Los países dedican más dinero a educar a sus niños más ricos que el que emplean en sus pequeños con menos recursos. Es la conclusión de un estudio de Unicef, que ha analizado 42 países de todos los rangos económicos (España no está entre ellos) y ha detectado que en todos se repite el mismo patrón, aunque con diferencias: todos ellos sin excepción dedican más del 20% de sus recursos educativos al 20% de los estudiantes más adinerados, pero menos del 20% a la misma proporción de alumnos pobres.
“Una aproximación equitativa debe tener como objetivo llegar a todos los chicos, de manera que ninguno se quede atrás, además de reducir la brecha existente en la distribución de recursos”, valora Unicef. “Cubrir a los chicos más pobres implicará necesariamente mayores gastos porque sus necesidades de aprendizaje son más grandes y requieren de más apoyo de los sistemas educativos”, añade el informe. Y cifra en un 20% del gasto educativo la cantidad mínima de recursos educativos que debe dedicarse a los que menos tienen.
Y sin embargo ocurre justo lo contrario. De media, los 42 países gastan el 15,8% de sus fondos en el 20% de los estudiantes más pobres, mientras que la misma proporción de los estudiantes más ricos reciben el 26% del presupuesto educativo.
Unicef explica por qué los pobres necesitan más recursos: “Los más pobres se encuentran con múltiples barreras en su acceso a una educación de calidad y aprendizaje”. “Muchos viven en áreas rurales. Muchos afrontan discriminaciones por su género, por tener una discapacidad, por su origen étnico o el idioma que hablan”. Y compensar estos problemas tiene un coste: la escuela rural es más cara que la urbana, poner profesores de apoyo para corregir desigualdades cuesta dinero.
“El gasto está desproporcionadamente inclinado”
“El gasto educativo público está desproporcionadamente inclinado hacia los niños de las familias ricas cuando se compara con lo destinado a las pobres”, sostiene Unicef basándose en los datos que ha recopilado.
La situación se repite desde los afamados (educativamente) y ricos países nórdicos hasta los no tan afamados y pobres africanos. El país más igualitario entre los 42 del informe es Dinamarca, que roza la equidad: dedica un 20% de su presupuesto educativo al quintil (el 20%) de estudiantes menos favorecidos, pero todavía gasta más en el quintil más favorecido: un 22%. En el otro extremo, el país que distribuye sus fondos de manera más desigual es Guinea, en África, que invierte el 5% en sus estudiantes más pobres y casi un 50% en los más ricos.
La República Centroafricana, Senegal, Camerún y Benin completan el top 5 de naciones que más favorecen a las familias adineradas, mientras Irlanda, Barbados, Noruega y Suecia acompañan a Dinamarca como los más equitativos. Entre medias, todos los demás.
Unicef agrupa los países en cuatro categorías en función de la escala de su economía: de bajos recursos, de clase media-baja, media-alta y de grandes recursos. Las diferencias entre ellos son notables: la relación de gasto es del 10,3%-37,9% para los alumnos pobres y ricos, respectivamente, en el primer grupo, y a partir de ahí se va cerrando la brecha. Un 14,5%-25,9% en los países de clase media baja, 16,3%-23,3% en los de media alta y 18,6%-21,7% en los más acaudalados.
En este último grupo, formado por 19 de los 42 países, roza la igualdad, pero ni siquiera si lo hiciera cumpliría lo que Unicef considera óptimo: más gasto relativo para los pobres que para los ricos, porque lo necesitan más.
“Hay muchas dimensiones en la crisis educativa, pero un factor clave que afecta la calidad de la enseñanza es la disponibilidad de fondos”, expone Unicef. “Infrafinanciar la educación puede llevar a múltiples problemas –clases muy grandes y malos profesores, falta de materiales de apoyo y escasas infraestructuras escolares– que tienen un impacto negativo en qué y cómo aprenden los niños”, añade la ONG.
Unicef señala las consecuencias de esta falta inversión en educación que compense las carencias de partida de los estudiantes más desfavorecidos, y señala el término “pobreza de aprendizaje” (learning poverty), acuñado por el Banco Mundial y que hace referencia a la incapacidad de leer y entender un texto simple a los 10 años. “Se calcula que el 53% de los chicos en países de bajos ingresos o de clase media baja no pueden leer y entender un texto simple cuando acaban la Primaria. En los países pobres, la tasa de pobreza de aprendizaje llega a ser del 90%”.