La misteriosa sustancia tóxica detectada en el Centro Nacional de Microbiología el año pasado vuelve a afectar a trabajadores

Empezó en octubre. Otra vez. El Centro Nacional de Microbiología (CNM) detectó hace ya casi tres meses en uno de sus laboratorios la presencia de una sustancia tóxica que por el momento se desconoce de dónde sale. Sucede por segundo año consecutivo. El pasado invierno, el CNM detectó un misterioso pico de contaminación por –según sabría más tarde– acroleína, tal y como reveló en exclusiva elDiario.es a raíz de informaciones a las que tuvo acceso El Caballo de Nietzsche. Entonces, aquella fuga dejó 48 trabajadores intoxicados y miles de ejemplares del animalario afectados. Nunca se llegó a conocer de el origen de la sustancia.

En esta ocasión el CNM, que pertenece al Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), admite que hay trabajadores con síntomas –irritación de garganta, llagas en la boca, cefaleas–, pero no explicita cuántos. Fuentes conocedoras de la situación aseguran a elDiario.es que al menos se ha registrado un episodio similar al de la crisis anterior: “Los trabajadores de un laboratorio tuvieron que salir corriendo porque les empezaron a picar mucho los ojos”.

Tanto el año pasado como este la acroleína (si se confirma que es la misma sustancia) se detectó coincidiendo con la llegada del frío, lo que, junto a la aparición de unas manchas en el suelo junto a los radiadores, lleva ahora a concluir a los responsables del CNM que está vinculada al encendido de la calefacción, aunque por el momento no pasa de sospecha: la sustancia es una realidad, su origen es desconocido. Y sorprendente para el CNM, porque la acroleína no se utiliza en ninguno de sus laboratorios.

Algunos animales de algunas camadas crecen menos y tienen menos pelo, y posteriormente también se ha visto en BALB/c (otro lote de ratones). Se pensó que era por la endogamia, pero han venido ratones C57BL/6 este verano y ha ocurrido también en una camada

El centro comunicó a sus empleados de manera formal la presencia de la sustancia hace unas semanas, pese a que la había detectado “a mediados del mes de octubre”, según se lee en el acta de una comisión enviada a los empleados hace unos días. La directora del CNM, Isabel Jado García, envió un email al personal con fecha de 26 de diciembre en el que explica: “Se ha observado la reaparición parcial de la situación que observamos durante el invierno anterior en las instalaciones del animalario. Estamos aún pendientes de recibir el informe final, aunque los resultados crudos (...) apuntan a que no hay ningún compuesto fuera de los valores de normalidad”. Pero como los síntomas están ahí, también explica Jado que dentro del animalario –donde están los ejemplares que se utilizan en investigación– habrá que usar mascarillas.

Cierre de espacios y uso de material de protección

El ISCIII ha explicado a este periódico en una breve respuesta que “mantiene desde 2022 análisis continuados y medidas de prevención, siguiendo el Plan de Contingencia desarrollado en 2023”, pero “ninguno de los estudios realizados ha detectado sustancias en niveles tóxicos”. Sin embargo, admite veladamente que algo sucede porque añade que “las medidas adoptadas según el Plan de Contingencia –como el cierre de algunos espacios, la reducción en el tiempo de permanencia en algunas zonas y el uso ocasional de material de protección– no afectan a la ejecución del trabajo” y “permiten que el impacto sea significativamente inferior al del año pasado”.

Este periódico ha realizado una serie de preguntas al centro –sobre el número de trabajadores afectados, medidas concretas impuestas, sobre el origen de la sustancia, etc.– que el CNM no ha contestado. Solo ha explicado que “se ha planificado una actuación sobre la infraestructura del animalario con el objetivo de normalizar las medidas actualmente vigentes en el mismo por la aplicación del Plan de Contingencia”.

El año pasado se trató de atajar el problema. El servicio de mantenimiento del ISCIII “puso brea” en la planta técnica del animalario para tratar de aislarlo y evitar la aparición de la sustancia, pero según admite el centro “este producto parece que provoca condensación de humedad” y además “hay zonas de difícil acceso en la planta técnica donde no se llegó a poner brea y cuando llueve cae agua por estas zonas al interior del animalario”, según admite el centro.

En el campus del Instituto trabajan unas 500 personas de las que, aproximadamente, 300 pasan por el edificio del Centro Nacional de Microbiología.

“Se han ido extendiendo”

La alarma saltó cuando a mediados de octubre algunos trabajadores del animalario, situado en el sótano más profundo del edificio, empezaron a tener síntomas de intoxicación, como el año pasado. Ante la sospecha de que se estaba repitiendo el episodio de 2022, el CNM limitó primero a tres y luego a cuatro horas la estadía máxima de los empleados en ese sector.

“En un primer momento fueron localizados (zona de Lavado), pero últimamente se han ido extendiendo y siendo más importantes”, recoge el CNM en el acta de la Comisión de Veterinaria celebrada el 12 de diciembre. En esa reunión, el centro informaba de que había realizado una “toma de muestras ambientales”, pero que pensaban “que puede tratarse de nanopartículas” y que lo estaban analizando, según explicó Pilar Pallarés, la responsable del animalario. El acta recoge que algunos trabajadores mostraron su preocupación porque estas nanopartículas sean tóxicas.

El brote está afectando a los animales, según confirma la Comisión de Veterinaria ante preguntas de un trabajador. “Algunos animales de algunas camadas crecen menos y tienen menos pelo, y posteriormente también se ha visto en BALB/c (otro lote de ratones). Se pensó que era por la endogamia, pero han venido ratones C57BL/6 este verano y ha ocurrido también en una camada (...). Se está a la espera de resultados”. Por el momento, informa la misma comisión, no se va a reducir el número de animales, como sí se hizo el año pasado ante el mismo incidente.

¿De dónde sale?

El origen de la sustancia continúa siendo un misterio para el CNM. Pilar Pallarés explicó en la Comisión de Veterinaria que “en el suelo de los autoclaves –unos recipientes de laboratorio que permiten trabajar a alta presión– ha aparecido un residuo marrón-negruzco, lo que hace creer que viene de las tuberías”, según recoge el acta. Añadió la responsable del animalario que los tubos son de acero, pero no inoxidable, mientras los de climatización sí son de acero inoxidable, “pero se piensa que son de otro acero inoxidable”. Y concluye: “Parece que los problemas se repiten cuando el sistema de climatización impulsa calor en invierno, en verano no pasa”.

En el email que envió la directora del CNM, posterior a aquella comisión, se explica que “se han revisado nuevamente los sistemas de ventilación y de esterilización de las dependencias afectadas y se ha observado que ambos funcionan correctamente”. El CNM ha rechazado informar de más detalles.