En los últimos doce años, al menos 789 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas, una cifra que podría aumentar con los ocho casos que actualmente se investigan. El aluvión de crímenes machistas de las últimas semanas -en lo que va de año al menos veintitrés mujeres han sido asesinadas- se presenta, a veces, como una fatalidad inevitable. Nada más lejos según las voces expertas, que inciden en que la violencia de género es un fenómeno con causas que pueden ser abordadas y que hay medidas concretas para atajarla que necesitan, eso sí, de presupuesto y voluntad política.
1. Que no se dependa de la denuncia
Cada vez más organizaciones reivindican que los servicios y la atención a las víctimas no estén vinculadas a la denuncia, como puede suceder en algunos casos. Las mujeres que necesiten asistencia, atención psicológica, tratamiento o acompañamiento deben tener acceso garantizado a servicios públicos especializados, haya juicio o no. Aunque muchos recursos sí se ofrecen independientemente de la denuncia, la mayoría de mujeres que llegan a ellos han denunciado, mientras que las que no lo han hecho acceden a ellos en menor medida.
Independientemente de que haya proceso judicial, la maquinaria de atención social a las mujeres debe hacerse cargo de la complejidad del problema para “trabajar, proteger y recuperar a la víctima”, insiste el exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género, Miguel Lorente.
Para que el proceso de denuncia sea fructífero hay que asegurar el acompañamiento y la atención integral de las mujeres. Como dice Bárbara Tardón, de la Fundación Aspacia, el momento en que se denuncia es clave “y debe haber alguien que previamente explique a la mujer todo lo que puede suceder”. “Son procesos muy costosos en términos psicológicos, por eso hay muchas renuncias. Hay que asegurar que siempre haya un acompañamiento durante el proceso y que no se les juzgue si no denuncian. Ese acompañamiento puede darse desde el médico de cabecera, desde un centro de la mujer o desde centros de día a los que, por ejemplo, llegan muchas mujeres que no se sienten identificadas como víctimas o que tienen miedo del estigma. Tiene que haber una red de referencia”, explica Tardón, que no sea solo policial o judicial.
Una red de referencia que en parte existe, pero que los recortes han mermado en los últimos años. En muchas comunidades autónomas, por ejemplo, centros que antes abrían sus puertas a jornada completa ahora lo hacen solo a media jornada.
2. Detectar mejor, hacer caso a quien sabe preverlo
Miguel Lorente cree que se puede ser más eficaz en la detección de la violencia de género: “No esperar a que sean ellas las que se acercan, ir a donde sabemos que están, en los centros de salud, por ejemplo, a donde llegan con muchas frecuencia, en los servicios sociales o incluso en los colegios, donde pueden detectarse comportamientos en los niños”.
La evaluación del riesgo resulta también clave a la hora de tomar medidas de protección. En algunos casos sonados, tras el asesinato de una mujer se ha conocido que su caso se consideraba de bajo riesgo. “Llega a haber una gran diferencia entre la evaluación que hace la policía y la que pueda hacer una psicológa o educadora, que conoce de forma más precisa el caso y conoce a la mujer personalmente”, dice Bárbara Tardón.
Esta evaluación del riesgo sirve puede servir, además, para tomar las medidas de protección más adecuadas para cada víctima. En ese sentido, la profesora de Derecho Civil y directora del máster de la UNED sobre violencia de género, Teresa San Segundo, se pregunta por qué no se usan los recursos de los que ya se disponen, como las órdenes de protección y las pulseras electrónicas de control de maltratadores. “Son recursos que están y que a veces no se están usando adecuadamente”, apunta.
3. Más formación a todos los profesionales que intervienen
La Ley Integral de Violencia de Género incluyó la especialización de los juzgados de violencia de género e introdujo formación para el personal de la administración de justicia. Todas las expertas coinciden, sin embargo, en que esta formación es ahora mismo insuficiente. “El sistema judicial llega a veces a revictimizar a las mujeres”, subraya Tardón. El exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género insiste en que la formación debe llegar a todos los agentes que intervienen en el proceso, desde forenses, hasta fiscales, abogados, equipos psicosociales y también policía y guardia civil. “El trato y el enfoque no debe depender de la sensibilidad de cada profesional, debe ser parte de una buena atención. Hay también que exigir responsabilidades. Ha habidos casos con errores claros que han quedado sin consecuencias”, relata Lorente.
La formación evitaría un fenóneo frecuente: el cuestionamiento permanente de la víctima incluso desde la justicia. “Es el único delito en el que se cuestiona a la víctima. Esto no sucede en otros delitos, si vas a denunciar un robo de entrada te creen, no te ponen en tela de juicio ni te cuestionan por lo sucedido”, afirma la experta en Derecho Civil, Teresa San Segundo.
4. Cambios legales
Son ya varias las voces que piden un cambio en el artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, que dispensa de la obligación de declarar a los parientes cercanos. Es decir, la justificación que permite que los padres o hijos del maltratador puedan no declarar contra él. O incluso la propia mujer. “No está pensando para los casos de violencia de género. Una mujer llega al juzgado y lo primero que oye del juez, porque es su obligación, es el aviso de que no tiene por qué declarar contra su pareja. Eso hace que muchas, que llegan tocadas y con pocas fuerzas, se callen”, explica San Segundo.
Lo que sí puede hacerse ya, explica, es continuar los procesos aunque las denuncias se retiren: “Siempre que se tenga conocimiento de un delito debería investigarse. Es difícil, porque ellas son muchas veces la prueba pero puede hacerse”.
5. Más contundencia social en la vida diaria
Lorente, San Segundo y Tardón coinciden: hace falta más contundencia social. “Más contundencia en el posicionamiento, muchas veces se sigue justificando al agresor o culpando a las mujeres. Hace falta también contundencia contra la violencia simbólica, contra los gestos del día a día que sostienen la violencia directa”, sostiene Bárbara Tardón. Que los gestos machistas sean tan reprobados en la vida diaria como puedan serlo los racistas o los que justifiquen el terrorismo.
6. Concienciación para hombres
Las campañas no deben ser puntuales sino constantes, dice Lorente. “Hay que dirigirse especialmente a los hombres porque en la violencia de género, de diez agresores, diez son hombres. Los hombres tenemos que entender que los maltratadores nos están utilizando para ejecutar su violencia en nombre de la masculinidad. Tenemos que señalar a los maltratadores, señalar el machismo y plantear nuevas formas de ser hombres y de ejercer la masculinidad. No podemos minimizar ni justificar esta violencia”, reclama el experto.
7. Que se abran las puertas del colegio
El sistema educativo debe incorporar con urgencia el trato de las relaciones afectivas, sexuales, la gestión de las emociones, la igualdad, o los roles de hombres y mujeres, dice Tardón: “Eso es prevención, no podemos destinar recursos solo a cuando ya se ha producido la violencia, hay que actuar para evitarla”.