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Los pellets vertidos frente a Galicia afectan a aguas protegidas españolas cientos de kilómetros mar adentro

Raúl Rejón

13 de marzo de 2024 23:04 h

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Aunque se haya olvidado, la basura de pellets de plástico que se cayó de un carguero al mar frente a Galicia en diciembre pasado ha viajado durante estos meses y ha alcanzado áreas marinas protegidas españolas, no solo en la costa sino muchos kilómetros mar adentro.

El modelo de expansión desarrollado por la organización Oceana junto a las universidades de Cádiz y New Castle muestra que la contaminación plástica cubre “una extensión mayor que la de Portugal”, reseña el responsable de análisis de sistemas de información geográfica de Oceana Jorge Blanco.

Desde que el 8 de diciembre pasado el buque Toconao perdiera 26.000 kilos de gránulos, los pellets han contaminado, al menos, ocho áreas marinas protegidas españolas del Atlántico y el Cantábrico con diferentes figuras de salvaguarda ambiental: zonas de especial conservación, zonas de especial protección para aves o lugares de interés comunitario. Algunas, como la denominada Banco de Galicia, alejadas cientos de kilómetros de la costa y del punto de vertido.

“El modelo es altamente fiable porque hemos podido introducir datos de muy buena calidad como son los de la Agencia Espacial Europea (AEE)”, explica Jorge Blanco. El cálculo se realiza mediante un superordenador que “contiene una especie de mar en miniatura con sus características reales de corrientes, mar de fondo, vientos, todo lo que afecta a la dispersión”. Una vez colocado el vertido sobre el mapa virtual, los datos de la AEE “nos dicen cómo han sido realmente esas corrientes y adónde han llevado los pellets”.

Las zonas costeras fueron el chivato. Es donde se hicieron visibles las bolitas que la marea depositaba en las playas. Así que para finales de diciembre de 2023, el vertido se dispersaba por la zonas de especial conservación de aves como el Espacio Marino de la Rías Baixas o el de la Costa da Morte.

Para el 18 de enero ya había cubierto la ZEPA Costa Ferroltera-Valdoviño y la Punta Candelaria. La primera son las aguas circundantes a las islas Gabeiras y a las islas Os Cabalos, hogar de la “colonia de cría más importante de Galicia de paíño europeo –especie de interés general–. La segunda es un corredor migratorio ”por el que cada año pasan más de un millón de aves“. En su isla de Colleira se ha descubierto una pequeña colonia de pardela cenicienta (que está en Catálogo Español de Especies Amenazadas como vulnerable).

El 1 de marzo, la Xunta de Galicia desactivó el plan de respuesta ante contaminación marina. El Gobierno autonómico ha informado de que se han recogido cinco toneladas de pellets y desembolsado 2,4 millones de euros para el dispositivo de limpieza.

La centrifugadora de basura

Blanco explica que en la extensión donde se produjo el vertido “hay unas corrientes que se llaman de remolino que dependiendo de si son convergentes o divergentes juntan los plásticos o hacen que se expandan mucho”. Por la orografía de esa zona, se produjo un remolino convergente que evitó que el vertido saliera mucho, pero una vez que superó ese límite, “entró en un remolino divergente que ha causado una gran expansión”, continúa el analista. “Como una centrifugadora”, remata.

Lo que vemos directamente es la playa, pero no nos damos cuenta de lo que ha llegado a áreas muy lejanas de las costas

Así que, una vez activada la centrifugadora, este modelo de dispersión destaca la gran superficie marina lejana que muestra densidades altas de restos del vertido. “Lo que vemos directamente es la playa, pero no nos damos cuenta de lo que ha llegado a áreas muy lejanas de las costas”, insiste Jorge Blanco.

El cargamento perdido ya está en áreas como los Cañones Submarinos de Avilés o El carchucho, según el cálculo de Oceana. Los cañones arrancan a 18 kilómetros de la costa pero se extienden durante 75 kilómetros hacia afuera. La Zona de Especial Conservación de El carchucho arranca a 65 kilómetros de la costa asturiana.

El carchucho es una montaña submarina que se eleva bruscamente desde los 4.000 metros de profundidad hasta los 425 metros por debajo de la superficie. La protección se justificó por la presencia de un hábitat especial como son los arrecifes y especies como el delfín mular y, sobre todo, la tortuga boba (Caretta caretta), “en peligro de desaparecer en Europa”.

En los cañones de Avilés la protección además de servir a valores ambientales apoya al sector pesquero, ya que “la alta productividad biológica asociada al sistema” –describe la ficha oficial de la zona– “es responsable de la existencia de una abundante y variada flota pesquera”. El blindaje ecologista sirve para la multitud de especies de interés comercial que habitan allí: “merluza, bacaladilla, rapes, gallos, cigala, jurel, caballa y locha, entre otras muchas”, detalla el documento.

“El plástico va a seguir y acabar en algún sitio”

En realidad, la basura del Toconao ha ido mucho más lejos. Cientos de kilómetros dentro del océano desde que saltaran por la borda, por eso han podido contaminar la ZEPA Banco de Galicia. En realidad ha ido más allá, pero las áreas fuera de la jurisdicción de los países apenas tienen regulaciones de protección; solo en 2023 se alcanzó un acuerdo para redactar un tratado internacional vinculante para las aguas de altísima mar.

Banco de Galicia se sitúa a 220 kilómetros de la costa occidental gallega. También es una montaña submarina y sus características geomorfológicas la convierten en una zona de elevada productividad marina. La productividad marina es el proceso por el cual el fitoplancton transforma el material mineral en orgánico, el inicio de una cadena que termina en los peces y otros animales. Una especie de “nube de pequeños seres que son el origen de toda la riqueza del mar”, como lo describe esta publicación del CSIC.

Con todo, esto es una foto más o menos fija de la contaminación concreta de este vertido. Los pellets del Toconao van a seguir moviéndose a medida que el mar circule. “Podríamos monitorizar sobre los próximos 50 años o más porque ese plástico va a seguir en el océano y va a acabar sedimentando en algún sitio”, concluye Jorge Blanco.