“En junio terminé de cobrar el salario social. Estoy viviendo de lo que guardé”, sostiene desde el hospital Sandra Oliveira, de 38 años. Tiene cáncer. La enfermedad le afecta a ovarios, útero, trompas de Falopio y vagina. “Mi hija mayor, al enterarse, desapareció. Se fue con su novio. Si es difícil de asimilar para mí, imagínate para ellos”, señala. Sandra, en España desde hace 14 años, tiene tres hijos, dos de ellos menores: el de tres años vive con su hermana de 19 y el de 15, con su tía, mientras ella está ingresada.
El cáncer trajo que su pareja rompiera la relación, obligándola a abandonar el hogar familiar. Así que Sandra y sus hijos han pasado en poco tiempo de hospedarse en el piso de una amiga a una casa de alquiler que consiguieron gracias a la intermediación de su excuñada: “Ya pelada –sin cabello–, sin trabajo y con tres hijos no conseguía que nadie me alquilara”.
Paga 300 euros al mes que no sabe cómo afrontar a partir de este próximo día 31. Su hermana, en Brasil, le enviará la totalidad de su sueldo –el salario mínimo, 230 euros– para intentar ayudarla. Pero ni aun así le es posible afrontar el mañana con menos temor. No tiene nada, ni saldo en el móvil para avisar a su oncóloga de los vómitos que le provoca el tratamiento, ni fuerza para salir de casa con el objetivo de solicitar una vivienda de alquiler social. “He tenido que hacer papeles casi desmayándome”, recuerda.
Sandra confiesa que se ha visto en la dramática situación de tener que devolver parte de su medicación en la farmacia al no disponer de dinero para abonarla, porque ha tenido que elegir entre pagar su alquiler o el tratamiento a seguir: “La morfina, de 300 euros, a mí me cuesta seis. Pero para mí eso es muchísimo. Además necesito varias compresas al día porque mi tumor no se ha operado aún y sangro constantemente. Sin dinero, afrontar esto es una locura. Las instituciones tienen que avanzar”.
“Las compresas no están en el sistema, como sí lo están los pañales. No lo están porque lo primero es conocer la etiología del sangrado”, aseguran en el Ministerio de Sanidad. Las compresas, mayoritariamente usadas por ellas, no son gratis.
Un 52% más de pedidos de ayuda
Un 52% han aumentado las peticiones de ayuda de enfermos de cáncer y de sus familiares en los últimos tres años, según la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). La asociación denuncia que los recortes sociosanitarios provocan un completo desamparo de los pacientes oncológicos: “La población que se encuentra en especial riesgo social verá agravada de forma considerable este riesgo con un diagnóstico de cáncer”. Recortes en la investigación, recortes impuestos por las gerencias de los hospitales a la hora de suministrar nuevos fármacos... Recortes en una cuestión de vida o muerte.
Beatriz Figueroa asegura que está “desbordada” ante la cantidad de personas que acuden a ella en busca de ayuda. Esta abogada y periodista gallega lleva luchando tres años para mejorar a protección de los enfermos de cáncer, desde que le diagnosticaron, en marzo de 2011, un cáncer de mama que la ha llevado dos veces al quirófano.
En octubre presentó medio millón de firmas ante el Congreso de los Diputados para apoyar su propuesta –presentada por el BNG– de que se conceda la incapacidad permanente no definitiva a los enfermos de cáncer sometidos a un tratamiento mientras no se produzca su curación. Pero esa posibilidad que el PP aplastó en el Parlamento con su mayoría absoluta, Beatriz la ha ganado ante la Justicia.
En noviembre el Juzgado de lo Social número 3 de Vigo reconoció su petición, denegada en tres ocasiones, una protección especial, incluyendo la incapacidad permanente. “Mi lucha no es personal, pretendo que cambie la ley para todos”, subraya Beatriz, que el año pasado realizó una huelga de hambre como “medida extrema” para denunciar la indefensión de quienes padecen la enfermedad.
“A los enfermos se nos presenta un gran problema: y después, ¿qué? ¿Quién reinserta a una enferma de cáncer de 50 años? ¿Quién te contrata? La sociedad te aboca a la exclusión. Eso me da más miedo que la última fase que me queda de tratamiento”, revela.
Mecenas sobrevenidas
A 91.122 mujeres españolas les será diagnosticado un cáncer en este 2015, según la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer. La prevención es fundamental. Mayca Parias, autora de El cáncer me despertó, es tan consciente de ello que destina íntegramente los beneficios del libro en el que narra su experiencia al grupo oncológico 'Nuevas Terapias en Cáncer' del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba. Su solidaridad la ha convertido en la primera mecenas de una institución responsable, por ejemplo, de una patente que permite el desarrollo de una herramienta diagnóstica decisiva en la oncología personalizada.
Para Mayca, “la actitud es fundamental, la sonrisa es clave en esta historia”. El brillo de sus ojos y la ilusión con la que asegura afrontar cada día hacen olvidar “que no todo es de color de rosa”.
Beatriz afirma que comenzó su lucha para evitar lo que podía abocar en una depresión: “Es muy duro anímicamente. Sientes cansancio, dolor articular, somatizas... Yo siempre fui una barbie presumida, tenía una melena cobriza. Antes no me pintaba los ojos de azul o verde y los labios rojos, comencé a pintármelos para verme bien”. Coquetería femenina como recurso para intentar invisibilizar tanto como sea posible los síntomas físicos del cáncer y los efectos secundarios de la quimioterapia, la radioterapia y otros tratamientos igualmente agresivos.
Sandra también reconoce su transformación física: “Tengo la cara muy hinchada, no me puedo poner mis vaqueros. Tienes 38 años y parece que tienes 60”. Pero lo que más angustia le genera no es la anemia, la fatiga ni los efectos secundarios de los medicamentos: “Mi apariencia no permite a mis hijos olvidar que estoy enferma”.
El impacto que tiene el diagnóstico del cáncer en las mujeres es demoledor. Casos como el de Sandra, el de Beatriz y el de Mayca evidencian que en no pocas ocasiones son los cónyuges quienes reaccionan de manera negativa ante la enfermedad y niegan el apoyo necesario a las pacientes. La recuperación emocional a tal tsunami les corresponde a ellas.
Sin olvidar ni un segundo en qué deben focalizar sus fuerzas, lanzan un único mensaje a las instituciones, en palabras de Beatriz: “Pido a la Administración que tenga alma, para que yo no tenga el corazón roto”.