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Siete falsos mitos sobre la educación

El abandono escolar se arregla cambiando la ley

Que el fracaso escolar es un problema –'el' problema, seguramente– es indudable. Que uno de cada tres alumnos no se gradúe implica que ese estudiante está abocado a optar entre unos determinados empleos y a tener una determinada condición social. Otra cosa diferente es dónde hay que buscar las causas del fracaso y el abandono (el primero consiste en no llegar a sacarse el título de Secundaria obligatorio, el segundo conlleva no continuar con la Secundaria postobligatoria), y si una ley puede ayudar a mejorarlos per se, como se defiende desde el Ejecutivo.

Los expertos admiten que buena parte de la culpa de ambos residió durante los años de la burbuja en que los alumnos veían en el sector de la construcción una salida fácil y muy bien remunerada para cualquiera, con o sin estudios. En los últimos años esta puerta se ha cerrado. La alternativa a estudiar para los jóvenes es el paro. Esto explica, señalan expertos como Carlos López, secretario general de FETE-UGT, que la cifra de abandono escolar temprano haya caído en seis puntos en dos años hasta el 24,9% o que haya un 62,4% de jóvenes entre 15 y 24 años estudiando, por encima incluso de la media europea (61,5%). También alertan: si volvemos al sistema anterior, la historia se repetirá.

Los resultados justifican una necesidad de cambiar la ley

Es un mantra que se repite desde hace tiempo y que utiliza el Gobierno del PP para defender la implantación de la LOMCE. Una de esas defensas a ultranza más reciente, la del pasado miércoles, cuando el presidente, Mariano Rajoy, sostuvo en el Congreso que tiene la “obligación” de hacer una reforma porque España está en los últimos lugares de los países de la OCDE en conocimientos de matemáticas y comprensión lectora, y porque el modelo actual “deja en la cuneta” al 25% de los alumnos mientras que el gasto educativo supera en un 15% a la media por alumno de la UE.

Pero ese argumento no tiene en cuenta una variable: con la misma ley educativa en Navarra se titula en PISA el 89% del alumnado mientras que en Andalucía lo hace el 40%. Por esa regla de tres, podría decirse que la LOE funciona perfectamente. “La diferencia no puede ser la ley porque es constante, la misma en toda España”, sostiene Elena Martín, catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad Autónoma de Madrid. “No se puede atribuir a una variable que no varía un resultado”. Incluso dentro de una misma región los resultados entre una población o barrio y otra u otro pueden ser notablemente diferentes.

Los resultados de PISA son horribles

Junto al de la necesidad de cambiar la ley, otro de los mantras típicos de los últimos tiempos. Con toda probabilidad se empezará a oír más a partir del 1 de diciembre, cuando se publiquen los resultados del PISA 2012. De hecho, es uno de los principales argumentos a la hora de justificar la necesidad de un cambio de ley.

Es cierto que, en 2009, último año del que hay resultados, España quedó entre 12 y 13 puntos (sobre un entorno de unos 500) por debajo de la media de la OCDE en las tres categorías evaluadas (comprensión lectora, ciencias y matemáticas) y a la altura de países como Grecia o Lituania. Pero también lo es que, si se miran con detalle los resultados de las Comunidades Autónomas que se presentaron con entidad propia, la afirmación admite matices. Por ejemplo, eliminando a Extremadura y Andalucía (y obviando Ceuta y Melilla) de la ecuación, la media española queda equiparada a la de la OCDE.

Pero Andalucía y Extremadura son parte de España, claro, y no se pueden eliminar. Lo que ocurre es que tienen las notas, en general, notablemente por debajo del resto de las regiones, con lo que distorsionan bastante la media. Entonces, quizá el problema no sea de toda España sino de algunas zonas, y habría que enfocar la situación desde otra perspectiva. ¿Es casualidad que estas dos sean, además, las regiones con menor PIB per cápita de España?

La escuela privada es mejor que la pública

Con los números en la mano, la afirmación puede parecer cierta. Pero la estadística es fría y obvia los matices. Por ejemplo, en este tema de la titularidad. Escuela privada o pública. Elena Martín concede que “es cierto que la privada predice mejores resultados. Pero si introduces la variable sociocultural, se elimina esto. Al no pasarlo por nivel sociocultural, aparece una imagen deformada”.

En otras palabras, influye mucho el nivel económico y cultural (suelen estar ligados) de la familia de los alumnos de cada centro a la hora de determinar sus resultados. Lo explica en román paladino Pedro García Castrillo, profesor de Economía de la Universidad de Zaragoza: “Cuando una criatura llega a la escuela lleva la impronta que le deja su familia y que ha mamado, en forma de actitudes y conocimientos, desde sus primeros días. El entorno familiar y social en el que vive le predispone a la cultura o le aleja de ella. Si, además, se relaciona con compañeros de aula y de ocio que gozan de un contexto favorable, su probabilidad de éxito aumenta. Si el entorno familiar y social es el contrario, el rendimiento tiende a caer”. A nadie se le escapa qué tipo de alumnos tienen unos y otros centros y en cuáles se concentran los alumnos con mayores dificultades.

La educación ha empeorado en los últimos años

Esta es otra de esas consignas que está en el ideario de muchos, casi independientemente de su ideología o sin pensar en las leyes educativas (aunque todas las leyes educativas que se han puesto en práctica en democracia las ha aprobado el PSOE y, por tanto, la inferencia es clara). Pero en el amplio espectro, la situación no parece tan negativa.

Jesús María Sánchez, presidente de la asociación de padres CEAPA, cree que la afirmación “no es cierta”. Sánchez concede que “en los últimos años se ha pasado por varias reformas educativas y unas han tenido unas connotaciones y otras, otras, pero ha habido progresos importantes”. Sánchez admite que “es posible” que con el Bachillerato de Franco de seis años, los alumnos, académicamente, en conocimiento de materias, “sí estuvieran mejor formados”. “Pero la Educación es algo más que el temario. Además de ser un buen profesional, el alumno ha de ser una persona, tener una socialización, conocimiento del mundo, lo que no sale en los libros. Eso antes no se daba; hoy, sí: los chicos con edades tempranas están preparados para viajar, utilizar la informática, etc.”.

Carlos López, de UGT, coincide. “En absoluto es cierto. Mis hijas están muchísimo más preparadas que yo. El concepto de autoridad no puede confundirse con el autoritarismo paterno y de profesor que había antes. La escuela forma a los ciudadanos del siglo XXI, pero no es un ente aparte de entidades sociales como la familia. Yo tengo una alta estima por lo que está trabajando el profesorado en este momento, con una formación para adaptarse a las necesidades de sus alumnos al margen de la jornada laboral”, sostiene.

Las reválidas mejoran la educación

Las llamadas pruebas de fin de ciclo (se hará una al finalizar la ESO, en 4º, y otra al término del Bachillerato, en 2º) son una de las medidas que más polémica ha levantado de la nueva LOMCE. El ministro Wert sostiene que servirán para mejorar el rendimiento académico de los alumnos.

Varios expertos no lo ven tan claro. Opinan que, cuando hay un examen que marca el curso, éste se utiliza para preparar el examen más que como un curso normal. “Pasará lo mismo que ha pasado con la Selectividad”, opina Antonio Moreno, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid. “En Selectividad nunca salió ninguna pregunta de relatividad y cuántica, que están en el currículo del Bachillerato. Pero como no salían en selectividad, no se daban en los institutos. Ese es el problema, que tiene que tener una referencia que marque el éxito o el fracaso”.

La religión cuenta

El ministro Wert ha defendido en alguna ocasión que “la enseñanza de una modalidad confesional está en la legislación educativa de la mayor parte de los países europeos” para justificar que la religión –o su alternativa– vaya a ser evaluable en la LOMCE. Es una verdad a medias. La asignatura sí se imparte, pero no computa a la hora de hacer media o como criterio para conceder las becas en la mayoría de los países europeos.

Lo que también es una realidad es que la asistencia a las clases de religión viene cayendo de un tiempo a esta parte. Según datos de la Conferencia Episcopal Española, un 66,7% de los alumnos de Primaria, Secundaria Obligatoria (ESO) y Bachillerato optaron el curso pasado por matricularse en clases de religión, cifra que representa 3,5 puntos menos que en 2011-2012, cuando fue del 70,2%.