Las dos principales estrellas españolas del deporte se han dejado convencer por los petrodólares. El anuncio este lunes de que el tenista balear Rafael Nadal será embajador de la federación de Arabia Saudí se une al fichaje para el circuito de golf del país de Jon Rahm, quien pasó en un año de declarar que “el dinero no me cambia la vida” a dejar EEUU e irse al golfo arábigo con un suculento contrato bajo el brazo. Nadal promocionará el tenis local y ha anunciado que va a abrir una sede de su academia en Arabia.
“Mires donde mires en Arabia Saudí, puedes ver crecimiento y progreso, y me emociona formar parte de ello. Sigo jugando al tenis porque me encanta. Pero, más allá de jugar, quiero ayudar a que este deporte crezca en todo el mundo, y en Arabia Saudí hay un gran potencial”, argumenta el tenista en la nota difundida por la federación saudí de tenis.
Lo que para Nadal es una tierra de “crecimiento y progreso mires donde mires” es un país en el que, según los análisis de Amnistía Internacional, los derechos humanos y de los migrantes no se respetan y se suceden ataques a la libertad de expresión, detenciones arbitrarias, juicios sin garantías, torturas y discriminación de las mujeres y el colectivo LGTBQ+. También es el Estado donde el príncipe heredero ordenó descuartizar a un periodista crítico en una de sus embajadas, según constató un informe oficial de EEUU. “Que Rafael Nadal se haya convertido en embajador del tenis de Arabia Saudí es una operación más de sportwashing”, ha valorado la organización internacional.
“El sportswashing se da cuando los líderes políticos utilizan los deportes para tratar de legitimarse en el escenario mundial mientras desvían la atención de los problemas de derechos humanos en sus países”, explicaba a este periódico el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad del Pacífico (Oregón, EEUU) y experto en política deportiva Jules Boykoff.
“Juego por amor al deporte”
El vasco Jon Rahm rechazó en junio de 2022 irse al circuito de golf de Arabia Saudí (LIV Golf) porque su vida “no cambiaría lo más mínimo por 400 millones de euros”. Él jugaba, sostenía, “por amor a este deporte”.
“Entiendo el aliciente que tiene el LIV. Entiendo, para decirlo de forma amable, las razones por las que (muchos jugadores) lo eligieron. Para ser honesto, el formato no me atrae. Tres rondas sin cortes para mí no es golf. Quiero jugar contra los mejores del mundo con un formato que se usa desde hace cientos de años”, afirmó entonces.
La línea del “amor por el deporte” y el “formato que se usa desde hace cientos de años” debía estar en los 500 millones, cantidad por la que acabó firmando por el país un año largo después de aquella declaración. La decisión puede tener un coste (no económico) para Rahm, que puede perderse algunos de los principales torneos del mundo por dejar el circuito occidental.
En el caso de Nadal, no ha trascendido una cifra dineraria concreta, pero sí se conoce que el acuerdo es “a largo plazo para ayudar al crecimiento del deporte e inspirar a una nueva generación de tenistas en Arabia Saudí” e incluye que se abra una sede de la academia tenista del balear en el país. Así, petrodólares saudíes pasarían a engrosar una cuenta del banco que en el balance total acumula nueve cifras, 300 millones de euros. Además, el compromiso es que pase un tiempo anual en el país y, como embajador, publicitar las bondades del país.
Otra incógnita que el tiempo irá despejando es el daño en términos de imagen que puede tener para él este acuerdo. De momento, el tuit (post de X) en el que el tenista anunciaba su decisión está lleno de respuestas decepcionadas con el balear.
Dos entre muchos
Estas dos estrellas españolas no son las únicas convencidas por el dinero que surge del petróleo saudí. Nacionales e internacionales, personas y organizaciones han caído en la tentación de los dólares saudíes.
En el tenis, aparte del fichaje de Nadal, el país ya lleva unos años ganando posiciones. Ya organiza la Next Generation ATP Finals, un torneo que reúne a los mejores sub 21 del mundo y van cogiendo fuerza los rumores de que albergará también WTA Finals, un torneo en el que compiten a finales de año las mejores tenistas del mundo, y un Masters 1000, el segundo escalón de los torneos de élite, solo por detrás de los cuatro Grand Slams.
Capítulo específico merece el fútbol, aunque no es el único. A nivel nacional, la Supercopa española, una competición que disputan equipos españoles, se disputa allí desde hace unos años gracias a un acuerdo impulsado por el entonces presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, e intermediado por el exjugador Gerard Piqué, un acuerdo con varios millones en comisiones que investiga la Justicia.
Sonados son los dos mundiales de fútbol que les han caído a las monarquías autoritarias del golfo Pérsico. El de Qatar (2022) se demostró que fue comprado y además trastornó todo el calendario del fútbol en un gesto sin precedentes. El de Arabia Saudí aún es oficioso, pero la FIFA ha maniobrado para que sea inevitable: no hay más candidatos.
El impulso que el megafondo de inversión público del país (PIF) le está dando a la liga saudí ha copado titulares los últimos dos veranos. El país ha pasado de recibir veteranos en retirada (el actual entrenador del Barça, Xavi Hernández, acabó allí su carrera) a fichar estrellas. Desde que abrió la veda con el fichaje de Cristiano Ronaldo, al que paga 200 millones de euros al año, el PIF se ha gastado varios miles de millones en una liga de tercer o cuarto escalón mundial. El perfil de jugador comprable ahora es cualquiera, desde estrellas en su apogeo a jóvenes promesas.
Algo parecido está sucediendo con la Fórmula 1, en la que el país invierte cientos de millones de euros cada año –patrocinio del equipo MacLaren incluido– y celebra un Gran Premio. O en el boxeo, deporte del que cada vez se celebran más combates en tierras saudíes. Incluso los deportes virtuales, conocidos como e-sports, han recibido montañas de dólares árabes. Desde 2021 –y es una estimación a la baja– Arabia Saudí se ha gastado más de 6.000 millones de euros en sportwashing.
OPA hostiles a los circuitos
Y cuando el deporte no se acaba de dejar comprar, Arabia Saudí tira de plan B y fagocita (o al menos lo intenta) la competición de élite correspondiente. Lo ha hecho con el golf, por ejemplo. La táctica es sencilla: se crea un circuito paralelo, con sus propios eventos, y se ponen premios millonarios que las pruebas tradicionales no pueden ofrecer. Se va reclutando gente a golpe de talonario y la pinza al organizador habitual (el PGA Tour estadounidense en este caso) para sustituirlo como referente mundial está en marcha. Rahm es uno de los ejemplos más potentes y recientes de esta modus operandi. Pero no el único, le precedieron otros como el también golfista Sergio García, que llegó a ser número 1 del mundo.
Los ejemplos, como los petrodólares, no parecen tener fin. No hay deporte que no interese al país árabe, desde el pádel hasta las carreras de caballos, pasando por el Rally Dakar, que se celebra en estas fechas en el desierto saudí, según recoge un detallado informe de la organización británica pro derechos humanos Grant Liberty. Otro caso paradigmático es el del ajedrez. La excampeona del mundo Anna Muzychuk renunció a participar en el Mundial que se celebró en aquel país en 2017. Lo hizo porque no se respetan los derechos de las mujeres, según explicó ella misma, y a un alto precio: perdió los títulos que tenía y la posibilidad de ganar el premio de esa edición.
*Este artículo ha sido editado a las 12.36 para retirar el dato incorrecto de que Nadal es la persona más rica de Baleares.