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Vivir en el limbo de la moratoria antidesahucios del Gobierno

Carlota prefiere contar su historia con un nombre ficticio porque cuatro años después de que intentaran desahuciarlos aún no ha abordado con sus hijos la situación en la que están. Viven desde 2013 en un compás de espera. Con un lanzamiento colgando del péndulo del tiempo que les quiera dar el Gobierno, que da la posibilidad de que los desahucios de las familias vulnerables se paralicen si cumplen unos requisitos.

En febrero el ministro de Economía anunció que prorrogaba por tercera vez esta moratoria, regulada por un real decreto y a la que se habían acogido hasta esa fecha 24.000 familias, según los últimos datos del Ejecutivo. El Ministerio no da datos de a cuántas personas se le ha denegado porque no cumplen los requisitos. Carlota ya ha mandado los papeles al juzgado, que es quien decide si puede permanecer en su casa hasta 2020 en función de las condiciones marcadas por el Ejecutivo.

“Esto nos ha salvado, nos salva momentáneamente. Te da oxígeno cuando ves que te echan, pero una vez pasados los primeros meses empiezas a no dormir otra vez. Ves que sigues sin tener trabajo, que nada ha cambiado”, dice la mujer, con tres hijos de 25, 18 y 14 años.

Las dos veces que ha pedido renovar la moratoria ha sido posible gracias a esta condición de familia numerosa –para la que solo computan los menores de 18 años– y a la discapacidad del 30% de su pareja. En esta tercera ocasión –“una vez más que llevas los mil papeles con tus miserias al juzgado”–, el Gobierno permite acogerse a las familias con menores, que antes quedaban fuera si sus hijos e hijas superaban los tres años. También ha relajado otros requisitos.

“He visto cómo la gente pensaba en quedarse embarazada de la desesperación, como único modo de evitar que los echaran de casa. Es muy duro, mucho”, relata la abogada Verónica Dávalos, con años de experiencia profesional en casos de desahucio y parte de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Le ha tocado hacer muchos documentos y acompañar a llevar muchos papeles al juzgado, todos los que te piden para justificar que estás en situación de exclusión.

La moratoria, explica la experta, solo puede solicitarse cuando tienes una fecha de lanzamiento, lo que quiere decir que el desahucio está fijado en el calendario con un día y una hora. Durante el tiempo que está suspendido el lanzamiento, los intereses siguen creciendo.

En la lista negra de deudores

Vivir colgando de una moratoria significa también que tu nombre aparezca en la lista de deudores. Estar marcada, en el caso de Carlota, por una deuda de 12.000 euros. “No puedes comprarte una lavadora, un frigorífico o un teléfono a plazos. Tienes que ir con todo el dinero que no tenemos por delante. Cuando lo necesito, tengo que pedírselo a mi madre”, admite.

“Luego está –añade– la presión del banco”. Carlota dice que unos meses antes del fin de la primera moratoria la llamaban “todos los días” para avisarle de que se marchara antes de que la “sacara la policía”. Hoy por hoy no sabe en manos de quién está su piso porque la entidad ya no existe como tal y últimamente, cuenta, “llama a la puerta gente a diciendo que están interesados en él”. Dice que le vendieron una hipoteca cuajada de cláusulas que hoy están bajo la lupa de la justicia. Ahora conoce todos esos laberintos porque ayuda a otros que pasan por lo mismo en la PAH.

Sí depende de las entidades la reestructuración de la deuda o dación en pago, ambas medidas incluidas en el Código de Buenas Prácticas (CBP) al que pueden adherirse voluntariamente los bancos y que completan junto con la Fondo Social de Vivienda (FSV) las medidas tomadas por el Gobierno para paliar el impacto de los desahucios de los deudores hipotecarios.

El elevado volumen de personas en situación de moratoria ha obligado al Ejecutivo a tomar medidas para que los deudores puedan recuperar sus viviendas “pagando un precio determinado”, algo que está previsto que quede desarrollado en los próximos ocho meses. Para los que son sacados de sus casas porque no pueden pagar el alquiler no hay medidas.

Hace pocos días, Carlota ha vuelto al juzgado a entregar papeles por tercera vez. “Hay veces que te desean suerte; otras te miran como si fueras una caradura”.