El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, ha dimitido. La ley del aborto se lo ha llevado por delante. Sólo unas horas después de que el presidente del Gobierno Mariano Rajoy anunciara que no proseguía con su anteproyecto sobre la interrupción del embarazo, Gallardón ha anunciado que deja el Ejecutivo. También se irá del Congreso, al renunciar a su escaño. La salida es absoluta, ya que ha explicado que abandonará los cargos que ostenta en el Partido Popular.
Nervioso, aferrado al atril transparente en el que apoyó unos papeles que no miró en ningún momento, el todavía ministro –no está claro cuándo se materializará su dimisión– ha dejado claro que su decisión se sustenta en su “incapacidad de convertir en ley el anteproyecto que aprobó el Consejo de Ministros”, “tal y como nos habíamos comprometido a hacer”.
Porque aunque Gallardón ha insistido varias veces en la “gratitud y lealtad” que profesa por sus compañeros y por el presidente Mariano Rajoy, ha dejado claro que el proyecto que encabezó –y que ha provocado su dimisión– era, además de un compromiso personal, “un compromiso del Gobierno”, acorde con la “doctrina del partido” y con “el criterio del PP”.
Sobre la marejada interna en su propio partido que ha terminado por congelar la reforma, Gallardón ha negado la mayor: “Ningún miembro de la dirección del PP se ha dirigido a mí en contra del anteproyecto”. Esto a pesar de que la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, deslizara que el partido había invitado al ministro a revisar el texto. “Este asunto sólo lo he despachado con el presidente”, ha abundado el dimitido ministro. Sin embargo, ante la pregunta de si consideraba que el proyecto era también de Mariano Rajoy, el ministro ha evitado responder.
“El anteproyecto era del Gobierno de España” e “hice lo que creía que debía hacer”. Con el correr de los meses se vio que este “encargo” no iba a llegar a buen puerto. Concretamente, “se agotó a finales de julio o principios de agosto”, en el que quedó claro que que había “elementos de reflexión distintos” en el debate, refiriéndose a las encuestas internas del PP que indicaban una oposición al proyecto entre sus propios votantes. En ese último Consejo de Ministros, “en un despacho contiguo”, el presidente informó a Gallardón que se barajaban otras opciones.
La soledad del ministro
La decisión final la comunicó el ministro el viernes pasado. Pero el proceso “llevaba meses”, alargándose para dejar preparado el recurso de inconstitucionalidad contra la ley de Consultas catalana. “Una vez hecho eso he tenido la libertad para marcharme”. Con la voz quebrada y rodeado de todo su equipo ha dicho que su permanencia en el Partido Popular es su principal activo político pero se “quedará ahí”. Abandona todas sus “responsabilidades en el partido”.
Con la voz rota agradeció la presencia, en primera fila, de uno de sus hijos, y apeló al ya clásico propósito de dedicarse a su familia y saldar deudas con ella tras tantos años de función pública: como concejal del Ayuntamiento de Madrid, presidente de la Comunidad, alcalde de la capital y ahora diputado y ministro de Justicia.
A pesar de la soledad que ha quedado patente en los últimos meses, según se iba diluyendo el proyecto de ley, Gallardón no ha roto puentes: “He tenido la sensación de haber estado acompañado en mi reflexión por el presidente del Gobierno”. Y ha destacado la “complicidad personal” entre ambos.
Sin embargo, sí se ha permitido una frase genérica para ilustrar su situación: “En política hay que estar preparados para agradecer las compañías y no extrañarse de las soledades”. Ante la insistencia de los periodistas, el ya exministro acabó su comparecencia con un ruego: “Serán amables conmigo y me permitirán que me retire sin necesidad de hacer una mirada crítica al pasado”, y dejó claro pretendía que su acto de abandono de la política no transcurriera “con ira ni con rencor”.