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Los profesores rechazan que cualquier titulado pueda ser maestro de Primaria en Madrid

Cuando la Comunidad de Madrid anuncia medidas educativas, los profesionales se remueven inquietos, conscientes de que la capital ha sido en los últimos años el banco de pruebas de las políticas de Educación del PP. La última de estas innovaciones de laboratorio se conoció el martes con la firma de un convenio entre el Gobierno regional y 11 universidades que afecta principalmente al grado de Magisterio. La Complutense ha sido la única que no ha firmado el convenio alegando que necesita más tiempo para estudiarlo.

La Comunidad pretende con este texto solventar una de las debilidades que más se achaca al sistema educativo: la incapacidad que tiene para atraer a los mejores estudiantes a la docencia. El convenio presenta para ello dos líneas de actuación para formar unos maestros “cada vez mejores”, según el presidente regional, Ignacio González. Dos tipos de medidas sin relación. Una de cal y otra de arena, según algunos expertos consultados.

Por un lado -esta es la parte que la comunidad educativa rechaza frontalmente- se pretende presionar al Ministerio de Educación, que tiene las competencias, para que cambie la normativa y permita a otros titulados (historiadores, filólogos) ejercer de maestros de Primaria a través de un curso puente. Por otro, se introducen criterios de selección para los alumnos que quieran estudiar Magisterio y se anuncian medidas para mejorar el currículum del grado, aunque esta última parte parece más una declaración de intenciones.

Las universidades, por su parte, ponen el foco en la oportunidad de mejorar en los tres ámbitos de formación del maestro: el acceso al grado, la mejora de las asignaturas y el acceso a la población, según la decana de la Facultad de Formación de Profesorado y Educación de la UAM, que se desmarca de la apertura de la profesión a cualquier titulado.

“Un retroceso a los años 70”

En el ideario de González, el sector educativo “está perdiendo capital humano de forma extraordinaria”, algo “fundamental” para tener los mejores maestros. Por eso quiere abrir el arco de profesionales que puedan impartir clase. Este método ya funciona en la Secundaria, a través de un Máster, pero la Primaria tiene actualmente otra consideración y estaba reservada a los maestros.

“Es un retroceso a los años 70”, ha sido la respuesta unánime de todos los consultados. Entonces, las convocatorias para las oposiciones a maestro llamaban a cualquier licenciado o arquitecto. Pero se desechó porque “un maestro debe saber, pero también saber enseñar”, explica Antonio Moreno, catedrático de Didáctica de las Ciencias Experimentales en la Universidad Complutense de Madrid. “Está totalmente distanciado de lo que se hace en otros países y lo que indican numerosos estudios”, señala Isabel Galvín, portavoz de Educación de CC OO en Madrid. “Se tiende a la especificidad, reconocer la formación, etc.”, añade.

Rosalía Aranda, decana de la Facultad de Formación de Profesorado y Educación de la UAM, una de las universidades que ha firmado el convenio, concede que “es totalmente contradictorio” hablar de mejorar la formación del profesorado pero a la vez querer introducir a otros profesionales en el sistema. “Un maestro necesita una formación pedagógica específica que se la dan en los estudios de grado”, ahonda Eduardo Sabina, secretario general de FETE-UGT en Madrid.

Psicología evolutiva, didácticas, sociología, filosofía de la educación, saber explicar la materia, secuenciar los contenidos en clase, conocer el contexto del alumno, la justicia en la educación a través de las evaluaciones... Son todos los elementos que, según los expertos, debe manejar un buen maestro, precisamente lo que enseñan en el grado. Incluso algunos van más allá. “Yo estaría más a favor de fomentar las didácticas específicas sobre las generales, que priman ahora: cómo se enseñan las Matemáticas, la Lengua o el Inglés, hay demasiadas genéricas y pocas específicas”, reivindica Moreno.

Abrir la puerta a otros titulados plantea otra duda. ¿Para qué serviría entonces Magisterio? ¿Quién hará una carrera que sólo sirve para una cosa si se puede llegar al mismo punto por otro lado que además ofrece otras posibles aplicaciones? “Eso pasaba antes. Se convierte en una profesión recurrible, una posibilidad para ganar dinero. Sería el desastre, ya lo hemos vivido y aún sufrimos las consecuencias”, asegura Moreno, de la UCM. “Es necesario decir que el grado tiene su propia identidad. Un estudiante de Magisterio no se mete a un oposición de arquitecto”, defiende Aranda, decana en la UAM.

Acceso más selectivo y mejoras curriculares

La otra pata del convenio para mejorar el cuerpo docente es el endurecimiento de los requisitos para el acceso a Magisterio -que las Universidades afirman que no es tal- y la anunciada mejora de los planes de estudio. El cambio en las condiciones necesarias para el ingreso se concreta a partir de este mismo curso, en el que los alumnos que quieran estudiar este grado deberán al menos aprobar en Selectividad (la Prueba de Acceso a la Universidad) Lengua Castellana y Literatura u obtener en la prueba en su conjunto un 9 sobre 14, que equivale a un 6,4 sobre 10 (en la Selectividad se puede llegar al 14 presentándose voluntariamente a dos exámenes que otorgan hasta dos puntos extra cada uno).

A partir del año 2015 el sistema cambiará. El convenio contempla la introducción de una prueba específica de conocimientos sobre materias básicas que los aspirantes a maestros deberán aprobar. Esta prueba convivirá con la Selectividad durante dos años, hasta que ésta sea sustituida por las pruebas de final de ciclo –las llamadas reválidas– según recoge la LOMCE.

Esta medida se observa con mayor aprobación o, al menos, con una cierta división de opiniones. Aranda, de la UAM, considera que “el endurecimiento no es tal”. La nota mínima de un 5 en Lengua en Selectividad la obtienen actualmente un 85% de los alumnos que se presentan y la nota de corte de Magisterio de este año, una carrera que sigue presentando más demanda que oferta, ha sido de un 6,9. Las universidades no prevén una caída de alumnos, sostiene la decana.

Para Moreno, con años de experiencia como maestro y como profesor de profesores a sus espaldas, que se establezcan pruebas de acceso previas al grado es positivo. “Las cualificaciones de Bachillerato pueden ser engañosas”, argumenta.

El convenio también recoge la voluntad del Gobierno regional y las universidades de adaptar y mejorar el currículum de Magisterio. Pero, al igual que ocurre con los titulados no maestros, la Comunidad no tiene competencias para ello, advierten los sindicatos. La formación inicial es una cuestión estatal, recuerdan, que depende de la Agencia de Calidad (Aneca) del Ministerio.

En cualquier caso, estas mejoras en el currículum no parece que vayan a ocurrir a corto plazo. Aranda recuerda que los Planes de Estudio de Magisterio fueron aprobados hace cuatro años. La primera promoción de maestros según el espacio universitario europeo común, el plan Bolonia, acaba de titularse el pasado mes de junio. “No hay datos ni evaluación suficiente para tomar decisiones de cambio”, explica.

Pero estos argumentos no son óbice para que los implicados valoren la importancia de la formación inicial de los maestros, siguiendo el dicho de que no existe sistema educativo mejor que sus profesores. “Si pensamos que es importante no veo razonable que sólo se hable de los maestros. La exigencia debería ser para todas las etapas”, razona.

Hay otra cuestión que siempre colea cuando se habla de la formación del profesorado y cómo mejorar el cuerpo docente. ¿Es posible dignificar y atraer a los mejores sólo con medidas a priori (requisitos de acceso o pruebas) y no a posteriori (desarrollo de la carrera, formación continua, motivación, etc.)?

“Son complementarias. La formación inicial es mejorable, también la continua. Debería haber unos itinerarios formativos y por supuesto un desarrollo profesional permanente. El reconocimiento social sería necesario, y estamos lejos de ello en Madrid”, responde Galvín, de CC OO. En otras palabras, un estatuto del docente, pendiente desde hace años. Otro caballo de batalla de los maestros sobre el que, todo sea dicho, tampoco tiene competencias la Comunidad de Madrid.