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Precariedad y acoso en centros de masaje oriental: las masajistas se encuentran indefensas ante sus clientes

“Me encanta mi profesión, pero me cansa aguantar condiciones que me obligan a irme de los centros porque nadie controla cómo ni cuánto trabajamos ni tienen en cuenta los riesgos que vivimos. No hay nada que nos proteja en una habitación donde estamos solas ante personas desconocidas”, espeta Laura (nombre falso). Laura ha trabajado como masajista oriental en Madrid durante dos años. Tras tres meses en negro, sin nómina y siendo remunerada solo si daba algún masaje –20 euros por hora, los centros cobran entorno a 60–: firmó su primer contrato. Su jornada era de más de cuarenta horas semanales aunque en su contrato figuraban veinte. Mil euros mensuales pagados siempre en mano en un centro que aún no cumple con el registro horario obligatorio. “Para ella [su exjefa] estaba mal que paráramos una hora para comer, aun estando diez horas por jornada, realizando siete masajes en un día y sin descansar entre éstos”. “Mi jefa nos dejó claro que en su centro no se realizaba masaje erótico, pero siempre nos dijo que 'los clientes quieren chicas guapas y atractivas'. ”Lo peor es que hay clientes que dan por sentado que tienen derecho a pedir final feliz o a tocarte. En un masaje con aceite se trabaja todo el cuerpo, pero siempre sin acercarnos a la zona de seguridad (partes íntimas) y dentro del deslizamiento, este tipo de personas, te agarran la mano con fuerza y tienes que pedir que te suelten“, denuncia Laura.

La falta de claridad de algunos centros de masaje oriental genera confusión tanto en los clientes como en el personal. Laura recuerda que, cuando la estaban haciendo una entrevista para un puesto de masajista thai en Madrid, la encargada del centro le confesó que “lo del masaje tailandés lo tenemos como una tapadera. Este es un centro de masaje erótico”. “Me explicaron que las personas que acceden a ese servicio –masaje erótico o tántrico– no pueden tocar las partes íntimas de las masajistas, pero que ellas sí pueden. Y que el masaje se termina si la masajista siente incomodidad o si se encuentra en una situación de riesgo. Eso me lo explicaron muy abiertamente. Todas las que estaban en ese centro eran autónomas”, asegura Laura, que no aceptó la oferta de empleo, pero que continuó trabajando en el centro de masaje oriental –no erótico–, donde ha estado ejerciendo hasta hace escasos meses.

“Estas situaciones también suceden entre clientes y masajistas varones. A mí quizá ya no me pasa tanto porque soy una persona mayor. No soy tan jovencita, pero sí que veo en el trabajo que hay llamadas o personas que preguntan si las chicas son tailandesas o que quieren masaje con aceite. Casi siempre es así. Hace poco vinieron dos chicos pidiendo masaje con aceite y terminaron queriendo algo más”, cuenta Luz Alcaide. Luz nació en Caracas donde se licenció como arquitecta. Tiene 58 años y desde 2014 trabaja como masajista oriental en España. Desde hace un año, Luz tiene un contrato laboral, pero su situación ha pasado por muchas formas “en la condición que me contrataban antes era como falsa autónoma: tenía un horario, pagaba la cuota, no tenía derecho a vacaciones y no cobraba si no entraban masajes. Tenía que cumplir un horario obligatorio”. Luz asegura que, en los anteriores centros en los que trabajaba, podía llegar a dar siete masajes seguidos. “El cuerpo no es igual con la edad. Cuando pasé por la menopausia noté que empecé a perder masa muscular, pero el masaje thai me da beneficio”, concluye Luz.

“Pocos centros realizan contratos indefinidos. Falsas autónomas, masajistas contratadas dos horas cuando realmente hacen cuarenta, sin turnos, haciendo guardias”, informa Raúl Rueda, masajista y director de la Escuela y Centro de Masaje Tradicional Tailandés Art Thai Massage. “Hay sitios que tratan como máquinas a sus masajistas. Es destructor que una masajista realice más de cuatro masajes seguidos. O seis en un día. La calidad baja y la vocación se desnaturaliza”.

Normalización del acoso

Laura y sus compañeras creen que existen algunos patrones que se repiten en la clientela que busca un fin sexual en sus sesiones terapéuticas. “La gran mayoría de las veces son hombres”, asegura Laura. “Más señores mayores que jóvenes, y de diferentes nacionalidades”, añade Claudia (nombre falso), una excompañera de Laura que trabaja en varios centros de masaje oriental. “La mayoría de nuestros clientes son turistas que pasan por la calle y entran. Algunos nos preguntan si pueden elegir a las chicas, entonces les dejamos claro que no somos ese tipo de centro”, afirma Laura. “Un cliente se destapó entero y me pidió que le tocase 'más arriba y más adentro'. Volví a taparlo, me paré a la altura de su cara y, con indignación, le dije que estaba equivocado de sitio y de persona, que yo era una profesional que se dedica a hacer masajes terapéuticos. Me insistió un poco más diciéndome que si podía hacerle un masaje 'medio-medio'. Salí de la habitación y le dije que por mi parte el masaje había terminado. El señor se cambió, me pagó la media hora y se fue sin mirarme a la cara”, relata Claudia su última mala experiencia laboral. “Yo rechacé hacer el final feliz a un cliente y este puso muchos billetes sobre la camilla y me preguntó si estaba segura”, declara una compañera de Claudia y Laura que, tras lo acontecido, salió de la sala en ese mismo instante. “Insistimos a nuestra jefa para que ponga una cámara de seguridad a la entrada y un botón antipánico en las salas. O al menos para que no de citas a personas las cuales hemos criticado por su comportamiento”, denuncian.

Claudia y Laura conocen a compañeras de profesión que tienen una visión distinta a la suya “si te sientes ofendida es cosa tuya. Si te agarran te vas a otra parte del cuerpo y listo”, les dicen. No obstante, Claudia y Laura se desconcentran y no pueden seguir trabajando con naturalidad “ellas normalizan el acoso aunque no sean partidarias ni realicen el final feliz”, comparte Laura. “En las últimas ocasiones he reaccionado con fuerza. Otras veces, sobre todo al principio, me he bloqueado sin saber qué hacer. Es una sensación muy fea porque te provoca inseguridad y afecta a tu autoestima”, confiesa Claudia. “También conozco a personas que alguna vez han trabajado en centros de masaje erótico y que no lo ven como algo malo. Están eligiendo y ganan mucho más dinero del que gano yo. Lo respeto pero no lo comparto”, concluye Laura.

Falta de claridad o búsqueda de la confusión

Para Ricardo Morón, profesor de Derecho en la UAM y asesor jurídico de CCOO: “Una primera medida sería la exigencia de información adecuada al público sobre el contenido de las prestaciones que van a recibir para que no haya equívocos. Por otro lado, hoy se dispone de tecnología suficiente y adecuada, incluida la videovigilancia, para hacer frente a dichas situaciones”.

El masaje tradicional tailandés es una técnica con más de dos mil años de antigüedad, que combina la medicina tradicional china y la ayurvédica. En su comienzo era accesible para cualquiera y se utilizaba para ayudar a la clase obrera y campesina. Originalmente, el masaje thai no incluye final feliz ni aceite esencial, pero algunos de los negocios que lo imparten funcionan como tapadera o no son suficientemente claros. Esta falta de transparencia es sufrida por profesionales del masaje tanto en oriente como en occidente.