El día en que 27 republicanos asaltaron un barco y huyeron de la España franquista disfrazados de guardias civiles

“Nos juntamos en el castillo de Ares. Los de aquí salimos como si fuésemos de la Guardia Civil. Rebón vestido de teniente, tres de guardias, yo de falangista y a los demás los hicimos pasar por presos. El único miedo era encontrarnos a la verdadera Guardia Civil”. Así relataba Juan Leal uno de los momentos álgidos de la huida que protagonizó en julio de 1939 de la España franquista, con otros 26 compañeros con los que compartía los valores democráticos y republicanos. Su testimonio se recoge en A fuxida do bou Ramón, un libro en el que se plasma la investigación desarrollada durante años por los investigadores Enrique Barrera y Eliseo Fernández.

La obra, ilustrada con dibujos de Fernando Ocampo, ha sido presentada este viernes en Ares, la localidad gallega en que se desarrollaron los hechos, coincidiendo con el 79 aniversario de la fuga.

Esta épica historia comienza, en realidad, tres años antes. El 18 de julio de 1936 se produce la sublevación franquista que triunfa en apenas diez días en toda Galicia. Lo ocurrido en este rincón de España es la mejor prueba de que la brutal represión ejercida por los militares rebeldes no fue una reacción ni una respuesta, sino una estrategia para imponer el terror que había sido diseñada mucho antes de producirse el golpe de Estado. En Galicia ni hubo guerra ni hubo víctimas de derechas. Sin embargo, en los tres años siguientes serían asesinados al menos 4.700 gallegos de ideología republicana.

Entre ellos se encontraban varios generales, almirantes, oficiales y soldados que no secundaron el golpe, los gobernadores civiles de las cuatro provincias, así como los alcaldes de Santiago, A Coruña, Ourense, Vigo y de otra treintena de localidades.

En ese contexto fueron muchos los hombres y mujeres que trataron de huir a territorio republicano a bordo de precarias embarcaciones de pesca. Quienes no pudieron hacerlo se escondieron durante años en bosques, montañas o zulos construidos para tal fin en el interior de la vivienda de algún familiar. Tras finalizar la guerra, el triunfo franquista empujó a 27 de estos “topos” a salir de sus madrigueras y planear una temeraria fuga. Uno de los conjurados era Antonio Santamaría, el último alcalde republicano de Ferrol. Santamaría fue detenido y condenado a muerte por los sublevados en julio de 1936, pero el día antes de su ejecución logró escaparse con otro compañero del cuartel de artillería en el que aguardaba la muerte.

Fueron muchos los vecinos anónimos que se jugaron la vida para mantenerle escondido durante tres largos años. Gracias al testimonio que dejó en su día alguno de los protagonistas y al de sus familiares, el libro reconstruye aquellos momentos.

El primer reto fue formar el grupo y consensuar el plan. Sus familiares más cercanos hicieron de correo entre los diferentes escondites. Entre todos, poco a poco, se fue organizando la fuga. El riesgo era enorme, pero todos sabían que las alternativas eran aún peores: la cárcel o el paredón.

Disfraces de guardias civiles para asaltar un barco

La decisión final fue la de asaltar un barco, el bou Ramón, en el que contaban con la complicidad de uno de sus diez tripulantes, y poner rumbo hacia el sur de Inglaterra. El vapor de 15 metros de eslora se encontraba fondeado en el puerto de Ares, en la ría de Betanzos, muy cerca de Ferrol. El problema radicaba en que 27 hombres buscados por las autoridades llegaran hasta él sin ser antes detenidos. El plan, un tanto suicida, fue hacerse pasar por un grupo de prisioneros custodiados por agentes de la Guardia Civil. Sus mujeres y sus madres se pusieron manos a la obra para tener a punto los disfraces para la fecha señalada.

La noche del 20 al 21 de julio de 1939 el grupo se reunió y puso en marcha la farsa. En aquellos tiempos a nadie sorprendió ver a un oficial del Ejército, tres guardias civiles y un falangista escoltando a un nutrido grupo de prisioneros. Así lograron llegar sin problemas hasta el puerto de Ares. Aún quedaba lo más difícil. Los republicanos que iban disfrazados subieron a un bote y abordaron el bou Ramón.

Metidos en su papel de guardias civiles, encañonaron con sus fusiles de madera a los miembros de la tripulación y los encerraron en la bodega. La excusa que les dieron para el asalto tuvo su punto de ironía: alegaron tener que inspeccionar el barco “porque en su interior podía haber rojos escondidos que trataban de escapar a Francia”.

En las primeras horas de aquel viernes el resto del grupo embarcó en el Ramón que inmediatamente partió hacia aguas internacionales. Los 27, según relataron años después, se fundieron en un gran abrazo. Atrás quedaba el infierno, aunque por delante les esperaba una complicada travesía. El barco llevaba carbón para navegar unas pocas millas, por lo que los republicanos tuvieron que quemar en las calderas toda la madera que encontraron a bordo. 24 horas después, cuando ya estaban casi a la deriva, se toparon con un barco francés que supuso su tabla de salvación.

Una amarga libertad con terribles consecuencias

La alegría que supuso para los fugados el éxito de su plan les duró muy poco tiempo. Tras ser desembarcados en el puerto francés de La Rochelle, las autoridades francesas les encerraron en el campo de concentración de Barcarès, donde ya se encontraban miles de exiliados republicanos. Mientras tanto, en Galicia sus esposas, hermanas y demás familiares sufrieron las represalias. El libro recoge, entre otros, el testimonio de una de ellas, Dolores Mayobre: “Nos llevaron al cuartel de la Guardia Civil, nos colgaron de los pulgares y nos daban latigazos en las piernas, mientras nos insultaban y nos preguntaban por nuestros hombres una y otra vez. Nos tuvieron encerradas tres días en un retrete apestoso y luego nos soltaron”. Otras detenidas pasaron varios meses en la cárcel.

Los fugados tampoco disfrutaron de un destino mucho mejor. Barrera y Fernández han investigado lo que fue de sus vidas tras pasar por el campo de Barcarès. Al menos siete combatieron contra Hitler en el Ejército francés o en las filas de la Resistencia; dos de ellos, Manuel Fernández y Jesús Morgade serían capturados por los nazis y deportados al campo de concentración de Mauthausen, de donde solo Morgade consiguió salir con vida. Otros tres miembros del grupo del bou Ramón serían detenidos por la Gestapo y entregados a las autoridades franquistas. Quienes lograron sobrevivir a todos estos avatares, salvo contadas excepciones, terminaron sus vidas en el más duro de los exilios.

Enrique Barrera, uno de los autores, confiesa a eldiario.es que con este libro se salda una parte de la deuda pendiente que tiene España con estos luchadores: “Si un grupo de noruegos, daneses, belgas, holandeses o franceses, hubieran secuestrado un barco delante de las narices de sus enemigos, para alcanzar Gran Bretaña, ya se habría hecho una película. Sin embargo, aquí el relato continúa siendo desconocido para la mayoría de la opinión pública”.