Como bien saben los amantes del género policíaco, las salpicaduras de sangre pueden proporcionar información muy valiosa para la resolución de un asesinato. La ciencia forense se ha centrado tradicionalmente en gotas de sangre más grandes, sobre todo en aquellas que caen verticalmente sobre superficies planas o inclinadas, mientras que la información que contienen las salpicaduras más pequeñas se escapaba al análisis por falta de medios para interpretarla.
Un equipo de investigadores de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Boston acaba de desarrollar y publicar un sistema por el que consiguen aumentar proporcionalmente los datos obtenidos a partir de estas gotitas de sangre en la escena del crimen. Y lo hacen aplicando fórmulas de la mecánica de fluidos para determinar la velocidad y dirección de las gotas de sangre humana con diámetros de menos de un milímetro que impactan sobre superficies horizontales desde diferentes ángulos.
Un relato en las colas de sangre
En un trabajo publicado esta semana en la revista Physics of Fluids, el equipo encabezado por James Bird detalla una serie de experimentos centrados en analizar con precisión cómo se forman las “colas” que se observan en los extremos de estas pequeñas manchas de sangre cuando se secan sobre la superficie con forma elíptica. “Estas protuberancias normalmente sólo se utilizan para tener una idea de la dirección en la que viajó la gota, pero por lo demás se pasan por alto”, explica Bird. Él y su equipo demuestran ahora que el flujo preciso que determina la longitud de la cola difiere del flujo responsable del tamaño y la forma de la porción elíptica de la mancha. “En otras palabras —indica Bird—, las longitudes de la cola abarcan información independiente adicional que puede ayudar a los analistas a reconstruir de dónde vino realmente la gota de sangre”.
Las longitudes de la cola pueden ayudar a los analistas a reconstruir de dónde vino realmente la gota de sangre
“El impacto de gotas de sangre en superficies es un tema muy estudiado de la ciencia forense”, explica Joaquín Sevilla, físico y catedrático de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) que no ha participado en el estudio. Dos parámetros importantes son el tamaño de la gota y el ángulo de impacto, indica el experto. Para determinados valores, la gota “salpica” (al chocar se rompe en otras menores), y en otros rangos la gota se “desparrama” sin llegar a romperse. En ese segundo rango no se puede resolver cuáles eran el tamaño y velocidad de la gota, ya que diferentes pares de valores dan el mismo manchurrón. “Pero hay una característica extra: la gota incluye también una ”cola“, una extensión de la mancha en la dirección del impacto”, asegura Sevilla. “Ese es el objeto de este estudio, la dinámica de formación de esa cola y la relación de sus dimensiones con la gota que formó, es decir su tamaño y velocidad”.
Para comparar la dinámica de la formación de colas, los autores montaron un sistema experimental, mediante cámaras de alta velocidad, que les permitía lanzar gotitas de sangre del tamaño deseado con jeringuillas sobre una superficie en diferentes ángulos. Analizando un cuerpo de datos de casi 400 gotas y con modelos de dinámica de fluidos para este líquido tan especial acaban generando una fórmula con la que resolver, a partir de las dimensiones de la cola, el tamaño y velocidad de la gota, lo que es “un avance apreciable en la ciencia forense”, según Sevilla.
“Aunque la comunidad forense conoce bien la existencia de colas de sangre, existen datos experimentales mínimos sobre manchas de sangre que forman colas en superficies horizontales donde también se conocen el ángulo de impacto, el tamaño de la gota y la velocidad del impacto”, concluyen los autores. “Los datos generados en este estudio ayudan a llenar este vacío”.
Permite objetivar las observaciones acerca de la trayectoria de las manchas de sangre, que siempre se analizan de manera más o menos subjetiva
El catedrático de Antropología Forense de la Universidad de Granada, Miguel Botella, considera muy interesante este trabajo y cree que resultará útil para algunos casos y contribuirá a dejar de lado las siempre arriesgadas inferencias acerca de trayectorias, volumen de la sangre, velocidad, oblicuidad, etc. “Lo más importante es que permite objetivar las observaciones acerca de la trayectoria de las manchas de sangre, en este caso humana, que siempre se analizan en cuanto a su trayectoria y velocidad de manera más o menos subjetiva”, explica a elDiario.es.
Una nueva herramienta forense
Alguien con décadas de experiencia en investigación forense como Botella sabe bien lo importante que es el análisis de las salpicaduras de sangre en una investigación. “Recuerdo cómo en el caso de doce personas decapitadas en México la proyección de las salpicaduras nos permitió saber la distancia y cómo lo habían hecho”, relata. “O aquí, en España, apareció un cadáver de una mujer degollada y por las salpicaduras se vio que ya estaba muerta cuando le cortaron el cuello porque no estaban a distancia”.
Gracias a este trabajo experimental, resume Botella, las ciencias forenses contarán con un ladrillo más, una aportación muy útil, dado que sus especialistas tienen la obligación de presentar evidencias para que los jueces puedan tomar sus decisiones con la mayor precisión. “Con este trabajo se añade información objetiva, y por tanto válida en un proceso judicial”, indica Botella. “Y en gran parte se elimina la posibilidad de discusión, al aportar evidencias”. “Supongo que con esos datos podrán reconstruir dónde le dieron una puñalada a la víctima, o cómo se movió mientras sangraba”, añade Joaquín Sevilla. “Conocer el origen de las manchas de sangre en la escena del crimen puede ayudar a los investigadores a determinar si la víctima estaba de pie o sentada”, confirma Bird. “O ayudar a corroborar o cuestionar el testimonio de un testigo”.