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La violencia ultra asociada al fútbol resurge en Europa y España

La última semana de octubre el equipo alemán de fútbol Bayern de Múnich jugaba un partido en Estambul contra el Galatasaray turco. Una fantástica ocasión, pensaron los ultras de los respectivos equipos, para partirse la cara un rato antes del encuentro. Ese mismo día, los Biris Norte del Sevilla FC también intercambiaron pareceres con aficionados del Arsenal londinense poco antes del choque deportivo entre sus clubes. Unos miles de kilómetros al norte, seguidores del Newcastle y el Borussia de Dortmund alemán se peleaban en las calles de la ciudad inglesa. La visita del neerlandés PSV Eindhoven –que tiene un sector ultra especialmente violento– a Lens, Francia, dejó 24 heridos por el mismo motivo.

Todo esto sucedió el mismo día, un martes cualquiera de octubre. Fue una jornada de Liga de Campeones especialmente prolífica en violencia alrededor del fútbol, pero no atípica. De un tiempo a esta parte, advierten los expertos en ultras y corrobora la policía, los altercados violentos en torno al deporte rey están en claro auge en todo el continente.

Lo saben bien en Grecia, donde semanas de enfrentamientos entre la policía y ultras, con heridos de por medio, acabaron en una decisión histórica hace tres semanas: todos los partidos de la SuperLiga helena se jugarán sin público hasta el 12 de febrero ante el incremento de la violencia en la calle relacionada con el fútbol. Tienen experiencia los griegos con este fenómeno, aunque no consiguen atajarlo: el pasado agosto un joven de 22 años murió en Atenas en una pelea multitudinaria entre ultras del AEK y del Dinamo de Zagreb croata pese a que los fanáticos visitantes tenía prohibido viajar a Grecia.

En Francia, la violencia entre ultras e incluso de los ultras hacia sus propios equipos si la cosa no va como a ellos les gustaría se está empezando a descontrolar. En las últimas semanas las agresiones se suceden, con partidos suspendidos incluidos, y el Ejecutivo ya está tomando medidas. El Gobierno galo prohíbe viajar a las aficiones visitantes cuando consideran que el riesgo de incidentes es alto. Lo comprobó el Sevilla este mismo mes: las autoridades no permitieron desplazarse a los Biris Norte a Lens para el partido que disputó allí el club andaluz precisamente por los incidentes registrados poco días antes con los aficionados del Arsenal. La prohibición incluía multas por acercarse al estadio o aparcar en determinadas calles de la ciudad.

Un renacer tras 'Jimmy'

España no está siendo ajena a este fenómeno. “Ha habido un aumento muy significativo de la actividad ultra”, sostiene Joan Caballero, especialista en grupos urbanos violentos y delitos de odio, que ha elaborado un par de estudios sobre el fenómeno para la Generalitat de Catalunya. “Cuando murió Jimmy [miembro de los Riazor Blues del Deportivo de la Coruña, fue arrojado al río Manzanares por ultras del Atlético de Madrid tras una pelea multitudinaria] se retiraron un poco de la escena pública”. Y los clubes se pusieron más serios y los sacaron de los estadios, donde llegaban a tener hasta pequeños cuartos para guardar su material. “Pero ahora ha habido un renacer peligroso. Por ejemplo de los Boixos Nois, luciendo esvásticas y otros símbolos neonazis en una copa del rey en Sevilla hace no mucho. Son hechos objetivos”, retoma Caballero. Una simple búsqueda en Google evidencia que las peleas y agresiones son constantes en España, fin de semana tras fin de semana.

La policía confirma este auge de la violencia ultra. En las últimas dos temporadas se registraron 80 y 87 altercados respectivamente, y en lo que va de la presente se han registrado una veintena, lo que califican de “pequeño repunte”, informa Efe. El anuario del pasado año de la Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte, un órgano del Gobierno, recoge también “un aumento significativo de las sanciones” en la temporada 21/22. Este informe no se centra exclusivamente en el mundo ultra, pero las actividades que son sancionables (altercados, invasión del terreno de juego, portar armas, apedrear autobuses o sacar bengalas, entre otras) sí están entre las que practican estos colectivos. Eliminado el sesgo de la pandemia, que vació los estadios durante meses, durante la última temporada sin restricciones (2018/2019) se propusieron 1.204 propuestas de sanción frente a las 1.667 de la 21/22, una subida del 38,4%.

“En Primera y Segunda División se ha observado un aumento de la presencia de aficionados de riesgo en los estadios”, señala el informe, “al igual que un incremento en los desplazamientos, si bien no se ha llegado a los niveles existentes antes de la pandemia, lo que pone de manifiesto que las medidas que se están tomando para combatir la presencia de estos aficionados de riesgo van en la dirección correcta, si bien se debe seguir trabajando en este sentido”, añade.

El aumento de la actividad ultra, coinciden expertos y policía, está ahí. Aunque la policía rebaja su impacto en España. “No lo podemos comparar con lo que pasa en el resto de Europa, donde cada dos por tres hay apuñalados y asesinados. España es uno de los países más seguros del continente, y en el fútbol también”, subrayan fuentes policiales.

Las fuerzas de Seguridad calculan que en España los miembros de grupos ultras activos son unos 10.000. Caballero recuerda que su investigación cifraba hace pocos años en 382.277 los seguidores que tienen estos grupos en X (antes Twitter), con lo que la masa de apoyo que hay detrás, sostiene, sería mayor.

Más allá de los clubes grandes

Parte del problema, desarrolla el investigador, es que el fenómeno ultra no es exclusivo de los clubes grandes –de primera o segunda división– que más allá de que a veces tengan más voluntad que otras para combatirlos lo que sí tienen son los medios. Pero clubes de divisiones regionales también tienen seguidores violentos. Hace poco saltaron a la prensa los del CD Numancia, de Soria, y el UE Cornellá –en el tercer escalón del fútbol nacional entonces– por una reyerta que se saldó con un aficionado en la UCI y 20 detenidos. Caballero recuerda también que el FBI llegó a investigar a los ultras del equipo de fútbol de Talavera por una posible conexión con el Ku Klux Klan.

Estas son otras dos características recurrentes del movimiento ultra, señalan expertos como Caballero: las alianzas con grupos de ultras de otros países (y contra otros) y el carácter transversal, salirse del ámbito deportivo para tener presencia y hacer proselitismo en otros ambientes. Un ejemplo reciente han sido las manifestaciones frente a la sede del PSOE en Madrid contra la amnistía, donde se han detectado la presencia de grupúsculos escindidos de Ultras Sur y el Frente Atlético, rivales deportivos pero compañeros de ideología neonazi. Otros colectivos de ultraizquierda son habituales en manifestaciones pro Palestina o en acciones contra los desahucios, sostiene el investigador.

Pero el fútbol se configura como un buen espacio de reclutamiento. “Es un escenario de radicalización más de muchos escenarios que existen”, apunta Caballero. “Muchos [jóvenes] empiezan a ir a los estadios con 14-16 años y entran en contacto con los hooligans. Ven la animación, que son gente comprometida, van a conciertos de música contracultural pero politizada... Es una especie de sociedad paralela en la que van entrando poco a poco”. Y se radicalizan.

LaLiga y los clubes se tomaron en serio la amenaza en su momento, expulsaron a los ultras de los estadios y su presencia pública disminuyó. Pero precisamente en este éxito reside parte del rebrote actual, según Caballero. “Hay una ley del deporte que sacó a los grupos de los estadios. Les prohibió la exhibición de simbología extrema, esto se ha conseguido. Pero hay otras amenazas. La del terrorismo islamista y otras han derivado muchos recursos de los cuerpos de seguridad del Estado y las amenazas internas, estos chavales que van a la universidad y tienen unas esvásticas, quedan un poco relegadas. Dejan un herido un día, una paliza, pero no han matado a nadie últimamente... Y han ido creciendo hasta que ha llegado un momento en el que están descontrolados”, observa.

Hace unas semanas saltó a la prensa la draka que se había celebrado en Madrid entre ultras del Atlético de Madrid y del Feyenoord. Las drakas son peleas organizadas, con origen en Rusia, en las que dos grupos de personas se citan para pegarse durante un tiempo establecido y sin armas. “Lo vemos cada semana, prácticamente”, sostiene Caballero, “y acabarán haciendo sus propias ligas, como ya sucede en Polonia”, advierte. La policía no está muy preocupada por este fenómeno, según le explicó un inspector a Efe. “Es un divertimento para ellos, no son grupos que queden a pegarse porque se odian. En España son pocas y no es una cosa que nos preocupe en demasía, pero el día que haya algún lesionado grave y denuncie, habrá que tomar las medidas oportunas para erradicarlas”.