Paul Kingsnorth (Inglaterra, 1972) soñó que la sociedad acabaría despertando. Que más pronto que tarde abriría los ojos, buscaría soluciones o cambiaría su vida para evitar las consecuencias de la crisis climática. Soñó que como activista podría salvar la Tierra y evitar el 'ecocidio'. Pero él fue el que acabó despertando. Fue él el que tuvo que asumir que entre mantener una vida plagada de comodidades o renunciar a algunas de ellas para frenar la destrucción ambiental, la humanidad había optado por lo primero.
“Después de años trabajando en el ecologismo para 'salvar el mundo', había dejado de creer que la lucha tradicional fuera efectiva”, escribe el activista en Confesiones de un ecologista en rehabilitación (errata naturae, 2019). En esta colección de ensayos Kingsnorth –exeditor de la revista The Ecologist, de las publicaciones de Greenpeace y de openDemocracy– asegura que la crisis climática es inevitable y explica por qué cree que el movimiento ecologista ha olvidado cuál es su objetivo. Les critica que hayan sido “absorbidos” por los partidos de izquierdas, que abandonaran el ecocentrismo en favor del utilitarismo y el capitalismo o que su mensaje se base en una “obsesión monomaníaca”: el CO y la reducción de emisiones.
En sus ensayos es bastante crítico con el movimiento ecologista. Reconoce que han logrado colocar sus reivindicaciones en el centro del debate social y político, pero también asegura que esos éxitos “le han costado el alma”. ¿En qué se equivocaron?
Ese es uno de los grandes interrogantes que se plantean en el libro. Y lo que siento es que durante mucho tiempo los verdes han tenido miedo de tratar a la Tierra como a un ser vivo más o de hacer valer los derechos del resto de seres vivos sobre los de los humanos. A medida que ha ido pasando el tiempo, los verdes se han ido volviendo cada vez más utilitaristas. Creo que esto era inevitable porque están intentando cambiar una sociedad que no habla de otra cosa que no sean números y que no está interesada en nada más allá del crecimiento. Pero quizás esto está empezando a cambiar de nuevo.
¿No supieron ver que estaban adoptando un discurso cada vez más utilitarista o no quisieron verlo?
Tal vez un poco de ambas. Para los primeros grupos ecologistas fue una decisión pragmática adquirir ese discurso –el del utilitarismo, el crecimiento o el capitalismo– porque querían ser tomados en serio por el poder. Pero en muchos casos el poder acabó masticándolos y escupiéndolos. Los verdes necesitan ser muy transparentes en esto y dejar claro que no solo están haciendo frente a la tecnología y a los acuerdos políticos, sino que están contra toda la cosmovisión que existe detrás de las sociedades basadas en el crecimiento industrial: el progreso, el crecimiento, el antropocentrismo o el individualismo. Es muy difícil de hacer, pero es lo que hay que hacer.
También les critica el haber optado por un “enfoque reduccionista” a la hora de plantear cómo debemos afrontar el desafío que supone la crisis climática.
Hay una tendencia –y esto podemos verlo en los grupos radicales más nuevos– a enfrentar a lo que llamamos “la gente” con otra cosa que llamamos “la élite”. Pero, en el caso del discurso ecologista, hay que afrontar que “la gente” –nosotros incluidos– no está dispuesta a renunciar a sus smartphones, a la comida rápida, los viajes 'low cost', la ropa barata, los automóviles o la tecnología. Necesitamos asumir que los cambios que necesitamos generar conllevarán que todos nosotros tengamos que empezar a vivir de una forma más simple y más austera. Y no creo que estemos dispuestos a hacerlo.
No creo que se pueda culpar a los verdes de intentar generar esos cambios sistémicos y fracasar en la mayoría de las ocasiones. En retrospectiva es muy fácil criticarles o quejarse, pero fui activista durante décadas, así que yo soy tan responsable como cualquiera de todo esto. No se les puede culpar porque se están enfrentando a un sistema muy poderoso, que tiene un alcance global y en el que están encerradas millones de personas.
¿Fue un error que los verdes se acercaran a la política?
Sus reclamos son políticos, eso es inevitable. Lo que yo lamento es el hecho de que se aliaran de forma tan estrecha con los partidos de izquierdas. La política ecológica debería estar mucho más allá del eje izquierda-derecha, al menos tal y como lo entendemos ahora. Pero también es verdad que los partidos de derechas han adoptado una posición generalmente hostil frente a los reclamos de los verdes. Desde la política se puede generar un cambio sistémico, pero no creo que este tipo de cambios sean posibles.
Sostiene que ya no se puede evitar la crisis climática, que reducir las emisiones no resolverá el problema.
Debemos hacer lo que sea necesario para reducir las emisiones lo máximo posible, pero ya hay demasiado CO en la atmósfera. Ahora que todos estamos masivamente comprometidos con el cambio climático tenemos que hacer lo que esté en nuestra mano para reducir todos los impactos, pero no podemos revertirlo ni evitarlo. Reducir las emisiones es bueno. Pero si alguien te dice que evitará la crisis climática reduciendo las emisiones, no te está diciendo la verdad.
Usted propone apartarse de la lucha, dejar atrás la acción y pasar a la inacción. ¿En qué debería consistir ese proceso de reflexión?
Nuestras sociedades necesitan aprender a parar. Deja de crecer, deja de expandirte, deja de consumir, deja de crear. Vive, y hazlo de forma austera y simple, presta atención e intenta reducir tu impacto en el mundo. Ya sabemos lo que hay que hacer, pero las estructuras de crecimiento que existen en nuestras sociedades lo hacen prácticamente imposible.
Otra de sus propuestas pasa por construir relatos que hablen del futuro, que nos sirvan para entender la naturaleza como un valor en sí misma. ¿Se puede cambiar el mundo a base de relatos?
No sé si podemos hacerlo, pero sí sé que ya existen relatos que podrían ayudarnos. Las sociedades tribales y las culturas de bajo impacto climático se los han estado contando durante milenios. Son historias en las que la Tierra tiene un valor en sí misma, en las que las personas solo somos un animal más y en las que existe un vínculo espiritual entre los humanos y el resto del planeta. Tenemos que volver a aprender a vivir a pequeña escala, y esos relatos pueden ayudarnos.
¿Se puede convencer a las sociedades modernas de que la naturaleza debe entenderse como un valor en sí mismas y no como un medio para alcanzar un fin?
Probablemente, no. Pero tenemos que intentarlo porque si la sociedad no empieza a entender esto, colapsará y lo aprenderemos de una forma bastante más difícil.
¿Ha cambiado algo desde que escribió estos ensayos?
Todo ha cambiado mucho. Y estos cambios, como la aparición de algunos grandes movimientos activistas –como Extinction Rebellion o Friday For Future–, han dejado claro que el acuerdo neoliberal posterior a 1990 se está derrumbando y está surgiendo algo diferente. Además, los impactos del cambio climático son cada vez más rápidos y difíciles de negar. Estamos viviendo en lo que Winston Churchill llamó “la era de las consecuencias”. Ahora hay que ver a dónde nos conduce.