Las negociaciones climáticas (también) van de dinero y ese es el peligro para esta COP29

Raúl Rejón

18 de noviembre de 2024 22:50 h

0

Hablar más de dinero que de gases de efecto invernadero puede sonar poco a lucha contra el cambio climático. Las finanzas parecen pertenecer a un terreno distinto al del CO2. Sin embargo, y aunque sea menos atractivo, el éxito o el fracaso de la Cumbre del Clima de Bakú, COP29, se dirime en buena parte en los libros de cuentas. “Acordar una nueva financiación climática es la principal prioridad de esta presidencia”, ha dicho el jefe de la cumbre, el azerí Mukhtar Babayev.

Tras la expresión “financiación climática” lo que hay es, básicamente, el dinero que los países desarrollados (el Norte global) están dispuestos a poner para que los países empobrecidos (el Sur global) dejen de usar combustibles fósiles, es decir, recorten sus emisiones de CO2 y se adapten a los daños de la crisis climática. Al fin y al cabo, ese Norte se enriqueció a base de quemar carbón, petróleo y gas casi en exclusiva durante décadas.

La reducción de emisiones tiene que ir de la mano de esta financiación. Si no, los países del Sur no van a conseguir recortar

El responsable de cambio climático en la COP29, Pedro Zorrilla, analiza que una cumbre que gira en torno a las finanzas “puede servir para que desde algunos sectores u órganos se le quiera dar menos voz porque el resultado parece menos ambicioso, pero no tiene sentido. La reducción de emisiones tiene que ir de la mano de esta financiación. Si no, los países del Sur no van a conseguir recortar”.

Zorrilla, que asiste como observador a la cumbre de Bakú, explica que esos estados “no tienen fondos disponibles para cambiar a las energías renovables y abandonar las fósiles”. O pueden ser económicamente dependientes, como Colombia con el carbón, de las exportaciones de ese mineral fósil. “Colombia ha expresado muchas veces que quiere dejar el carbón, pero para abandonarlo necesita cubrir a los trabajadores de esa industria y encontrar vías nuevas de ingresos”, remata.

Esta idea no es cosa exclusiva de ambientalistas. La ONU afirma que “la financiación climática es necesaria para la mitigación del cambio climático por el nivel de inversión que exige la reducción de emisiones”.

También desde los pasillos de la COP en Bakú, Javier Andaluz, de Ecologistas en Acción, recuerda que “la lucha climática tiene que avanzar en todos los países y es difícil exigir a un Estado que abandone los fósiles si son la única manera para garantizar alimentación o la educación de la población”.

Sobre si este asunto resta perfil público a la conferencia, Andaluz subraya que “el hecho de tener una COP sobre financiación lo que hace, precisamente, es evidenciar la hipocresía del Norte global”.

“Pensábamos que tras la DANA en Valencia y Albacete la cumbre iba a despertar más interés en España, pero quizá ha sido al contrario y los efectos tan dolorosos le han quitado atención”, admite Zorilla.

En el corazón del Acuerdo de París

La idea de aportar dinero para aplacar el cambio climático fue acordada por los propios países en 2009 –antes incluso del redactar el Acuerdo de París– que entonces fijaron un objetivo de 100.000 millones de euros anuales para los países en vías de desarrollo a partir de 2020. Esa cifra solo se alcanzó en 2022.

De hecho, el célebre tratado convenido en la capital francesa incluyó ese mismo concepto en su articulado. Y no en cualquier sitio. El corazón del Acuerdo de París está en el artículo 2. Es donde se señala que para responder a la “amenaza del cambio climático” hay que mantener el calentamiento del planeta “muy por debajo de 2ºC” y, a ser posible, limitarlo a 1,5ºC. A continuación, en ese mismo artículo, se acordó “situar los flujos financieros” de manera que se consiga llegar a producir “bajas emisiones de gases de efecto invernadero”.

Las negociaciones en Azerbaiyán deberían estar centradas en conseguir un billón de dólares anuales para las inversiones necesarias en los países emergentes

En este sentido, el encargo de esta COP29 es conseguir un compromiso sobre la nueva cantidad que se aporte a partir de 2030. El Grupo Independiente de Expertos de Alto Nivel sobre Financiación Climática ha afirmado que “las negociaciones en Azerbaiyán deberían estar centradas en conseguir un billón de dólares anuales para las inversiones necesarias en los países emergentes”. Y 1,3 billones en 2035.

Este grupo, codirigido por Amar Bhattacharya, Vera Songwe y Nicholas Stern, ha calculado que “cualquier déficit de inversión antes de 2030 ejercerá una presión adicional en los años siguientes. Es decir, cuanto menos logre el mundo ahora, más necesitaremos invertir más adelante”.

En el propio beneficio: riesgos para la paz

Javier Andaluz apunta además otro motivo para cumplir con la ayuda financiera al Sur global: “No podemos olvidar que garantizar un futuro para esos países colabora a evitar conflictos que tienen la emergencia climática como raíz”. Es decir, incide directamente en el propio interés de los estados ricos.

En este sentido, un grupo de países del Consejo de Seguridad emitieron un comunicado en 2023 que alertaba de cómo el cambio climático puede agravar las amenazas a la paz internacional y la seguridad“. Un año después, en octubre pasado, el secretario de Estado Adjunto de EEUU, Richard R. Verma, avisaba de que la alteración del clima ”está incrementando la gravedad de las crisis humanitarias lo que añade tensiones geopolíticas“.

La lista de posibles riesgos para la paz es larga, pero se trata de impactos que superan la capacidad de respuesta de los gobiernos como, por ejemplo, migraciones transnacionales de escala inmanejable por la escasez de recursos como el agua.

Sin embargo, “aquí lo que estamos viendo es que la desconfianza entre países se está incrementando”, describe Andaluz. “La situación está muy tensa. Los países del Norte están distrayendo la atención en torno a la inclusión de nuevos donantes en el fondo, es decir, si China debe poner dinero”.

Y, como para darle la razón, el comisario europeo de Acción Climática, Wopke Hoekstra, ha pedido este lunes desde Bakú “solidaridad” y “responsabilidad” de países que han realizado “enormes progresos económicos en las dos últimas décadas” para que aporten a ese nuevo fondo climático. “La riqueza conlleva responsabilidad”, ha dicho Hoekstra.

“Los países ricos dicen que no hay dinero” –cuenta Pedro Zorilla– nosotros pensamos que dinero hay. Quizá no está ahora en las cuentas públicas, pero dinero sí que hay. Una forma de conseguirlo sería poner una tasa a la industria fósil para aumentar esos ingresos públicos y hacer lo mismo a la aviación y el transporte marítimo“.