Referencia:
Chua SYL, Warwick A, Peto T, et al. “Association of ambient air pollution with age-related macular degeneration and retinal thickness in UK Biobank”. British Journal of Ophthalmology. DOI: 10.1136/bjophthalmol-2020-316218
La degeneración macular asociada a la edad (DMAE) es una de las principales causas de ceguera en el mundo desarrollado, y es la principal en la población mayor de 50 años. La enfermedad afecta a unos 200 millones de personas en todo el mundo y se estima que alcanzará a 288 millones para el año 2040.
Los factores de riesgo conocidos para la DMAE son el envejecimiento, el tabaquismo y la composición genética. Ahora, una investigación publicada en el British Journal of Ophthalmology ha encontrado también una relación entre la contaminación atmosférica y el riesgo de desarrollar este tipo de ceguera, que es progresiva e irreversible.
De confirmarse este vínculo, se podrían plantear nuevos tratamientos y prevenciones para esta ceguera, afirman los investigadores. Los pacientes con predisposición a desarrollar DMAE “podrían intentar esquivar las áreas de mayor polución o llevar mascarillas protectoras”, al tiempo que las instituciones pueden legislar a favor de reducir estas contaminaciones, señala a SINC Paul Foster, uno de los autores del trabajo y profesor de epidemiología oftálmica en el Instituto de Oftalmología de la University College de Londres (UCL) en Reino Unido.
Según el experto, en la actualidad pueden controlarse algunos tipos de esta enfermedad que permanecen estables “con inyecciones de medicamentos en el ojo” y con suplementos vitamínicos “que prevén el deterioro o que afecte al otro ojo”.
El estudio observacional recoge datos de 115.954 personas de la base de datos UK Biobank. Al inicio del estudio, en 2006, los participantes tenían entre 40 y 69 años y no mostraban problemas de visión. Así, la investigación pidió a los voluntarios que informaran de cualquier diagnóstico de esta ceguera por parte de un médico. Al mismo tiempo, los investigadores evaluaron, mediante tomografías, los cambios estructurales de la retina –grosor y número de receptores luminosos, que son indicativos de la DMAE– en 52.602 personas.
Por otro lado, el trabajo recoge mediciones de contaminación atmosférica en las direcciones postales de los participantes: partículas PM2.5, dióxido de nitrógeno (NO2) y óxidos de nitrógeno (NOx). Estos valores están proporcionados por la Unidad de Estadísticas Sanitarias de Áreas Pequeñas de la sanidad pública británica.
Un total de 1.286 personas (cerca del 1%) fueron diagnosticados con esta patología. Entre los participantes que recibieron un escaneo de retina, el 75% de los casos confirmados de degeneración macular ya mostraban signos de esta enfermedad en la tomografía.
Tras estudiar los factores que pueden influir en la aparición de esta enfermedad, incluyendo las condiciones y el estilo de vida, los datos de la investigación muestran que la exposición a partículas PM2.5 está a asociado a un 8 % más de riesgo de desarrollar esta patología. Las otras partículas contaminantes (NO2 y NOx) están vinculadas con alteraciones en la estructura de la retina.
No es el primer estudio que vincula contaminación y degeneración macular. Foster indica que ya había estudios que ligaban los contaminantes atmosféricos (NO2 y monóxido de carbono CO) relacionados con el tráfico y un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad.
Los autores explican que, al ser un estudio observacional, “no podemos establecer una causa determinada”. “Pero estos resultados coinciden con los encontrados en otras partes del mundo”, agregan.
En este sentido, sugieren que la contaminación atmosférica podría estar vinculada con la DMAE a través del estrés oxidativo o la inflamación. “La relación entre polución y grosor de las capas de la retinas indican que, a mayor exposición, las células pueden ser más vulnerables y se incrementa el riesgo de desarrollar degeneración macular”, concluyen.
Chua SYL, Warwick A, Peto T, et al. “Association of ambient air pollution with age-related macular degeneration and retinal thickness in UK Biobank”. British Journal of Ophthalmology. DOI: 10.1136/bjophthalmol-2020-316218