¿Hacia un periodismo de uniforme en las manifestaciones?
A los policías “les molesta que miremos, les molesta que lo contemos, les molesta que les hagas fotos, les molesta que cuestionemos, les molesta que pongamos en duda sus procedimientos, les molesta que les hables, les molesta que les preguntes…”. Así opina Gorka Ramos, periodista hoy afincado en Chile y que fue golpeado y detenido por la policía cuando cubría una manifestación del movimiento 15M para Lainformacion.com.
Sucedió en Madrid, el 4 de agosto de 2011. La ciudad estaba en tensión social, tan solo habían pasado tres meses del establecimiento de la acampada en la Puerta del Sol. Los nuevos métodos por los que circulaba la información ya no dependían únicamente de unidades móviles, macutos o pesadas cámaras fotográficas. Esa noche, Gorka llevaba un móvil en la mano y nada más. Con él actualizaba una cuenta de Twitter desde la que su medio narraba seguimientos en directo.
El redactor se apoyó en un murete cercano al Ministerio del Interior para subir una foto. Mientras lo hacía, un policía le dijo que se quitara de ahí. Gorka se identificó como periodista y, sin más, el agente le propinó un golpe en la cintura con la defensa. Después recibió un manotazo en la cara cuando intentaba ver el número de placa del policía. Le tiraron al suelo, donde le cayeron varios golpes y, acorralado entre un grupo número de agentes, fue detenido.
“Patada a la espinilla derecha, dos se tiran encima, un tercero pone su rodilla en mi cabeza contra el suelo y el cuarto y el quinto me ponen las esposas. El resto se reparte entre darme alguna que otra patada mientras estoy en el suelo e intentar tapar bien para que nadie vea nada”, recuerda Ramos, tres años después. Todo está grabado en vídeo. O, al menos, lo que podía verse desde fuera.
Negociaciones post 15M
La tensión entre policía e informadores se ha ido aflojando en los tres años transcurridos desde el 15M “a base de conversaciones”, admite Víctor Larena, presidente de ANIGP-TV, asociación que agrupa a los informadores gráficos. El cambio más evidente es la introducción de una identificación muy visible, con forma de chaleco blanco, que de manera voluntaria pueden vestir los asociados a FAPE (Federación de Asociaciones de la Prensa) y la ANIGP-TV para que la policía les “facilite” –en palabras de Larena– el ejercicio de su trabajo. Este está basado en el derecho a informar, una garantía constitucional que, en cambio, las asociaciones se ven forzadas a negociar con el Ministerio del Interior.
Para Larena, el chaleco no es lo único importante. “Dejarles [a los antidisturbios] cinco metros de distancia, ir corriendo en paralelo con ellos, no intervenir…” forma parte de un protocolo que los veteranos transmiten a los jóvenes cuando les forman en el seno de la asociación. Ahora mismo, a este gremio les supone “un problema” la cantidad de periodistas, livestreamers o no profesionales que cubren las manifestaciones. “Les ampara la Constitución pero no son fotoperiodistas. Cuando estás trabajando no tienes ideología, no puedes hacer periodismo y activismo a la vez”, explica.
El periodismo es una profesional no regulada, ni fiscal ni profesionalmente. No hay un colegio nacional, no hay un carné unificado. Hay asociaciones y sindicatos pero la afiliación no es mayoritaria. El frente común más unitario es el Foro de Organizaciones Periodísticas (FOP), que reúne a las agrupación de periodistas de UGT y CCOO, al Col.legi de Periodistes de Catalunya, al Colexio de Xornalistas de Galicia, a la Federación de Sindicatos de Periodistas, el UPIFC Sindicat de la Imatge y la mencionada ANIGP-TV, representando a más de 15.000 asociados y afiliados.
Desde hace dos meses, el FOP ha comenzado a negociar con el Ministerio del Interior un convenio como el que echó adelante FAPE y ANIGP-TV y que dio por resultado los célebres chalecos blancos. “Va a ser un paso muy favorecedor para distinguir los profesionales de los no profesionales”, valora Larena, satisfecho al ver como una medida, que tiene sus detractores y sus defensores, y que ellos impulsaron, se puede extender hacia un sector más numeroso de la profesión. “El chaleco es un parche hasta que alguien vea que hay una problemática entre periodistas y policías que hay que regular”, añade.
Resucita la controversia
Hay periodistas a favor del chaleco. Por ejemplo, Luis Díez. El 24 de septiembre de 2013 Díez esperaba a la puerta del edificio en el que el Grupo de Desapariciones Forzadas de la ONU se entrevistaba con familiares de víctimas del franquismo. Tenía una cita con Jasmina Dzumhur, pero la policía no les dejó entrar. Tras sus protestas, fue zarandeado, identificado y multado. El periodista, corresponsal parlamentario, llevaba su acreditación del Congreso de los Diputados “colgada del pescuezo” pero “no les fue suficiente” recuerda y, ante el reclamo del DNI, Díez respondió “¡anda vete por ahí!”. Ante esa contestación le empujaron contra la pared. No le pegaron, pero confiesa que se sintió “como una mierda” y “maltratado”.
Luis ve positivo el chaleco porque sirve para identificarse y preservar la integridad del reportero reconoce pero tiene un lado negativo porque “los manifestantes pueden tender a colocarse detrás de los periodistas para usarlos como escudo”. “La policía –concluye– obstaculiza el trabajo de los periodistas porque los considera parte del enemigo”. A Díez, que en ese momento estaba cubriendo la información para Cuartopoder, no le llegó la multa gracias a una llamada preventiva al departamento de prensa del Ministerio del Interior.
Gorka Ramos ejemplifica la posición de los periodistas en contra de los chalecos: “no debería ser necesario ni exigible que un reportero esté identificado. Pasar desapercibido y no influenciar en el comportamiento de los que están alrededor, policías y manifestantes, es importante en nuestra labor”, asegura.
La Federación de Sindicatos de Periodistas forma parte del Foro pero considera importante una puntualización: “aunque el uso sea voluntario, nosotros no aceptamos que el Ministerio del Interior pueda exigir el carné de prensa o haya que darles una relación de la identidad de los profesionales que van a trabajar ahí, porque la profesión no está regulada” explica Agustín Yanel, secretario general de la FeSP.
Periodismo de doble filo
Yanel considera que “la obstaculización” de las fuerzas de seguridad es “más frecuente” entre los freelances y los medios de comunicación “del tercer sector, comunitarios o sociales”. De hecho, son estos informadores los más expuestos a las agresiones, como explicaba Susana Sanz, la livestreamer que llevó a juicio a dos policías. Y estaba grabado.
“La información es un derecho y no es exclusivo de los profesionales”, recuerda el veterano periodista Luis Díez, de 59 años y más de 40 recorriendo redacciones. “Los profesionales informan con una calidad que no tienen los activistas pero estos también tienen derecho. Es una discusión que está superada y, si no, debe superarse”, añade. “La ley no distingue entre pequeños y poderosos”, reafirma Yanel.
El 29 de marzo de 2014 (29M), en la acción denominada Jaque al Rey, los periodistas Juan Ramón Robles, Gabriel Pecot y Mario Munera, videorreporteros colaboradores de eldiario.es, fueron agredidos por agentes antidisturbios mientras grababan una detención. Y no fueron los únicos. “[Los policías] Nos dijeron que había 'zona de seguridad', que es algo que establecen cuando no quieren que grabemos algo. Eso y los golpes son censura en su máxima expresión. Encima de que nos pegan, no nos dejan grabar”, relataba a este diario Robles sobre aquella noche. Los agentes no estaban identificados con su número de placa, pero llevaban las viseras levantadas. Por supuesto, todo está grabado, incluso sus rostros.
Pecot es socio de la ANIGP-TV, tiene un chaleco blanco en su casa pero no se lo pone. “Si la policía no respeta el trabajo de un periodista con un carné, como fue el caso de nuestra agresión, ¿por qué va a respetar un chaleco, que no es más que la extensión de ese carné?” se pregunta el fotorreportero. “Con el chaleco le facilitas la vida a los policías, que no les interesa que estés ahí y te identifican de lejos. La policía se tiene que facilitar el trabajo por sí sola y golpear a un señor con cámara no es la manera de facilitar nada”, opina Gabriel.
El periodista también llama la atención sobre la actitud de los manifestantes ante periodistas tan llamativamente uniformados. “La gente se vuelve a veces en tu contra y, además, te tienes mezclar porque si no, no vas a tener un buen documento gráfico”. El juzgado intentó archivar la denuncia por agresión, pero el abogado de Pecot la está “reactivando”. El periodista está decidido a poner todo de su parte para que la denuncia prospere. “En mi fuero interno sé que es como una gotita en el mar pero hay que hacerlo. Si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo va a hacer?”.
Otra convocatoria recordada en Madrid, la del 29 de septiembre de 2012 (29S) llamaba a “rodear” el Congreso. El redactor Alejandro López de Miguel recibió golpes en el hombro y las rodillas por parte de un antidisturbios en la estación de Atocha. El periodista portaba una acredación de la FAPE, pero dio igual. “Sé que me estás sacando la cara y te voy a quitar las ganas”, le dijo el policía. López de Miguel recibió una multa de 300 euros que fue posteriormente anulada por la Delegación de Gobierno, pero su denuncia contra el agente no prosperó “al no ver juez causa aparente”. Dos años después, Alejandro, que ahora trabaja en Publico.es, recuerda que las asociaciones, como la FAPE, se limitan “a sacar una nota” pero “no se abre un proceso ni se preguntan por qué están pasando estas cosas”.
Su agresión y las arbitrarias y bruscas identificaciones realizadas en la estación de Atocha aquel 29S, también están grabadas. “Plurigrabadas”, como dice Gabriel Pecot. Al final de ese vídeo se escucha a Juan Ramón Robles, quien lo está recogiendo todo con su cámara, preguntarle al agente “¿me puede dar su número de placa?” a lo que este le contesta: “te voy a dar otra cosa”.