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ENTREVISTA Directora del Instituto de la Juventud (Injuve)

María Teresa Pérez: “No está bien estigmatizar a los jóvenes, creo que es injusto e ineficaz”

María Teresa Pérez, directora del Injuve

Mónica Zas Marcos

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Nieta, hija y sobrina de aparadoras alicantinas, María Teresa Pérez (Petrer, 1993) comenzó en política presentándose a las primarias de Podemos por Alicante, fue diputada del Congreso con solo 25 años y aterrizó el pasado febrero en la dirección del Instituto de la Juventud (Injuve), una institución complicada de gestionar en tiempos de la COVID-19. Las actitudes irresponsables de algunos han desdibujado las iniciativas solidarias y las dificultades económicas de un colectivo que ha encadenado dos crisis seguidas en una década.

Desde el Instituto de la Juventud han intentado contraatacar el estigma con buena prensa, pero lo difícil llega en la llegada de la nueva normalidad: un escenario con mayor precariedad laboral, problemas en el alquiler, incertidumbre educativa y afrontando las secuelas psicológicas de un colectivo al “que le han robado el futuro y ahora se le exige que renuncie a su presente”.

El colectivo juventud es en sí mismo algo difícil de precisar y delimitar. ¿Cómo lo definiría usted?

La juventud se corresponde cada vez con edades más tardías, porque todo nos obliga a posponer los proyectos de vida. Pero con respecto a la crisis del COVID-19, su papel en la explosión de solidaridad intergeneracional que se dio al principio fue fundamental. Multitud de jóvenes estuvieron dispuestos a compartir lo que tenían y lo que podían de forma altruista: desde ayuda online en los estudios y apoyo psicológico, hasta el acompañamiento de personas mayores al supermercado, a la farmacia, etcétera.

En su gran mayoría, la juventud ha demostrado que es solidaria y que está a disposición de la sociedad cuando se necesita. Nosotros desde el Injuve quisimos reconocer y agradecer esta actitud recopilando varias iniciativas en lo que llamamos Jóvenes contra el virus. En algunos casos fueron particulares y puntuales, pero en otros se realizaron a través del movimiento asociativo juvenil.

¿Cree que esas redes comunitarias han sido eclipsadas por el estigma social?

La estigmatización social siempre ha sido un factor de discriminación juvenil y yo creo que además es una idea reaccionaria porque no es cierto que las generaciones anteriores siempre fueran mejores que la actual. Cada generación responde a su época, sus inquietudes, valores y problemas. En esta segunda fase de la pandemia, la prioridad es frenar los rebrotes y evitar que esas conductas irresponsables -que las hay, pero son minoritarias- se conviertan en mayoritarias.

Es importante incidir en ese mensaje de responsabilidad, en lo importante que es el comportamiento individual por un bien colectivo. La clave en este momento es concienciar antes que castigar. No está bien estigmatizar a los jóvenes, creo que es injusto e ineficaz.

¿Qué está haciendo la comunicación institucional para evitar que eso ocurra? Hay muchas campañas que sitúan a la juventud en el centro de la diana, pero pocas que la usen como ejemplo. ¿Echa en falta contar con sus referentes?

Lo primero que hay que hacer es recuperar la confianza de los jóvenes en las instituciones. Hacerlas más abiertas y sensibles a su realidad para que se sientan identificados con ellas y hagan caso a las recomendaciones. En el caso concreto de la pandemia, tenemos que apelar a la responsabilidad para con su familia, para con sus abuelos y abuelas.

Los referentes tienen un papel importante para generar esa conciencia, por eso creo irresponsable la actitud de algunos, como la del cantante de Taburete, ya que deberían ser los primeros que tengan un nivel de responsabilidad mucho mayor, porque son un ejemplo a seguir. Pero la gran mayoría de la sociedad y de la juventud rechaza estos comportamientos y me parece incluso valiente denunciar situaciones como la de ese concierto o la de plazas de toros abarrotadas, que escandalizan y dan miedo.

Los colectivos juveniles se han quejado de que esos comentarios en negativo hayan salido por boca de algunos políticos. ¿Diría que existe esa brecha generacional desde dentro?

Lo que sé es que es un error mirar a la juventud solo como una etapa de la vida o como un colectivo que está de paso con unas características asociadas a esa edad que le hacen ser más imprudente o irresponsable. No está bien generalizar, nunca. Mi máximo objetivo es conseguir que la juventud se posicione como un sujeto político propio, con capacidad de incidencia en la esfera pública y que hablen por ellos mismos. Ellos no hablan en nombre de los mayores ni de nadie, pues los mayores que tampoco hablen en nombre de la juventud. Lo que pasa es que hay que escucharlos.

Y al revés, ¿debería el Injuve hacerse más cargo de las actitudes inadecuadas de algunos que emborronan la foto grande y dañan al colectivo en general?

Vamos a ver, no se puede ignorar que hay ciertas conductas irresponsables minoritarias, a mi modo de ver, como las hay en otros colectivos y en otros sectores.También están afectando a los rebrotes las reuniones familiares, los centros de trabajo que no cumplen las normativas y cualquier ámbito que no esté ajustándose a las recomendaciones de las autoridades sanitarias.Y en esas no se hacen cargo todo el sector. Por eso digo que la clave de todo esto es concienciar antes que generalizar, estigmatizar y castigar.

Pero es cierto que durante los meses centrales del verano el ocio nocturno ha sido un foco importante de transmisión comunitaria. ¿Se tendría que haber previsto desde las autoridades?

Primero, tendríamos que hacer autocrítica y pensar en qué le hemos ofrecido a la juventud para que relacione el ocio con las discotecas y las casas de apuestas. No hay alternativas de ocio saludable, pero ahora sirve para criminalizarlos y usarlos como chivo expiatorio. Olvidamos que es un colectivo al que le han robado el futuro y ahora se le exige que renuncie a su presente y a su propia juventud. Hay que trabajar en alternativas de ocio atractivas y saludable. La clave para mí está en la participación de los jóvenes en las campañas de comunicación, y esto también tienen que apoyarlo los generadores de opinión, los influencers y los medios de comunicación: menos estigmatización y más apoyo.

¿Este verano 2020 es una muestra de que el ocio saludable, u otro tipo de ocio, no existe en el imaginario de muchos jóvenes?

Sí existe. Es la educación no formal, el ocio educativo que se hace por ejemplo en campamentos, en colonias, en talleres y no solo en verano, durante todo el año. Hay muchísimas asociaciones, incluso empresas, que se dedican a ello y que benefician a cuatro millones de jóvenes. Ahí se generan unos valores de solidaridad, de compañerismo, de bien común y de justicia social que quizá no llegan en la educación formal. Lo que pasa es que hay que darle mucha más importancia y apoyo a todos estos centros desde las instituciones.

La vuelta a las aulas está siendo el tema del verano y aún colean los problemas que se vieron durante el confinamiento. ¿Cuáles son las consecuencias de que los adolescentes perciban de nuevo este año como perdido?

La administración tiene que garantizar los recursos y no podemos permitir que haya esa brecha digital, que ya existía, pero ahora con riesgo de que aumente. Nuestro objetivo es blindar la educación pública para garantizar una igualdad de oportunidades y que cualquier hijo de vecino, sea de la familia que sea, tenga acceso a este ascensor social que le permita ser lo que quiera ser.

Es cierto que la emergencia sanitaria ha puesto de manifiesto que, por causas económicas y digitales, no todos los alumnos pueden acceder al mismo tipo de educación y por ello no puedan acceder ahora a la carrera o a la formación superior que querían. Todo esto les ha lastrado y, si tienen que posponer sus planes de futuro, deberíamos intentar poner todos los recursos a disposición.

¿Hay riesgo de que se retroceda a una situación parecida a la de la crisis de 2008?

Esa generación de jóvenes, a la que cuando nos subían las tasas nos bajaban las becas y que salimos de la carrera pagando el doble de matrícula que cuando entramos, aún arrastramos todo aquello. No se puede seguir por esa vía, sino todo lo contrario. Y así se está haciendo. El Ministerio de Universidades ha aumentado muchísimo la inversión en becas y está poniendo el foco en la formación profesional, la FP, y en garantizar que cualquier alumno tenga las mismas posibilidades que otro con más renta.

¿Cómo diría que afecta anímicamente vivir dos crisis seguidas?

La juventud española se encuentra en un pesimismo esperanzado. Pesimismo, porque ve que su futuro pinta negro y es difícil vislumbrar un horizonte de vida digno, pero esperanzado porque no se puede permitir tirar la toalla y quiere aportar la energía propia de la juventud para mejorar ese futuro. Tan pronto es consciente de los obstáculos, como que lo tiene todo por ganar. Debido a la doble crisis en poco más de una década, España ya tenía una deuda enorme con su juventud y tras el COVID-19 esa deuda va en aumento.

Publicó el Injuve un estudio que decía que los jóvenes serán el colectivo más frágil laboralmente tras el fin de los ERTE. ¿Hay consciencia sobre cómo la pandemia afecta a los jóvenes, además de cómo los jóvenes afectan a la situación sanitaria?

Ya sabemos que los jóvenes es el colectivo con mayor riesgo de pobreza y exclusión social y el que más ha experimentado los efectos del parón económico de la pandemia. Hicimos un estudio llamado Juventud del riesgo, que decía que los ERTE han supuesto un paraguas temporal importante, pero que ahora permite que los jóvenes tengan más riesgo de perder el empleo ante el fin de los ERTE. Y todo es por un sistema laboral dual que los contrata en precario, en épocas buenas y los expulsa a bajo coste cuando vienen crisis de consumo y que generan una precariedad estructural muy difícil de revertir. Así que por eso insisto mucho en que el reto más importante de este país sigue siendo el ofrecer un futuro digno a los jóvenes.

Justo antes de la pandemia, los adolescentes capitanearon varias cruzadas por el medioambiente, el feminismo y los derechos LGTBI con las que abrían periódicos y eran llamados a cumbres mundiales. ¿Se puede pasar del aplauso al desprestigio en apenas unos meses? Y sobre todo, ¿se puede revertir?

Celebramos este mes de agosto el Día Internacional de la Juventud bajo el lema El compromiso de la juventud para una acción mundial. Este año corresponde también agradecer a todos esos jóvenes que llevan mucho tiempo liderando movimientos sociales para avanzar hacia un mundo más justo y más sostenible. Yo creo que hay que pararnos a reflexionar y saber aprovechar todo este potencial juvenil , esa energía, esa inquietud y esa capacidad de transformación social en lugar de darle la espalda. Pero no creo que se haya tirado por por tierra todo. Hay muchísimos jóvenes que siguen luchando cada día en voluntariados, en pequeños grupos de barrio o en asociaciones por avanzar democráticamente. Y eso no se puede ignorar porque haya algunas conductas irresponsables.

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