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La sexta ola y la nueva variante abren incógnitas sobre la Navidad

El ocio nocturno pide valentía y aboga por usar pasaporte covid y mascarillas. EFE/ Moncho Fuentes/Archivo

Sofía Pérez Mendoza / Marta Borraz

26 de noviembre de 2021 21:58 h

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El aumento de casos y la nueva variante ómicron procedente del sur de África –cuyo primer caso importado en Europa se ha detectado ya en Bélgica– sumen a España de nuevo en la incertidumbre sobre cómo evolucionará la pandemia en las próximas semanas. Pese a tener una de las mejores coberturas vacunales de Europa, España transita de nuevo por un territorio desconocido que abre multitud de incertidumbres sobre la Navidad, una época de viajes y altas interacciones sociales, a la vuelta de la esquina. Por lo pronto, ha decidido blindarse ante el impacto aún incierto de esta nueva variante suspendiendo los vuelos con Sudáfrica y Botsuana, como ha acordado la Unión Europea.

El país no tiene espejo en el que mirarse, advierten los expertos, porque “no hay una ola con tan buena cobertura para entender hasta dónde vamos a llegar, si será más agudo y corto; o dilatado y largo”, explica el epidemiólogo Mario Fontán. “Nadie sabe si lo que estamos haciendo será suficiente para llegar a las fiestas en buenas condiciones. Es la pregunta del millón”, señala, por su parte, Fernando Rodríguez Artalejo, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad Autónoma de Madrid. Los territorios vecinos del sur de Europa, también con altas tasas de vacunación, han anunciado medidas en los últimos días, que van desde la ampliación de las dosis de refuerzo hasta el endurecimiento de los pasaportes sanitarios exigidos en muchos espacios. También la recuperación de la mascarilla.

En el caso de España, ambos expertos coinciden en que no sería “descabellado” asumir que habrá restricciones en las próximas semanas si sube la presión asistencial. Artalejo considera “clave” en estos momentos centrar la estrategia en aumentar las tasas de vacunación y agilizar las dosis de refuerzo. “Debemos esforzarnos en estos puntos y permanecer muy vigilantes. Si no se controla pronto, quizás sería prudente ser más proactivos y volver a algunas restricciones conocidas de forma temporal”. Pero ¿cuándo es “pronto”? “Un par de semanas, no más”, asegura el experto, para el que “no hay señales ahora mismo” que apunten a un freno en el alza de contagios.

También hay voces más proclives a tomar ya medidas. Daniel López-Acuña, José Martínez Olmos y Alberto Infante piden anticipación  para evitar “llegar a una situación” de descontrol que desemboque en “una Navidad complicada” en número de contagios e ingresos hospitalarios. Los contagios y los hospitalizados han crecido un 50% y un 40%, respectivamente, en relación a los datos de hace siete días. Los ingresados en UCI, un 24%.

Los expertos piden cautela con la nueva variante

A esto se suma ahora la nueva variante detectada en Sudáfrica, la B.1.1.529, que la Organización Mundial de la Salud ha bautizado como ómicron. La OMS la ha clasificado como “variante preocupante”. “Las evidencias preliminares sugieren un mayor riesgo de reinfección con esta variante, en comparación” con otras, dice el comunicado enviado por el organismo internacional. Hay varios estudios en curso y el grupo de expertos seguirá evaluándola, pero de momento la Unión Europea ya ha tomado medidas: ha acordado suspender los vuelos hacia y desde el sur de África. Los expertos, mientras, piden cautela.

“Para que la variante nos cree problemas tiene que tener las dos características: incremento de la transmisibilidad y escape vacunal, y eso de momento no lo sabemos. La actitud razonable ante la nueva variante es monitorizarla, conocerla y a partir de ahí, ya se verá”, expone Artalejo, que pronostica que lo esperable es que las vacunas protejan contra ella si una proteína concreta, la S, del virus tiene partes “no mutadas”. 

Otra cuestión que hay que tener en cuenta frente al alarmismo, advierte Fontán, es que los casos se concentran en una zona “con muy baja transmisión” y muchos “están asociados a un brote”, por lo que estamos todavía ante una “muestra sesgada” y “hay que esperar”. “También da mucha pena ver que crear sistemas globales de vigilancia sirve para señalar y dar la espalda a países que podrían necesitar de la colaboración y el apoyo de estas regiones. Si no salimos todos juntos y juntas de esto, no saldrá nadie”, agrega el epidemiólogo, crítico con que la única y primera medida ante la nueva variante sea el cierre de fronteras. 

Más allá de cómo cambie el escenario la nueva variante, las comunidades autónomas están apostando por la implantación del pasaporte COVID para permitir el acceso a determinados espacios ante el ascenso de contagios. Siempre que los tribunales lo permitan. Las decisiones en la última semana han sido desiguales: mientras se ha autorizado su ampliación en Galicia o Catalunya, Euskadi no ha podido ponerlo en marcha. 

Pero la herramienta favorita en esta etapa de la pandemia, entre otras cosas porque permite focalizar las medidas en una población pequeña y tiene menor coste político, no genera consenso entre los especialistas: para algunos, como Artalejo, puede ser “un incentivo a la vacunación”; para otros como Anna Llupíà, epidemióloga e investigadora del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), su utilidad está en entredicho y puede incluso reforzar “la confusión en la identificación del riesgo” que asocia erróneamente el no estar vacunado a no poder ser portador del virus ni contagiar. 

¿Una fractura entre lo técnico y lo político?

Poner sobre la mesa medidas drásticas, sin embargo, parece cada vez más difícil un año y ocho meses después del estallido de la pandemia. Los escollos de las últimas semanas para aprobar el nuevo semáforo COVID son elocuentes y revelan el complicado equilibrio entre los criterios epidemiológicos, políticos, económicos y sociales. De hecho, tras el desacuerdo inicial, finalmente el Ministerio de Sanidad y las comunidades han dado el visto bueno a un semáforo sin restricciones asociadas, en contra del criterio de los expertos, que propusieron medidas progresivas en la hostelería, como limitar los horarios en el nivel de alerta medio, en el que ya se encuentran algunos territorios. 

En algunos equipos regionales de salud pública cunde la sensación de que volvemos a la fractura entre lo técnico y lo político. Y asumen que habrá que esperar a que la subida sea más pronunciada para que los gobiernos comiencen a plantearse medidas más ambiciosas. “Los costes políticos de tomar medidas son más altos que cuando no había vacuna”, afirma Fontán. Artalejo cree que complejiza mucho el escenario el hecho de que, por un lado, las medidas tienen un coste económico y, por otro, existe un ambiente social ya muy poco proclive a nuevas restricciones: “La gente está pensando 'nos hemos vacunado y ahora esto…¿qué pasa aquí?”. “Como la vacuna ha funcionado tan bien, ha generado muchísimo optimismo que hay que moldear un poco”, añade Fontán. 

La cuestión esencial radica ahora en valorar “la oportunidad y proporcionalidad” de las políticas públicas, es decir, si se toman o no restricciones, cuándo y hasta dónde llegar. Ante el escenario de incertidumbre, señala Artalejo, “acertar en el momento y la proporción” de las medidas “es el reto que tenemos por delante”. 

Las expertas coinciden, además, en que habrá que aumentar los niveles de vacunación todavía más, aunque, como estamos viendo, no es útil fiar toda la estrategia a ello. Sanidad ha insistido esta semana en este extremo y ha pedido acelerar también la administración de terceras dosis a las personas para las que están aprobadas. “Tenemos unos niveles de vacunación muy altos, pero seguramente no son suficientes todavía y es posible que la situación nos pida vacunar a niños y niñas”, cree Anna Llupíà. Una posibilidad que parece cada vez más cercana tras el visto bueno que ha dado la Agencia Europea del Medicamento (EMA) a la vacuna de Pfizer para menores de entre cinco y 12 años.

La epidemióloga suma un desafío más y pone el foco en las medidas estructurales pendientes, entre ellas, el fortalecimiento de la red de vigilancia o una apuesta decidida por hacer más vida en exteriores y asegurar la calidad del aire en los interiores. Son, asegura, elementos que pueden contribuir “a sacarnos del atolladero” de restricciones y alivios continuos en el que nos encontramos a merced de la subida o bajada de la curva. “Confinamientos, restricciones horarias... Es terrible que un año y ocho meses después sigamos ahí y no hayamos puesto el foco con contundencia en políticas que nos permitan reducir el daño actual y también prevenir lo que pueda venir”, afirma. 

A esto Fontán añade el empuje al teletrabajo -que ha caído al nivel más bajo desde el inicio de la pandemia-. “Una constante cuando se habla de medidas es la hostelería, pero hay otras que en términos de salud pública son muy beneficiosas, reducen mucho las interacciones, como el teletrabajo”, zanja. El segundo borrador del semáforo COVID, que no llegó a salir adelante, incluía esta recomendación en todos los niveles de riesgo.

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