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Michael Shellenberger alerta contra el alarmismo en 'No hay apocalipsis'

Michael Shellenberger alerta contra el alarmismo en 'No hay apocalipsis'
Madrid —

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Madrid, 11 jun (EFE).- La “retórica apocalíptica” sobre la crisis climática “no se corresponde con la realidad” y el alarmismo al respecto “nos perjudica a todos” ha asegurado en una entrevista con Efe Michael Shellenberger, activista ambiental de larga trayectoria que publica su libro “No hay apocalipsis” (Deusto).

Shellenberger, cuyos artículos aparecen regularmente en los principales diarios norteamericanos, es el fundador y presidente de Environmental Progress (Progreso medioambiental), una organización de investigación independiente con sede en la localidad californiana de Berkeley (EEUU), que defiende la energía limpia y la justicia climática. En 2008 la revista Time le nombró “Héroe del medioambiente”.

En su nuevo libro afirma que “muchas tendencias van en la dirección correcta” para arreglar la crisis ecológica, por lo que mantener posturas alarmistas es negativo, empezando por el propio planeta, y denuncia “poderosos intereses financieros” que las impulsan aprovechando el “deseo de trascendencia” de las personas.

Por ello, critica a “los activistas del clima que pronostican que miles de millones morirán a causa del cambio climático, políticos norteamericanos que dicen que el mundo acabará si no cambiamos radicalmente nuestras vidas y Greta Thunberg que dice que debemos entrar en pánico”, pues “ninguno de estos argumentos es correcto”, ha insistido a Efe.

Así, Shellenberger indica que EE.UU. ha reducido sus emisiones “más que cualquier otra nación desde el año 2000” y que la mayoría de los países europeos “alcanzaron su punto máximo y están disminuyéndolas desde los años 80”, mientras que las naciones en desarrollo “también disminuirán cuando alcancen su punto de riqueza”.

Respecto a los alimentos, “producimos un 25 % más de los que necesitamos para sobrevivir y la FAO ha publicado informes sobre cómo aumentar drásticamente el rendimiento de cultivos pese al cambio climático”, mientras que los fenómenos meteorológicos extremos, “aunque más intensos -en torno a un 5 %- se prevé que serán menos frecuentes -en un 25 %-”.

De hecho, las muertes por catástrofes naturales “han disminuido en un 90 % desde 1900” y ello pese al “enorme crecimiento de la población mundial” debido a la capacidad de adaptación humana.

Los mismos informes del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático) carecen de “escenarios apocalípticos” y “no dicen que vayan a morir millones de personas”, por lo que “no hay ninguna razón para que no podamos adaptarnos al cambio climático” sin angustia.

La razón de que exista tanta inquietud se debe según Shellenberger a que algunas organizaciones ecologistas, entre las cuales cita a Extinction Rebellion, Sierra Club o EDF, “han derivado en una religión alarmista” y “han llenado sus cuentas bancarias con dinero procedente de intereses energéticos para promover el cierre de las centrales nucleares”.

Esto es a su juicio “un escándalo” porque la nuclear es “nuestra mejor fuente de energía: no produce emisiones, preserva el hábitat, no aumenta los precios de la energía y genera grandes cantidades en poco terreno”, mientras que la solar y la eólica “sólo funcionan respaldadas por los combustibles fósiles”.

Renunciar a las nucleares supone “pagar sin duda un alto precio” y pone como ejemplo a Alemania, que “ha seguido esta estrategia más que ningún otro país y ha visto como sus precios de electricidad subieron un 50 %” mientras que Francia, que construyó una red “predominantemente nuclear” disfruta a día de hoy de “una de las eléctricas más limpias y baratas de Europa”.

En el caso de Greta Thuberg, alaba su “dedicación y alcance global” pero considera “errónea” su visión del problema porque “¿quién ha resuelto algo con mentalidad de pánico?” y la prueba es que propone “acabar con el crecimiento económico para detener el cambio climático, cuando hemos comprobado con la crisis de la covid-19 que esa estrategia no funciona”.

Lo que está haciendo, acusa, es “contribuir a la depresión de millones de niños que piensan que nunca crecerán porque el cambio climático los matará”.

Shellenberger también se refiere entre otros asuntos a los llamados “refugiados climáticos”, forzados a moverse dentro de sus países o fuera de ellos, indicando que sus reivindicaciones “benefician a los activistas medioambientales porque ayudan a justificar sus organizaciones, a los periodistas porque hace el consumo de noticias más urgente y en general a cualquiera que promueva una agenda extrema para solucionar el cambio climático.”

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