Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Cómo llevar tecnología a los agricultores tanzanos

Sauti ya wakulima

Alan Lazalde

Eugenio Tisselli es un artista digital mexicano radicado en Barcelona. Sus intereses artísticos van del software a las narrativas digitales. Actualmente estudia un doctorado en el The Zurich Node of the Planetary Collegium (Z-Node) lo que lo llevó a Tanzania a participar durante dos años en el proyecto Sauti ya wakulima, “la voz de los agricultores”.

Sauti ya wakulima es un proyecto en curso para digitalizar y preservar el conocimiento de los agricultores del distrito de Bagamoyo en Tanzania. Mediante teléfonos móviles, los agricultores crean una base de datos audiovisual de sus actividades diarias con un enfoque especial en los efectos que el cambio climático ha tenido en ellas. Para este propósito, Tisselli programo ojoVoz, una aplicación para dispositivos móviles Android. De esta manera, Sauti ya wakulima da voz a los agricultores tanzanos poniendo la tecnología a su servicio y no al revés.

En este entrevista encontramos las reflexiones de un hombre que habiendo programado sus primeros videojuegos a los 10 años, hoy regresa de vivir un país con acceso precario, inusual, pero muy abierto a la tecnología. Nos enteremos de la transformación que le ocurrió allí donde más que para enseñar, llegó para aprender.

¿Cómo es que te involucraste en el proyecto, que fuerza te motivó a ir Tanzania?

La verdad es que Sauti ya wakulima surgió de forma un tanto inesperada, aunque tiene varios antecedentes. Por una parte, entre 2003 y 2010 colaboré con el artista catalán Antoni Abad en el proyecto megafone, que consistió en trabajar con diferentes grupos de personas en riesgo de exclusión social alrededor del mundo, dotándoles con herramientas para publicar sus opiniones y puntos de vista en internet. Estas herramientas fueron, básicamente, teléfonos tipo smartphone con una aplicación que facilita el envío de imágenes y grabaciones de audio a internet. Trabajamos con una gran variedad de grupos, hasta que decidí seguir mi camino y mis intereses sin dejar por ello de aplicar la metodología que habíamos desarrollado.

Me interesa mucho la agricultura, urbana y rural, como medio para hacer frente a problemas actuales tales como la pobreza, la mala distribución de alimentos y el cambio climático. En 2010 comencé a estudiar un doctorado en el Z-Node, y allí conocí a quien ahora es mi asesora, Angelika Hilbeck. Ella es científica, especialista en temas ambientales y agricultura... así que a través de ella surgió la posibilidad de iniciar el proyecto en Tanzania. En cuanto me lo propuso le dije que si, y así fue como empezamos...

Me imagino en tu situación, llegando a Tanzania para arrancar y lo primero que se me viene a la cabeza es “¿cómo le explico a esta gente lo que quiero hacer? ¿Se intimidarán con la tecnología? ¿Me rechazarán?” En tu caso, ¿cómo fluyó ese proceso?

La verdad es que antes de ir a Tanzania no sabía muy bien que esperar. Puedes leer sobre un país, pero no tienes idea de su situación hasta que estás allí y lo ves por ti mismo. Para el primer viaje preparé una presentación muy sencilla sobre el proyecto para explicarlo a los posibles participantes. Ni siquiera estaba seguro de que supieran leer o escribir, así que hice una serie de diapositivas gráficas, ilustrando las ideas básicas: cómo usar los teléfonos para documentar posibles problemas en el campo, cómo compartir los teléfonos e ir haciendo una página web común, etc.

Empezamos entonces visitando las granjas de la comunidad. Estas granjas están muy lejos unas de otras, y a veces no hay caminos que las conecten. Así que alquilamos una 4x4 y nos fuimos aventurando en la región de Bagamoyo, que se encuentra en la zona costera de Tanzania. Los agricultores nos recibieron muy bien. Por una parte, nos explicaban sus problemas, que tenían que ver sobre todo con la escasez de agua y los cambios recientes en los patrones de lluvia. Por otra, yo les preguntaba qué tan familiarizados estaban con teléfonos móviles e internet. Mi sorpresa fue grande al ver que muchos de ellos sacaban dos o hasta tres teléfonos de sus bolsillos. El móvil es una tecnología que realmente ha revolucionado ciertas partes de África, y se usa más intensamente que en otras regiones del mundo supuestamente más avanzadas. A este fenómeno de le llama “leapfrogging”, algo así como “salto de rana”: en las granjas no se encuentran muchas de las tecnologías que precedieron o permitieron el móvil, como los teléfonos fijos o incluso la electricidad. Hubo, sin embargo, una especie de salto, y ahora puedes encontrar móviles en sitios donde no hay ni siquiera agua corriente. En cuanto a Internet, casi todos lo conocían, aunque prácticamente ninguno de ellos había navegado. A pesar de eso, nos dijeron que sus hijos estaban aprendiendo a usar Internet en la escuela, y nos pareció que esta podría ser una oportunidad para involucrar también a los más jóvenes.

Después de las visitas a las granjas, llegó el día de reunir a todos y a todas en la estación agrícola de Chambezi, que actúa no solamente como centro de reunión de los agricultores locales, sino que también es la sede de una cooperativa dedicada a la elaboración y venta de aceite de coco, integrada por ellos mismos. Allí explicamos el proyecto y, después de una deliberación que no llevó demasiado tiempo, aceptaron participar. Como bien dices, hubieran podido rechazar el proyecto. Siempre contemplé esa posibilidad ya que, evidentemente, un proyecto como Sauti ya wakulima no puede ser forzado. Así que fue un alivio para mi que lo aprobaran.

Ahora, después de dos años, pienso que ellos entendieron perfectamente las implicaciones del proyecto desde el primer momento, incluso mejor que yo.

¿Técnica y socialmente, Sauti ya wakulima cumplió sus objetivos? ¿Cómo lo implantarías el proyecto en otros escenarios?Sauti ya wakulima

El objetivo inicial de Sauti ya wakulima, tal como se lo propusimos inicialmente a los agricultores, era el de crear una documentación audiovisual sobre los efectos del cambio climático en sus granjas. Esperábamos que tomaran fotos de los problemas causados por la sequía, las altas temperaturas, y otras consecuencias indirectas, tales como plagas o enfermedades de las plantas. Pero, tal como te decía, los agricultores en Tanzania vieron muy claro que el proyecto podía ir más allá, y se apropiaron no solamente de los teléfonos, sino también de las metas de la investigación, con el fin de adaptarlas a sus propios intereses. Así que, además de hacer fotografías y grabar explicaciones sobre problemas ambientales, comenzaron a usar los teléfonos para entrevistarse unos a otros, con el fin de intercambiar conocimientos y consejos. Esto sucedió de manera espontánea, más allá de nuestro control, y realmente supuso una expansión de las posibilidades del proyecto. Hubo casos concretos en los que, gracias a las fotografías y sus grabaciones, los agricultores aprendieron cómo mejorar sus técnicas de cultivo, o dónde comercializar mejor sus productos.

Actualmente, Sauti ya wakulima se sostiene prácticamente de manera autónoma: mi mayor satisfacción es que ya no me necesitan, y que las autoridades locales se están implicando en la sustentabilidad del proyecto. Lo único que me queda por hacer, a petición de los propios agricultores, es llevar el proyecto a otras áreas en Tanzania. A los participantes de Sauti ya wakulima les interesa crear una red en la que todos puedan aprender de todos, incluso de los que se encuentran en lugares remotos.

Después de trabajar en Tanzania, he llevado el proyecto a otros lugares. En 2012 estuve trabajando con familias de agricultores de la comunidad de Santa María Tlahuitoltepec, en la Sierra Norte de Oaxaca. Evidentemente, la situación allí es radicalmente distinta a la que se vive en Tanzania. Y, en consecuencia, la dinámica del proyecto de Oaxaca y sus resultados han sido muy diferentes.

Creo que un proyecto como Sauti ya wakulima no puede trasladarse “tal cual” de un sitio a otro. Hay que tomar en cuenta muchísimos factores: desde el entorno natural y sus problemáticas, pasando por los niveles de acceso y conocimiento de las tecnologías y redes digitales, hasta considerar, sobre todo, las dinámicas sociales y culturales de la comunidad donde se desee llevar a cabo el proyecto. Las herramientas y las metodologías están allí: son libres y de código abierto, lo cual significa que no solamente yo puedo desarrollar este tipo de proyectos. Cualquiera puede tomarlas y aplicarlas. Sin embargo, lo más importante es contar con una comunidad que esté interesada en usar herramientas digitales de comunicación para crear memorias compartidas, y que vean claramente que esto pueda llevarles a mejorar su calidad de vida.

Creo que al abordar una comunidad marginada tecnológicamente, pero abierta a aprender y comunicar lo que sabe, tú cómo agente externo terminas siendo parte de ellos tan solo por recabar su conocimiento (explícito e implícito, a varios niveles, intelectual y emocionalmente). Sin duda Eugenio Tisselli es otro después de Tanzania, ¿me equivoco?

Si, definitivamente soy otro después de Tanzania. Esta experiencia me ha transformado mucho, y de diferentes maneras. Yo nací en la Ciudad de México, rodeado de edificios, coches y prisa. Sin embargo, en los últimos años, he sentido una necesidad creciente, tanto física como espiritual, de conectarme con la tierra. En ese sentido, uno de los motivos personales que me llevaron a hacer Sauti ya wakulima fue el deseo de aprender cómo cultivar, y qué implica sembrar y cuidar la tierra. Puedo decir que, en eso, he tenido a los mejores maestros posibles: los propios agricultores de Tanzania, que me han enseñado muchas cosas, tanto personalmente como a través de sus publicaciones en la web.

Además de haber nacido en un entorno urbano, yo empecé a programar desde muy chico. A los diez años ya estaba creando mis propios videojuegos. He vivido muchos años pegado a la pantalla, y eso me ha llevado a sentir también una especie de “déficit de mundo físico”. Trabajar o incluso socializar frente a una pantalla es de las cosas más solitarias que tenemos en nuestra época de redes y tecnología digital. Así que la forma en que los agricultores viven su día a día, y la felicidad que les provoca reunirse físicamente, a pesar de que a veces tienen que recorrer grandes distancias para hacerlo, han sido una inspiración para empezar a cambiar mi vida.

Y hablando de una esfera más cercana a lo profesional, Sauti ya wakulima es un ejemplo de lo que me interesa seguir haciendo como artista. Creo que vivimos en tiempos urgentes, en los que todos nosotros, incluyendo por supuesto a los artistas, necesitamos asumir una parte de responsabilidad y actuar. Durante años me dediqué al arte digital, teniendo siempre la sospecha de que se trataba de una especie de “cara sonriente del capitalismo”: sí, los artistas digitales creábamos arte, pero usando las mismas herramientas que permiten el turbo-capitalismo sin entrañas que nos tiene a todos en una precariedad creciente. Así que, sin renunciar a mi papel de artista digital, he podido integrarme en equipos transdisciplinarios de investigación, como el que lleva a cabo Sauti ya wakulima. En el proyecto participan biólogos o agentes de extensión agrícola. Mi aportación como artista dentro de este equipo ha sido ofrecer una visión lateral. Me explico: muchas veces, los proyectos de desarrollo o de investigación científica tienen metas muy definidas. Esto está bien, pero la rigidez de dichas metas puede causar que estos proyectos ignoren cosas importantes que estaban allí, a un lado del punto de acción.

El filósofo Giorgio Agamben dice que los artistas podríamos parecernos a ciertos animales, cuyos ojos se encuentran a los lados de la cabeza y no al frente. Las aves o los reptiles, por ejemplo. La razón de esta característica biológica es simple: los depredadores rara vez atacan de frente, casi siempre vienen por los costados. De esa forma, las sorpresas y lo inesperado en un proyecto de investigación muchas veces se encuentra en su campo extendido, que puede resultar invisible para la rigidez de una meta bien delimitada. Los artistas, por su forma de trabajar, pueden estar mejor preparados para ver eso e integrarlo dentro de la investigación. Así es como quiero seguir adelante.

Fotografía: Por Sauti ya wakulima CC BY-NC-ND 3.0

Etiquetas
stats