo han hecho lo mejor que han podido pero han tenido que abordar la digitalización muy de golpe y en ocasiones no se ha hecho de la forma adecuada. Y estas son las consecuencias. Deberíamos analizar qué ha ido mal, pero esa es la parte más difícil, la fácil es decir 'no se usa la tecnología'.

Sin ser exactamente lo mismo, ¿ha hecho daño el concepto de “nativo digital”? Hubo un momento en el que se decidió que las nuevas generaciones ya sabían manejarse con los móviles y ordenadores solo porque están presentes en sus vidas desde que nacieron. Pero luego se ha demostrado que realmente fuera de las 3 o 4 apps que usan a diario están muy perdidos.

Ha hecho mucho daño y es verdad que en educación se ha utilizado mucho. Hemos considerado que por haber nacido en esta época ya sabían determinadas cosas, pero realmente no las saben. La competencia digital no es solo lo técnico. Hemos tenido un enfoque erróneo porque hemos sido muy usuarios de tecnología. Y una de las cosas que se intenta trabajar en los últimos años –aunque ya se hablaba de esto cuando comienza la informática hace 70 años– es enseñar a los niños a entender el lenguaje de la tecnología. Ahora con el pensamiento computacional se está tratando de que aprendan a resolver problemas utilizando la tecnología.

Hay aplicaciones como ScratchJr, para programación infantil, con la que los niños sin saber escribir aprenden a programar y a contar una historia utilizando bloques de colores. Esto les sirve para entender que hay una tecnología, que las máquinas no son mágicas, que hay personas detrás, que los sesgos de las personas están detrás de las máquinas. Eso no significa que tengas que meter una tablet en infantil y dejar que el niño manipule. Pero tampoco que lo tengas que quitar, si tiene muchísimas posibilidades. La clave es qué tarea hacemos, la perspectiva educativa. Creo que el problema está en el enfoque. Pero requiere recursos, formación, tiempo.

Ha comentado el asunto de la formación del profesorado. ¿La administración está poniendo recursos para que se formen los docentes?

Una de las consecuencias de la pandemia fue que para 2025 tiene que estar acreditada la competencia digital de los docentes. Este proceso ha funcionado mejor o peor según la comunidad autónoma. Ahí ha habido un montón de formación y mecanismos para acreditar. Yo doy clase a futuros maestros y maestras de Primaria e Infantil y en la formación inicial a maestros en toda la carrera hay una asignatura, 11 semanas de clase.

La formación inicial en competencia digital en toda la carrera –y en Secundaria ni te cuento– es mínima. Y en la continua debería haber un análisis de cómo ha funcionado este proceso de acreditación para tratar de centrarse un poco más en la didáctica que en la tecnología. No es tanto en saber usar herramientas como saber montar una tarea para clase. Pero esto no consiste esto en echar la culpa al profesorado. Las comunidades tienen un montón de oferta formativa, aunque sería interesante analizar el enfoque.

¿Cómo anticipa el futuro? ¿Puede esto dar pie a una especia de carrera a ver quién restringe más las pantallas, quién parece que se preocupa más?

Suelo ser optimista. Para mí de este debate social –a pesar de todos los riesgos que tiene, de que puede llevar a tomar decisiones no adecuadas que nos lleve a un marco prohibitivo para la formación de los niños y niñas en una sociedad digital– puede salir algo positivo.

Si esto sirve para replantearnos el uso que hacemos de la tecnología, para que los profesores se replanteen esto de meter un libro de texto en un portátil, puede ser una oportunidad para transformar un modelo de digitalización que no es adecuado.

El problema es que hay mucha gente que lo está pasando mal porque hay muchos riesgos que son reales. Hay que regular, pero sobre todo educar, y quizá a eso no le estemos dando la importancia debida. Pasa con todo: con la IA lo primero fue pensar en prohibir, luego ya en educar.

Para mí es importante que no se olvide esa parte de justicia social, para muchos niños y niñas la escuela es el único sitio donde van a poder aprender a hacer este uso adecuado. Tendremos que formarlos, educar, acompañarlos. Echo un poco de menos esos discursos más razonables basados en la educación. Vale, ya hemos prohibido. Y ahora, ¿qué?

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